miércoles, 30 de abril de 2008

Fosforescencia en la noche

Eran casi las diez de la noche. Llegabamos a casa cansadas.
-¿Anda mamá, díme qué es eso?
Me dijo mientras señalaba a la pared de la entrada. En la noche oscura un punto verde fosfi nos iluminaba.
-¡Pero si es una luciérnaga!
Le contesté extasiada. Hacía al menos un par de años que no veía ninguna.
-¡Espera que saco el móvil y le hago una foto con la cámara!
Al subir a casa, se lo digo a F. como se parece un poco a su madre, también quiere verlo.
-¡Díme dónde está!
Ya bajamos la escalera y le señalo el lugar. La mira, sonríe y subimos a cenar.
Al revelar la foto, el diminuto punto se convierte en un gusano particular. Y es que lo que tal vez en otro tiempo fuera ordinario, hoy es rareza contemplar.

Me iluminó la noche.

domingo, 27 de abril de 2008

La primavera y el chopo (o el álamo derrochador).


Hay a la entrada de casa un chopo que va dando muestras de madurez a lo largo de todo el año. Bien porque tira la hoja, bien porque se desprende de ramas medio secas (o podridas), bien porque quiere fecundizar y anda esparciendo semillas a diestro y siniestro. Total que a lo largo de todo el año va teniendo algo que contar el álamo en cuestión.


Ahora precisamente estamos en ese momento, momento de fecundar. Momento en el que ademas empieza a lucir sus jóvenes hojas. Hojas en las que los que los mirlos, palomas, estorninos y demás seres avíferos, se divierten y revolotean mientras hacen del pequeño sendero que yace a sus pies un empedrado nevado a la par que abonado.


La conjunción de tales elementos, semillas y excrementos, provocan cierta pesadez en el andar de tal modo que al caminar notas como tu huella se quiere quedar atrás, tal es la sensación de adherencia. Como quiera que las tardes generosas de Abril dan mucho de sí (en cuanto a horas de luz) me propuse adecentar un poco el pegajoso sendero. Frente al álamo derrochador no me podía faltar una estrategia: primero barrería y luego regaría.


El primer paso fue relativamente sencillo, con la escoba de jardinería y unos buenos bríos, conseguí ir apilando los montones de esperma vegetariano que el chopo día sí, día también va aposentando. -Seamos sinceros, hay que pasar la escoba al menos dos veces por el mismo lugar, si no se queda la mitad de la semilla pegada a la piedra (tal es su ansia de fecundidad)-.


Una vez hecho el montón correspondiente, soy consciente de que he provocado involuntariamente el apilamiento semillil justo en la zona más nevada del empedrado. Seré torpe¡! A la que me doy cuenta noto que algo me cae en la cabeza. Abandono la pala a medio camino y me llevo la mano a la testa. ¿Qué será? ¿la navidad o la semilla? Mi cabellera es tan abundante que lo absorbe todo, lo que en ella cayó, desapareció, porque mi mano no notó ni sintió ningún tropezón.




Cambio la ubicación del montón a la de "ya" y con ayuda de la pala y una bolsa reciclada de carrefour, repliego la explendorosa cosecha del árbol.


Paso a la fase dos: regar. ¿Y si en vez de regar doy manguera a presión?¿Y los zapatos? No hay problema: descalza.
Desenrosco la manguera con la sana intención de regar por un lado y desblanquear por otro, alternando la aspersión con el chorro a presión. Dicho y hecho, el agua no está fría y el suelo aún guarda el calor del día. Los piratas que ya llevaba puestos vienen a medida. Suelto la manguera verde y con el ímpetu del agua arraso con los restos de la última lluvia de tierra y con la sutil huella de las plumíferas que por allí anidan y trinan.


Tiempo total estimado: de diez a quince minutos. Tiempo real utilizado: veinte (se me escapó la manguera un poquito). Ya el sendero es sendero. Ya las plantas agradecen el riego que el cielo, desde hace semanas, les viene negando. Y ya veremos si de todo esto no nacerá un resfriado.

