viernes, 29 de febrero de 2008

Sólo por unos días

Una espesa niebla acompaña el camino. La noche cerrada se acentúa con el pálido polvo invisible que ahoga. Voy ligera, el tiempo apremia. Apenas cuatro palabras cruzadas. "Házme una perdida cuando aterrices y me llamas cuando te hayas bajado del tren."

Hay movimiento en el aeropuerto. Un extrajero desorientado me pregunta como llegar al área de salidas. Desde el edificio del párking no es fácil; hay que subir hasta la cuarta planta, pasar al edificio de la términal y una vez allí bajar a la planta dos. Veo que no lleva ningún equipaje, tan sólo un sobre mediano en la mano. Nos sigue.

Con la mirada buscamos a T. Para ser una hora tan temprana hay bastante movimiento. Grandes grupos escolares trasladan por un día las aulas al mundo exterior y se enroscan entorno a los profesores impacientes por iniciar el viaje. T. ya está en el mostrador correspondiente. No hay cola y el trámite se solventa rápidamente. Es hora de despedirse, de desearles buen vuelo. Ellos impacientes por decirme adiós. yo pensando ya en su regreso. Me vuelvo a cruzar con el extranjero: llegó a buen puerto. Le sonrío.

Aún es de noche cuando llego a casa, me adormilo y a la hora suena la llamada perdida. Impaciente la llamo. "¿Todo bien?"." Sí, ya estamos en el tren". Cuelgo.

No la podré abrazar... pero sólo por unos días.

jueves, 28 de febrero de 2008

Reencuentro

Pasa casi una hora sobre el horario previsto. Apenas he tenido tiempo de arreglarme, solo cambiar la camisa por un negro jersey de vistosa vista.
Espera tranquilo en la acera. Me acercó, le abrazo. Han pasado unos cuantos años. Palabras triviales sobre nuestro aspecto: Te veo igual. Yo a ti también. Estás estupendo. ¿Bueno qué, a dónde vamos? He pensado en un sitio que creo que te gustará. Está aqui al lado. Pues vamos. Vaya mochila que llevas!
Frases obvias que acompañan el minúsculo camino hasta llegar a la cafetería. Plaza de Oriente. La Cafetería vacía multiplica las opciones de acomodarse. El entorno lujoso compite con las estupendas vistas al Palacio y la Plaza, aún siendo de noche.
Te he traido una sobrasada, pero también algo que me hacía ilusión traerte, toma. Tomates¿?Sí, tomates de "ramallet", para que puedas preparar una estupenda cena de "Pà amb oli", con tu familia. Bueno, yo a tí no te he traido nada. (Me cuesta creerlo). Toma, el libro que me encargaste, me lo ha conseguido A. Gracias! F. se pondrá contento, lleva tiempo pidiéndomelo. Bueno, pues yo si te he traido algo más. Un lápiz de mi viaje a París. Mira. Ves¿? puedes hacer un nudo con él. Anda, y dos también. También te he traido el minúsculo esqueleto de un erizo. Es muy delicado. A la menor presión se rompe. Espero que llegue entero a su destino. No te preocupes lo guardaré en mi bolsillo.
Es cierto, no me ha traido nada. Me invita al refresco. Le miro, la camisa limpia de algodón arrugada y la mochila naranja; no se ve mucho esmero. Pasan los pocos minutos que quedan del reencuentro y siento que ha sido casi de compromiso.
Bueno, ya no hay más tiempo. Nos vemos. Sí, en unos años nos vemos.
Ay la ilusión, cómo tropieza y cae, cómo se ve deshecha.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Lo que me traje del Teatro Real


El verdadero motivo de este viaje no era otro que el de asistir a la representación de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli en el Teatro Real de Madrid.

Después del intenso tratamiento de belleza al que involuntariamente me sometí, y tras el reposo obligado hasta que la tensión arterial se reguló, tuve que arreglarme deprisa y corriendo para no llegar tarde al inicio de la función. Eso sí, una vez en la calle, no hubo que correr y anduvimos paseando los escasos cinco minutos que separan el hotel del teatro.


La Gioconda es un drama lírico en cuatro actos no muy popular aunque esconde algún tesoro que sí lo es, como La Danza de las Horas popularizado por Walt Disney en la película Fantasía. Esconde también la famosa ária Suicidio ,capaz de erizar el vello a cualquiera que la oiga y la tremenda aria Cielo e Mar.


