jueves, 30 de agosto de 2007

La taza de Goya



Llegó a casa en estas condiciones, casi desahuciada. Venida del Prado y envuelta precariamente no sobrevivió integra a la visita al Café Gijón. La bolsa en la que iba se deslizó taimadamente de la silla en la que estaba y sólo al contactar con el suelo oí un prieto quejido que me hizo temer lo peor. Sospechas confirmadas dos días después cuando en el regreso deshice el paquete. Mi ansiada taza de desayuno venía tocada. Bueno, me dije, mientras aguante...aguanto, y aqui está un año después, tras haber sobrevivido al micro y al lavavajillas, como el eterno Perro de Goya, que siglo tras siglo resiste al envite de las circunstancias.

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