*º* \ Flash /*º*

Y la llamada se hizo verbo

y cohabitó entre nosotros.

miércoles, 23 de abril de 2008

Miguel de Cervantes Saavedra

CAPITULO XXXII
**./\.**
QUE TRATA DE LO QUE SUCEDIÓ EN LA VENTA Á TODA LA CUADRILLA DE DON QUIJOTE.
Acabóse la buena comida, ensillaron luego, y sin que les sucediese cosa digna de contar, llegaron otro dia á la venta, espanto y asombro de Sancho Panza; y aunque él quisiera no entrar en ella, no lo pudo huir. La ventera, ventero, su hija y Maritones, que vieron venir á Don Quijote y á Sancho, les salieron a recibir con muestras de mucha alegría, y él las recibió con grave continente y aplauso, y díjoles que le aderezasen otro mejor lecho que la vez pasada; á lo cual le respondió la huéspeda, que como la pagase mejor que la otra vez, que se ella se le daria de príncipes. Don Quijote dijo que sí haria, y así le aderezaron uno razonable en el mismo camaranchon de márras, y él se acostó luego, porque venia muy quebrantado y falto de sueño. No se hubo bien encerrado, cuando la huespeda...

martes, 22 de abril de 2008

La espera

Pasar por un quirófano a la caza y captura de bultos aliens no deseados no es moco de pavo, máxime, cuando su ubicación linda con la glándula llamada Tiróides que tanto bien nos hace y tanto necesitamos.

Sé que calor y compañía no le van a faltar. Sé que entra a óperar bastante tranquilo. Sé que voy a estar dando la murga por teléfono para que sepan que estoy aqui y para estar informada en todo momento de cómo va.

Temprano por la mañana, él me avisa del retraso: No entraré a las ocho y media, entraré a las once. Después hablo con mi madre: llamarémos ya a mediodía.

Nerviosa telefoneo a las dos y media: ¿Y bien?. Aún no lo hemos visto, me dicen, acaba de salir el cirujano y dice que todo ha ido bien (algo más de dos horas y media de intervención). Han podido dejar algo de glándula. Bueno, le digo, llámame en cuanto se despabile un poco.

Pasan otras horas, vuelvo a llamar: Justo ahora acaba de pasar el médico. Todo va bien. Está muy adormilado. ¿Me puede saludar? Espera, le pregunto. Dice que no con la mano, que le duele al hablar. Pero no te preocupes, ya va teniendo mejor color de cara. Aún está muy adormilado.
Cuando pueda hablar ¿me llamaras?[...]

Casi a la noche, de nuevo vuelvo a telefonear: Díme! (je! es él). Estoy mejor (le noto la voz muy ronca). Bueno no hables, sólo con eso me basta; pásame a mamá. ¡Ya está mejor y dicen las enfermeras que le darán de cenar! Hasta hace apenas un rato ni agua le quisieron dar. Bueno, le contesto, si hay cena buena señal. Ya no llamo hoy más.

Dos días después ya tiene el alta, ya duerme en casa. Se acabaron las sondas y los goteros. Ya con tranquilidad le pregunto: ¿Y la cicatriz es muy grande? De lado a lado del cuello, pero es muy fina, apenas se vé. ¿Y te duele? Con los calmantes que dan, apenas unas molestias. Y hasta dentro de una semana el médico ya no me quiere ver. ¿Qué mejor respuesta me podía dar?

lunes, 21 de abril de 2008

Juan Gelmán - Premio Cervantes 2007

Juan Gelman entiende la poesía como «un árbol sin hojas que da sombra».

PRESENCIA DEL OTOÑO

Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.

Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.

Vete por él, amada.
No soy yo él que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.

http://amediavoz.com/gelman.htm
http://www.sololiteratura.com/gel/gelmanprincipal.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Gelman
http://www.literatura.org/Gelman/Gelman.html
http://www.juangelman.com/
http://www.ideal.es/granada/20080422/cultura/juan-gelman-entiende-poesia-20080422.html

domingo, 20 de abril de 2008

Treinta y cinco años en mi memoria

El viejo "safraig" abandonado

Jorge Sepúlveda - Mirando al Mar


Bajo el palio de la luz crepuscular

cuando el cielo va perdiendo su color

quedo a solas con las olas espumosas

que me mandan su rumor.

*

Ni un lejano barquichuelo que mirar

ni una blanca gaviota sobre el mar

yo tan sólo recordando

la aventura que se fue

la aventura que en sus brazos

amorosos disfruté

bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular.

*

Mirando al mar soñé

que estabas junto a mí

mirando al mar yo no sé qué sentí

que acordándome de ti lloré.