La Gioconda transcurre en Venecia en el S. XVII. Es época de Carnaval. Gioconda es una cantante callejera que está enamorada en secreto de Enzo Grimaldo, príncipe de Santaflor. Barnaba es un espía de la Inquisición que intenta seducir inútilmente a la cantante. Ante el rechazo de la moza y despechado Enzo acusa a la madre de ésta, la Cieca, de brujería. Cuando el populacho intenta linchar a la Cieca aparece el inquisidor, Alvise Badoero, junto a su mujer, Laura. Será Laura quién defienda a la Cieca y ésta en agradecimiento le regalará un rosario. Barnaba, malvado personaje donde los haya, despechado urde un plan para que Laura se encuentre con su amante el príncipe Enzo y así poderlos desenmascarar ante el inquisidor. La Gioconda conocedora del plan, acude a la cita nocturna de los amantes, para advertirles de la inminente llegada del marido cornudo. Huye el príncipe y Laura es detenida. Aunque no se ha demostrado su infidelidad, su marido la obliga a beber un veneno mortal. Gioconda ha cambiado previamente el bebedizo, sustituyendo el veneno por un somnífero. Es entonces cuando Alvise da una gran fiesta de carnaval (en la que se incluye la Danza de las Horas) y al terminar anuncia a sus invitados la trágica muerte de su esposa. Se declara culpable y el príncipe intenta acabar con él. Los guardias reducen al joven y apresan al asesino. La Gioconda sigue con su plan adelante y promete a Barnaba que le entregará su cuerpo, si él a cambio libera a Enzo. En un castillo en ruinas, a orillas del mar, el sueño de Laura es vigilado por la Gioconda (en este momento canta su aria Suicidio). Barnaba que ha cumplido su trato libera a Enzo quien llega al castillo. Allí los dos amantes se prometen amor eterno y agradecen a la Gioconda su ayuda y reconocen su bondad. Parten. En este momento la Gioconda piensa en quitarse la vida pero se ve interrumpida por Barnaba quien viene a reclamar su parte del trato. Ella le camela y le dice que va a ponerse bella. Aprovechando que el espía está distraido ella coge un puñal y se lo hunde en su propio pecho. Mientras la joven agoniza Barbanaba le cuenta pormenorizadamente como él en persona ha dado muerte a su madre, la Cieca. Pero la Gioconda ya ha muerto y no llega a saber del trágico final de su propia madre.


Esa noche el reparto estuvo compuesto por:

La Gioconda: Violeta Urmana; Laura: Elisabetta Fiorillo; Alvise: Orlin Atanassov; La Cieca: Elena Zaremba; Enzo: Carl Tanner; Barnaba: Lado Ataneli y el bailarín invitado: Ángel Corella.


Disfruté especialmente de la interpretación orquestal, dirigida por Evelino Pidò; del coro, dirigido por Peter Burian; del ballet , ¡cómo no!, y de toda la puesta en escena. Resultó grandioso el final del tercer acto (visual y acústicamente hablando) y la quema de la nave en el escenario también resultó espectacular. Por último, pero no menos importante, destacar la interpretación de Violeta Urmana quien brilló con luz propia en esta representación de casi cuatro horas de duración y que terminó al filo de la medianoche.


Coronamos la velada con una sencilla hamburguesa antes de retirarnos casi a la una de la mañana.

martes, 26 de febrero de 2008

Lo que me traje del Prado

Esta vez no hubo taza de Goya pero sí unas cuantas postales y un par de imanes.



Diego Velázquez, Vistas del Jardín de la 'Villa Médicis', 1630.




Francisco Pradilla, Doña Juana la Loca, 1867.



Francisco de Goya, Perro Semihundido, 1819-1823.

Carlos de Haes, La Canal de Mancorbo en los Picos de Europa, 1876



José Jiménez Aranda, Pequeños Naturistas, 1893.


Alberto Durero, Autorretrato, 1498

lunes, 25 de febrero de 2008

Lo que me traje del Hotel Ópera

Será maravilloso viajar desde Mallorca, sin necesidad de tomar el barco o el avión...

Procura estar en el aeropuerto una hora antes de la salida del vuelo para hacer el check-in, medio-desnudarse para pasar muda por el arco del triunfo controlador, volver a vestirse, esperar la llamada de embarque, hormiguear por el finger y emparedarse en el correspondiente asiento -con un poco de fortuna de ventanilla-. Si el vuelo va bien, tilín-tilín, una hora después de despegar estarás en la T-4, rodando por los interminables pasillos en busca del equipaje (no)perdido.