La dicha que perdí

yo sé que ha de tornar

y sé que ha de volver a mí

cuando yo esté mirando al mar.

sábado, 19 de abril de 2008

La Piedra

¿Qué puede medir?
Dos centímetros
¿Qué me quiere decir?
Que una vez fue de un todo mayor
¿Y?
La lluvia, la corriente, el viento,
la vida y el tiempo
la erosionó
¿Dónde estaba?
¿De dónde vino?
A la orilla de mis pies
La marea la arrastró
¿Por qué ésa?
¿Por qué no? Es
una, es única
sólo ella llamó mi atención
¡Pero si no tiene nada!
Sí, tiene, ahora es tuya
te la he regalado yo.
Es gris, es pequeña,
pero ha recorrido tanto,
ha visto tanto mar y
quizás... tanto océano,
como no te lo podré
enseñar yo.

jueves, 17 de abril de 2008

La Mosca que soñaba que era un Águila - Augusto Monterroso

''Había una vez una mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y los Andes.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.'' Cuentos, fábulas y Lo demás es silencio (pág.188)

miércoles, 16 de abril de 2008

Octavio Paz - Espejo

Hay una noche,
un tiempo hueco, sin testigos,
una noche de uñas y silencio,
páramo sin orillas,
isla de yelo entre los días;
una noche sin nadie
sino su soledad multiplicada.

Se regresa de unos labios
nocturnos, fluviales,
lentas orillas de coral y savia,
de un deseo, erguido
como la flor bajo la lluvia, insomne
collar de fuego al cuello de la noche,
o se regresa de uno mismo a uno mismo,
y entre espejos impávidos un rostro
me repite a mi rostro, un rostro
que enmascara a mi rostro.

Frente a los juegos fatuos del espejo
mi ser es pira y es ceniza,
respira y es ceniza,
y ardo y me quemo y resplandezco y miento
un yo que empuña, muerto,
una daga de humo que le finge
la evidencia de sangre de la herida,
y un yo, mi yo penúltimo,
que sólo pide olvido, sombra, nada,
final mentira que lo enciende y quema.

De una máscara a otra
hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco.

Petrus Christus - Joven Muchacha

(1460),Óleo sobre madera. Pintura Flamenca .

lunes, 14 de abril de 2008

L' ECCEHOMO


Mi regalo iba a ser diferente. No me limitaría a ir al Corte Inglés en un rato perdido y conformarme con el primer libro o CD que viera. Lo tenía claro. Quería que diera constancia de lo importante que es para mi.

Lo que más me gusta: el mar. Le mandaría el mar a mi manera. Sé que le gusta. ¿Cómo se manda el mar a una persona que vive en Madrid? En un tarro de arena, pensé, en una piedra, en un relato, en una foto, en una canción. Todo eso pensé. Todo eso hice.

Primorosamente cuidado, a mi humilde modo de ver, el tarro de arena, además de lleno, fue decorado (con mi torpeza artística, todo se ha de saber), con unas breves palabras, inicio de una canción que habla de nombres, que habla de arena, que habla de unos años mozos en los que cada uno pisaba la suya (arena): "En la arena escribí tu nombre (y luego yo lo borré)".

Una pequeña piedra, que la marea había arrastrado a la orilla, sin ser particular sí era única. Lo que enseña "una piedra en el camino"...

Un CD con sabor a pasado, con sabor a presente, con sabor a fado, en cuyo último tema se habla de un barco (abandonado). Ni siquiera éste fue comprado, lo copié, lo dibujé, hasta de él un poema de Lorca saqué.

En una caja y en un sobre presentado. Correo certificado. Sólo el importe del envío valía más que dos CDs.

Una semana después le llamo: - ¿Aún no has recibido mi regalo de cumpleaños?. -Ah! Si! Perdona, el aviso llegó hace días, pero hasta "hoy" no he podido ir a buscarlo. He visto un tarro de arena, el CD aún no lo he podido "ver". Pero disculpa, ahora no puedo hablar, estoy muy liado, luego si eso, te llamo.

Después de esa conversación no llamó. Ni días después ha llamado. De tal modo las gracias me dió.

¿A quién mandé mi regalo? A quién se lo mandé: desapareció. Tal vez nunca existió.