Una vez supearada la fase 1, tomas metro, luego tomas otro metro y, finalmente, tomas el último metro. Das una vuelta a La Plaza de la Ópera mientras buscas la calle llamada Cuesta de Santo Domingo, tiene que estar muy cerca. Al fín llegas al Hotel Ópera. Han pasado más de cuatro horas desde que saliste de tu casa.

Y entonces te desmoronas cuando oyes de boca del recepcionista: "Lo siento señores hay un pequeño inconveniente con la habitación". Para mi regocijo, el problema se solventa con una habitación en el octavo piso con unas vistas espectaculares sobre Madrid. La habitación concedida incorpora una gran terraza con tumbonas y sillas de jardín(lástima que sea febrero), una bañera de hidromasaje en la terraza y primer plano de las alturas del Teatro Real y, un poco más allá, el Palacio de Oriente.

Aún con la agenda tan apretada para tan poquitas horas consigo robar tiempo para estrenarme como jacuzziana. La agujereada bañera está en la terraza protegida por sendas cristaleras en los laterales y el techo. Será fantástico estar en remojo y mirar al cielo. Qué atardecer tan precioso.
Bien, pongamonos en acción, el tiempo apremia. Selecciono la temperatura:35ºC. Escojo entre los cuatro programas. Tengo una duda: ¿belleza o anti-estrés? Me inclino por estar bella. El programa no responde. Entonces le daremos al programa anti-estrés. Al fin y a la postre, las últimas horas han sido trepidantes. Nada, no reacciona. Ya llevo en remojo veinte minutos esperando a que el nivel de agua sea óptimo y ahora que el pitido bañeril dice ¡ya! no quiere ponerse en marcha. Empiezo a estar arrugada. Trasteo con el mando y por fín se aviene conmigo. Empieza el baile triunfal. ¿Hm? La temperatura a subido a 37ºC. Bueno, al fin y al cabo, un buen baño caliente, siempre sienta bien. Los chorros tienen mucho ímpetu. ¡Qué digo mucho! como no me ande con ojo, el agua salpica fuera. El poco gel que he echado en el agua empieza a surgir efecto. ¡Qué buena espuma! Mira como se enciende el cielo. ¿Todavía 19 minutos de programa? Parece que el agua está demasiado caliente. ¡Caray 39º! ¿Cómo añadir agua fría, cuando ya se ha derrochado tanto líquido precioso en llenar la bañera? Falta oxígeno. Habrá que abrir las ventanas correderas. ¡No! ¡No me puedo mover: el agua salpica fuera! Lo estoy poniendo todo perdido. Hay que ver esta espuma como aumenta. Quedan dieciocho minutos de programa anti-estrés. Bueno, calma. Todo empieza a estar lleno de vaho. No se ve apenas el cielo. Y la temperatura ¿cómo puede ser que esté el agua tan caliente? Va cayendo la tarde. ¿Y si parara el programa? Total desde que me metí en remojo ya ha pasado más de media hora... No. Aguanta un poco más. Tú puedes. ¿A que engañarme? No puedo. Leo: para finalizar el proceso pulse la tecla X. La pulso, ¡qué caramba! No, el minutero sigue su propia cuenta atrás. Vuelvo a pulsar. No. Dos veces, tres... rien de rien. Me rindo. No me puedo salir, porque mi cuerpo impide que salga el agua volando por encima de la bañera e inunde el suelo. Habrá que resistir los quince minutos que quedan. ¿Y la espuma, por qué sigue multiplicándose tanto? ¡A este paso se va a desbordar! ¿Cómo se llamaba el programa? Ah, si: ANTI-ESTRÉS.

Entre una cosa y otra ha pasado casi una hora. Mi cara encendida, alumbra en la noche madrileña. La tensión se ha anti-estresado y se ha ido de paseo. Me tengo que tumbar para no caer redonda al suelo. Pasan diez minutos: no baja el color. ¿Y si me refresco la cara con un poco de agua fría? Una vez, dos veces,... si, parece que va bien. Seamos realistas, media hora después aún sigo igual. Si me hubiera quedado frita en el desierto del Gobi echando la siesta no superaría este escarlata. ¡Ánimo mujer! la noche espera y la Ópera va a empezar.

A mediodía siguiente, mi madre, siempre positiva, me dice: ¡pero que piel más lisa y tersa! ¡resplandeces!
¡Ay! si yo te contara mamá... es que me traje un auténtico baño anti-estrés.
Y es que en el fondo Madrid siempre me sienta bien.

jueves, 21 de febrero de 2008

Kansas - Dust in the Wind




I close my eyes,
only for a moment,
and the moment's gone
All my dreams,
pass before my eyes, a curiosity

Dust in the wind,
all they are is dust in the wind.

Same old song
just a drop of water in an endless sea
All we do,
crumbles to the ground, though we refuse to see

Dust in the wind,
all we are is dust in the wind.

[Now] Don't hang on,
nothing lasts forever but the earth and sky
It slips away,
and all your money won't another minute buy.

Dust in the wind,
all we are is dust in the wind.
Dust in the wind, everything is dust in the wind.

http://es.youtube.com/watch?v=hkbdP7sq0w8&feature=related

La Concordancia en lo Menor

Quizás la empatía sea una anticipación de la concordancia en lo menor.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Gijón en un Costurero

Se me ha caido un botón de la camisa.

Echo mano del costurero guardado en el mueble, debajo de la tele. Una caja de color pajizo y rojo, de trenzado vegetal y forradita de tela en el interior. Ahora que la miro está llena a rebosar: una cinta de metro de costurera, dos pares de tijeras, un alfiletero, un dedal, una aguja de ganchillo y dos cajas redondas de metal. Una guarda una variopinta colección de botones, la otra unos cuantos carretes de hilos. ¡Ah, si! y también una bolsita de plástico transparente llena de minúsculos carretes de mil colores.

Enhebro la aguja, dejo el hilo doble, le hago un nudo y empiezo a coser; mientras voy mirando de reojo el costurero, la cabeza vuela a la inmensa playa de San Lorenzo, Gijón.

Corrían los primeros días de noviembre y habíamos llegado en el tren temprano por la mañana. Había cumplido uno de los sueños que de niña había tenido: pasar la noche en un vagón litera. Habíamos montado en la estación de Atocha con la luna anterior y nos apeamos en Gijón a la mañana siguiente. Un sueño que llevaba latiendo bastantes años... ¡Qué ocasión tan especial!
Fueron días de reencuentro con la tierra que me vió nacer, vista con ojos de una joven mujer.


De aquel viaje quise traer algo cotidiano, algo que usara con frecuencia y que durara mucho tiempo: un costurero. No era el típico recuerdo que uno se trae de un viaje, lo sé, pero aquel fue uno de los que allí vinieron.


Una vez de regreso, ya en la recién estrenada casa, y deshaciendo las maletas, saqué el costurero. Lo contemplé orgullosa mientras le daba la vuelta. Una minúscula pegatina parpadeaba con luz propia: Made in Taiwan. ¡Hay que joderse!

Bueno, pasadas estas décadas, el costurero sigue estando impecable y ha cumplido, y cumple, su misión. Por ende siempre que lo miro veo un tren, una estación, una playa inmensa: veo Gijón.

martes, 19 de febrero de 2008

Wyeth - La Pintura del Realismo Mágico


¿Qué tiene la pintura que te atrapa en su aparente inmovilismo?

Los colores le dotan de un atmósfera misteriosa y paciente. El fluir del pelo -escapado- al viento y la espalda contorsionada -ante un paisaje estático- nos hace pensar en movimiento y, de algún modo, en la tenacidad de la joven por estar ahí, de recrearse al aire libre en un entorno, seguramente, mil veces visto.

Me informo, se trataba de una vecina del pintor aquejada de poliomelitis a la que su fuerza interior la empujaba a no dejarse limitar por sus carencias físicas.
La curiosidad nos empuja más allá de nosotros mismos.


Otras obras de Andrew Wyeth:





sábado, 16 de febrero de 2008

La Elegancia del Erizo - Muriel Barbery

Profeta de las élites modernas
Esta mañana, mientras escuchaba la emisora France Inter, me he llevado la sorpresa de descubrir que no soy quien creía ser. Hasta entonces había atribuido a mi condición de autodidacta proletaria las razones de mi eclecticismo cultural. Como ya he mencionado, he dedicado cada segundo de mi existencia que podía sustraer al trabajo a leer, ver películas y escuchar música. Pero ese frenesí en devorar objetos culturales adolecía a mi juicio de una falta de gusto total, la de la mezcla brutal de obras respetables con otras que lo eran mucho menos.
Sin duda es en el campo de la lectura donde mi eclecticismo es menos acusado, si bien mi diversidad de intereses es en dicho ámbito la más extrema. He leído obras de historia, de filosofía, de pedagogía, de psicoanálisis y, por supuesto y ante todo, de literatura. Las primeras me han interesado; la última constituye toda mi vida. Mi gato, León, debe su nombre a Tolstoi. El anterior se llamaba Dongo por Fabrice del. Al primero lo bauticé Karenina por Ana, nombre que yo acortaba en Kare, por miedo a que me desenmascarasen. Exceptuando la infidelidad stendhaliana, mis gustos se sitúan de manera muy nítida en la Rusia anterior a 1910, pero me vanaglorio de haber devorado una parte apreciable de la literatura mundial, teniendo en cuenta que soy una persona de origen campesino cuyas esperanzas de hacer carrera alcanzaron hasta la portería del número 7 de la calle de Grenelle, cuando habría podido pensarse que un destino como el mío me abocara al culto eterno de las novelitas rosas de Barbara Cartland. Bien es cierto que soy -y me siento- culpable de cierta inclinación por las novelas policíacas, pero las que yo leo las considero de altísima categoría. Me resulta especialmente difícil, algunos días, sustraerme a la lectura de alguna novela de Connely o de Mankell para contestar al timbrazo de Bernard Grelier o de Sabine Pallières, cuyas preocupaciones no son congruentes con las meditaciones de Harry Bosch, el agente amante del jazz del Departamento de Policía de Los Ángeles, sobre todo cuando me preguntan:
-¿A qué se debe que el olor de la basura llega hasta el patio?
Que Bernard Grelier y la heredera de una antigua familia de Banca puedan preocuparse por las mismas trivialidades e ignorar ambos que la construcción sintáctica encabezada por "a qué se debe" rige el empleo del subjuntivo y arroja nueva luz sobre la humanidad.
En el capítulo cinematográfico, por el contrario, mi eclecticismo alcanza cotas insospechadas. Me gustan las películas comerciales americanas y las obras del cine de autor. De hecho, durante mucho tiempo consumí preferentemente cine de entretenimiento americano o inglés, con excepción de algunas obras serias que consideraba con mi mirada pronta a pasarlo todo por el tamiz de la estética, esa mirada pasional y empática que sólo se codea con el entretenimiento. Greenaway suscita en mí admiración, interés y bostezos, mientras que lloro cual magdalena esponjosa cada vez que Melly y Mammy suben la escalera de los Butler tras la muerte de Bonnie Blue, y considero Blade Runner una obra maestra de la distracción de primera categoría. Durante mucho tiempo, he considerado una fatalidad que el séptimo arte fuera bello, poderoso y soporífero y que el cine de entretenimiento fuera fútil, divertido y abrumador.
Mire, hoy por ejemplo bullo de impaciencia ante la perspectiva del regalo que me he hecho a mí misma. Es el fruto de una paciencia ejemplar, el cumplimiento del deseo, largo tiempo diferido, de ver de nuevo una película que vi por vez primera la Navidad de 1989. (págs. 72-74)

jueves, 14 de febrero de 2008

Kubrick, Clarke,Bowie & Schilling---> Major Tom


2001:Una Odisea Espacial de Stanley Kubrick está inspirada en el cuento corto de Arthur C. Clarke titulado El Centinela.

Para escribir el guión de la película Clarke trabajó codo con codo con Kubrick, de tal modo que un cuento dió lugar a no solo una película sino también a una novela 2001 Una odisea del espacio (posteriormente se editaría la continuación: 2010, Odisea 2).

Esta película de culto ha influido sobremanera en el mundo del cine, pero también ha dado lugar a temas musicales reconocidos. David Bowie se inspiró en ella a la hora de componer Major Tom (Space Oddity) y a su vez, Peter Schilling lo hizo en el de David con el tema Major Tom(Error in a system).



Literatura, Cine y Música intimamente entrelazados entorno a un hombre que no volvió de las estrellas.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Cristina Peri Rossi

DISTANCIA JUSTA
En el amor, y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.

*****
ESCORIACIÓN
Herida que queda, luego del amor, al costado del cuerpo.
Tajo profundo, lleno de peces y bocas rojas,
donde la sal duele, y arde el yodo,
que corre todo a lo largo del buque,
que deja pasar la espuma,
que tiene un ojo triste en el centro.
En la actividad de navegar,
como en el ejercicio del amor,
ningún marino, ningún capitán,
ningún armador, ningún amante,
han podido evitar esa suerte de heridas,
escoriaciones profundas, que tienen el largo del cuerpo
y la profundidad del mar,
cuya cicatriz no desaparece nunca,
y llevamos como estigmas de pasadas navegaciones,
de otras travesías. Por el número de escoriaciones
del buque, conocemos la cantidad de sus viajes;
por las escoriaciones de nuestra piel,
cuántas veces hemos amado.

martes, 12 de febrero de 2008

El Cuadro

¿Título? ¿Autor?

Mientras conduzco oigo con estupor la noticia del robo en Suiza de cuatro cuadros, de incalculable valor (aunque le pongan precio en millones de euros), de cuatro grandes maestros de la pintura: Champ de coquelicots près de Vétheuil de Claude Monet; Ludovic Lepic et ses filles de Edgar Degas; Branches de marronier en fleurs de Vincent Van Gogh, y L'enfant dans une veste rouge de Paul Cézanne. En ese momento la neurona impresionista impresionada vuela en recuerdo de El Cuadro que ví este verano en el Museo de Orsay.
Estaba en una sala chiquitina, estrecha y oscura. Casi vacía. ¿Qué tenía de especial esa pintura? Aún no lo sé, pero sí recuerdo la emoción que me embargaba mientras hacía la triste foto que veis arriba (pálido reflejo de la obra original): quería volver a verlo muchas veces más, quería averiguar cosas del pintor. No tuve la precaución de anotar nada (siempre llevo bolígrafo y papel, para imprevistos como éste, en el bolso) porque la firma del autor, como se puede observar, es grande y supuse que con "inmortalizarla" en la memoria de mi cámara ya era suficiente. Cuando al terminar el viaje, ya en casa, trastée con la foto y la aumenté, ví que no se leía tan bien como yo había previsto. No me desanimé, porque pensé que con google conseguiría la información fácilmente. Fracaso total, no lo conseguí.
Mas de medio año después oigo la noticia del robo y recuerdo que aún lo desconozco.
Bien, si alguien sabe el título del cuadro o el nombre del pintor ,y es tan amable de decirmelo, la recompensa será hacer un poco más feliz a esta curiosa, quien podrá quitar dos impresionantes interrogantes a su vida.

domingo, 10 de febrero de 2008

Tim Burton & Danny Elfman - La Novia Cadáver

-Disculpa mi entusiasmo.

-Me gusta tu entusiasmo.

La Escafandra y la Mariposa - Jean-Dominique Bauby



El Vegetal


"El 8 de junio hará seis meses que empezó mi nueva vida. Vuestras cartas se acumulan en el armario, vuestros dibujos en la pared, y como no puedo responder a todos, se me ha ocurrido estos samizdats para relatar mis días, mis progresos y mis esperanzas. Primero quise creer que no había pasado nada. En el estado de semiinconsciencia que sigue al coma, me veía pronto de regreso en el torbellino de París, simplemente flanqueado por un par de bastones."

Tales eran las primeras palabras de la carta que a finales de la primavera decidí enviar desde Berck a mis amigos y conocidos. Dirigida a unos setenta destinatarios, esta misiva levantó cierto revuelo y reparó un tanto los perjuicios causados por los rumores. La ciudad, ese monstruo de cien bocas y mil oidos que no sabe nada pero que lo cuenta todo, había decidido, en efecto, ajustarme las cuentas. En el café de Flore, uno de los campamentos base del snobismo parisino desde donde se lanzan los chismes como palomas mensajeras, algunos íntimos habían oído a unos cotillas desconocidos mantener el siguiente diálogo con la glotonería del buitre que descubre a una gacela despanzurrada. "¿Sabías que B. se ha convertido en un vegetal?", decía uno. "Por supuesto, estoy al corriente. Un vegetal, en efecto, un vegetal." La palabra "vegetal" debía resultar agradable al paladar de esos augures, pues había reaparecido varias veces entre dos bocados de tostada con queso fundido. En cuanto al tono, se sobreentiendía que sólo un necio podía ignorar que en lo sucesivo yo tendría más que ver con el comercio de verduras tempranas que con la compañía de los hombres. Estábamos en tiempos de paz. No se fusilaba a los portadores de malas noticias. Si quería probar que m potencial intelectual seguía siendo superior al de un salsifí, sólo podía contar conmigo mismo.

Así nació una correspondencia colectiva que prosigo mes tras mes y que me permite mantenerme en comunión con aquellos a quienes quiero. Mi pecado de orgullo produjo su fruto. Aparte de algunos irreductibles que guardan obstinado silencio, todo el mundo comprendió que podían reunirse conmigo en mi escafandra, aunque a veces ésta me arrastre a los confines de tierras inexploradas.

Recibo algunas cartas notables. Las abren, las desdoblan y me las colocan ante los ojos según un ritual que se ha establecido con el tiempo y que confiere a la llegada del correo el caracter de una ceremonia silenciosa y sagrada. Algunas no carecen de gravedad. Me hablan del sentido de la vida, de la supremacía del alma, del misterio de toda existencia, y por un curioso fenómeno de inversión de las apariencias, son aquellos con quienes había establecido las relaciones más triviales los que más abordan estas cuestiones esenciales. Su ligereza enmascaraba un alma profunda. ¿Acaso estaba ciego y sordo, o bien se requiere la luz de una desgracia para que un hombre se revele tal como es?

Otras cartas refieren en toda su simplicidad los pequeños hechos que subrayan el paso del tiempo. Son rosas cogidas a la hora del crepúsculo, la indolencia de un domingo lluvioso, un niño que llora antes de dormirse. Captados del natural, esos retazos de vida, esas bocanadas de felicidad me conmueven más que ninguna otra cosa. Ya se trate de de ocho líneas o de ocho páginas, ya procedan del lejano Levante o de Levallois-Perret, guardo todas esas cartas como un tesoro. Un día me gustaría pegarlas por los extremos para formar una tira de un kilómetro, que flotaría al viento como una oriflama a la gloria de la amistad.

Eso alejará a los buitres. (págs.101-104)

sábado, 9 de febrero de 2008

La Alfombra de mi Casa es Particular

te da la bienvenida cuando quieres entrar.

Como todo, tiene una historia tras de sí.

Buscaba un azucarero para un regalo y me sometí al consejo de mis acompañantes. "Vamos a ver, quiero un azucarero bueno, bonito y barato". La respuesta unánime, pues floreció en su mente la palabra "barrrato" por encima de las otras dos con luz propia, fue: ¡los Chinos!

Y allí fuimos, a la tienda de chinos en busca del azucarero; eso sí, nos dirigimos a la grande. Había tres tiendas de chinos en un pañuelo. Empezamos a deambular por el local, y como una tropa bien adiestrada, nos separamos por las diferentes calles para que no se nos pasaran los azucareros por alto.

En la segunda mitad de la tienda, ya he dicho que era "la grande", nos reagrupamos instintivamente. Llegabamos a la zona de loza y cristal. Decepcionada ví que los azucareros o eran demasiado prácticos o eran horteras. No era lo que yo buscaba.

Aún así, seguimos curioseando por el resto de la tienda: para una vez que tenía a las abuelas, "conmigo misma" de compras, quise aprovecharme de su compañía.

¡Ah, amigo mío! Entonces vimos las alfombras y recordé que una de mi casa necesitaba recambio. Para qué nos vamos a engañar: me enamoré de la alfombra. ¿Por qué? Porque era la única que había con las casetas de bañistas.

Y es que en el fondo, dentro de un cierto orden, nos gusta lo que se distingue, lo diferente, lo que en cierto modo dice "esta soy yo, me gusta el mar, el verano, el calor, los colores". Y eso, con una alfombra cualquiera no se consigue.

"Mi alfombra de los chinos

es particular,

te da la bienvenida

cuando quieres entrar."


viernes, 8 de febrero de 2008

Doscientos euros el cubierto.

En esas conversaciones que no llevan a ninguna parte ¿qué haces cuando te sientes bien?
Te saltas las normas, el protocolo.
No interesa nada más que lo que oyes y lo que replicas.
Independientemente de "el dónde", "el cuándo", "el qué", importa jugar con el lenguaje, importa jugar a jugar.
Tal vez se diga algo importante, quizás, no.
Charlas y, al hacerlo, te olvidas de quién eres, de qué representas y, por un breve espacio de tiempo, tu yo se evapora.
Sólo disfrutas. Disfrutas de sentirte bien y, sobretodo, de jugar.
Ese tipo de conversaciones, aunque parezca increible, las he mantenido en muy raras ocasiones.
Me encanta tenerlas.
Asi que ¿doscientos euros el cubierto? : )

miércoles, 6 de febrero de 2008

Nina Simone - Feeling Good

En 1965, se estrenó un musical que llevaba por título "The Roar of the Greasepaint-the smell of the crowd" de Leslie Bricusse en colaboración con Anthony Newel. Se incluía el tema FEELING GOOD, interpretado por Gilbert Price en el reparto original de Broadway.
En el mismo año salió el Long Play que llevaba por título "Put a Spell on You" de NINA SIMONE , que incluía entre otros temas grandiosos esta tremenda obra de arte.
Muchos han versionado la canción muy dignamente, Michael Bublé entre otros, pero nadie como ella.
FEELING GOOD
Birds flying high
you know how I feel
Sun in the sky
you know how I feel
Reeds driftin on by
you know how I feel.
*
Its a new dawn
Its a new day
Its a new life
For me
And Im feeling good
*
Fish in the sea
you know how I feel
River running free
you know how I feel
Blossom in the tree
you know how I feel
*
Its a new down
Its a new day
Its a new life
For me
And Im feeling good
*
Dragonfly out in the sun
you know what I mean,
dont you know
Butterflies all havin fun
you know what I mean
Sleep in peace
when day is done
Thats what I mean
And this old world
is a new world
And a bold world
For me
Stars when you shine
you know how I feel
Scent of the pine
you know how I feel
Oh freedom is mine
And I know how I feel
*
Its a new down
Its a new day
Its a new life
For me
And Im feeling good

El Primer Caso de Montalbano - Andrea Camilleri

¿A dónde te puede llevar Montalbano? ¡A Borges!
Cuando consultó el reloj, comprobó con incredulidad que ya habían transcurrido más de tres horas. Las doce y media. ¿Cómo era posible? Observó que no había pasado de la página 71, allí se había detenido para reflexionar acerca de una frase:

El hecho mismo de percibir, de atender, es de orden selectivo: toda atención, toda fijación de nuestra conciencia, comporta una deliberada omisión de lo no interesante.

Eso es cierto -se dijo-, en líneas generales. Pero en su caso particular, es decir, de policía, la selección entre lo que interesa y lo que no interesa no ha de ser contemporánea a la percepción; habría sido un grave error. La percepción de un hecho en una investigación no puede consistir en una elección contextual, tiene que ser absolutamente objetiva. Las elecciones se hacen después, con mucho esfuerzo, y no por percepción, sino por medio de razonamientos, deducciones, comparaciones, exclusiones. Y no está dicho que comporten el mismo riesgo de error, antes al contrario. Sin embargo, porcentualmente, la posibilidad de error es más baja en comparación con una elección debida a una instintiva selección perceptiva. Pero por otra parte y si bien se miraba, ¿en qué consistía aquello que Hammett llamaba "el instinto de caza" sino a la capacidad de una fulmínea selección en el propio acto de la percepción?

Pues entonces ¿qué habría podido escribir y aconsejar un ideal de Manual del perfecto investigador ?¿Acaso la virtud estribaba en la mediocridad, como de costumbre (y se enfureció consigo mismo por la frase hecha que había acudido a su mente)? Es decir, que la elección perceptiva debía tenerse muy en cuenta, pues era lo primero que había que discutir hasta llegar a su negación. (pág.222-223)

viernes, 1 de febrero de 2008

Brassaï - El Fotógrafo de Noche

Amado Nervo - Yo vengo de un brumoso país lejano


Yo vengo de un brumoso país lejano
regido por un viejo monarca triste...
Mi numen sólo busca lo que es arcano,
mi numen sólo adora lo que no existe;

tú lloras por un sueño que está lejano,
tú aguardas un cariño que ya no existe,
se pierden tus pupilas en el arcano
como dos alas negras, y estás muy triste.

Eres mía: nacimos de un mismo arcano
y vamos, desdeñosos de cuanto existe,
en pos de ese brumoso país lejano,
regido por un viejo monarca triste...

la Torre Blanca - pablo auladell

"Llego un domingo de finales de septiembre.
Me he tomado unas vacaciones y por fin he podido hacer lo que me está rondando por la cabeza desde hace algún tiempo.
Volver a la Calle del Mar (o lo que queda de ella) y pasar aqui unos días, sentarme a escuchar el rumor de aquel tiempo vagar por mi antiguo territorio sin buscar nada y así poder quizá encontrar algo, recuperar de entre los escombros la antigua sorpresa."
"Comprender el deslumbre."