Vestigio de lo que fue

Constancia de lo que no es

sábado, 12 de abril de 2008

El Movimiento del Caballo - Andrea Camilleri

La Concordia

Semanario montelusano

Director propietario:
Salvatore Afflitto

23 de septiembre de 1877
¿QUÉ OCURRE EN LA
DELEGACIÓN DE HACIENDA?
Un pajarito que reovloteaba de tejado en tejado se posó ayer en el nuestro, trayéndonos unas nuevas que podrían ser harto divertidas si no fueran trágicas. Parece ser que el nuevo inspector jefe de los molinos, un tal Giovanni Bovara, llovido aquí desde Reggio Emilia para causar daño, tiene por costumbre vagar de noche por los campos provisto de un catalejo y de por lo menos dos libros de vino del bueno. De tal manera que muy a menudo le ocurre, mirando de reojo a través del catalejo, confundir las luciérnagas con linternas o la sosa con la potasa, si ustedes prefieren. Habiendo sido objeto de justificadas burlas, se ha propuesto vengarse de sus subordinados, haciendo alarde de sus proezas. Desde aqui preguntamos al apreciado delegado de Hacienda, commendator Felice La Pergola (al cual enviamoa nuestros deseos de pronta recuperación),, qué opina él de su inspector. ¿Ignora el apreciado delegado que en el Ministerio de Hacienda de Roma existe el correspondiente departamento de disciplina? ¿No cree llegada la hora de poner a dicho departamento al corriente de las alegres andanzas del inspector jefe Bovara?
(S. Af.) (págs.125-126)

jueves, 10 de abril de 2008

Y sin embargo te quiero - Conchita Piquer


Letra de Rafael de León
Letra de Antonio Quintero
Musica de Manuel Quiroga

Me lo dijeron mil veces,
mas yo nunca quise poner atención.
Cuando vinieron los llantos
ya estabas muy dentro de mi corazón.
Te esperaba hasta muy tarde,
ningún reproche te hacía;
lo más que te preguntaba
era que si me querías.
Y bajo tus besos en la "madrugá",
sin que tú notaras la cruz de mi angustia,
solía cantar:

Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vida,
más que al aire que respiro
y más que a la madre mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de querer,
que las campanas me doblen
si te falto alguna vez.
Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte(bis)
y sin embargo te quiero.

Vives con unas y otras
y "na" se te importa de mi soledad;
sabes que tienes un hijo
y ni el apellido le vienes a dar.
Llorando junto a la cuna
me dan las claras del día;
mi niño no tiene padre,
¡qué pena de suerte mía!
-Anda, rey de España, vamos a dormir.
Y, sin darme cuenta, en vez de la nana
yo le canto así:

Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vida,
más que al aire que respiro
y más que a la madre mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de querer,
que las campanas me doblen
si te falto alguna vez.
Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero,
no debía de quererte (bis)
y sin embargo te quiero.

P.S.: A mi madre y a mis siete años: mi madre cantando esta copla y yo subida a sus tremendos tacones mientras no me veía.

miércoles, 9 de abril de 2008

Silencioso quejido


Y es que el ficus, se está convirtiendo ya en un hombre y a estas alturas de su vida, casi ocho añitos de edad, consigue que sus ramas ya alcancen el piso de arriba.
Quiere la diosa fortuna que el bribonzuelo acaricie la persiana del cuarto de baño. Una persiana que casi siempre está cerrada en invierno y abierta en verano. Como quiera que los días se están desperezando a marchas forzadas, el sol ya se deja caer en la trasera de la casa, donde se encuentra la susodicha ventana.
Quiere la misma diosa de antes, que con la persiana abierta, una se pueda permitir el lujo de darse un baño de rayos solares, mientras está tan ricamente en la bañera.
Y ese fue el empeño, abrir la persiana para que el sol entrara a raudales, pero el ficus empezinado, o mejor dicho una de sus ramas, quiso quitarme esa ilusión. De tal suerte que, a los pocos minutos cuando me disponía a salir de casa, quise averiguar cual era la rama que me traicionó.
Tan obcecada andaba ,y con tanta prisa porque llegaba con el tiempo justo a la cita con mi amiga J.M., que no recordé que acababa de bajar un escalón. ¡Ay torpe de mí! Caí al lado del ficus cuan larga era. Casi le besé el talón. Mis pobres rodillas, al ir a levantarme, protestaron, pidiéndome un respiro. Tal era el sofoco que llevaban encima.
Así que medité unos minutos en silencioso quejido y mientras recogía mi bolso, que había salido lanzado a dos metros de mí y a tres del ficus, me acordé del día en que lo planté y de la madre que lo parió. Triste de mí, me consolé pensando que si se reía, al menos yo no lo oía y al fín y a la postre más me iba a reir yo.

viernes, 4 de abril de 2008

Artemisa Gentileschi - Autorretrato como Alegoría de la Pintura

1630, Óleo sobre lienzo (Tenebrismo)

Rubén Darío - Pasa y Olvida

Peregrino que vas buscando en vano
un camino mejor que tu camino,
¿cómo quieres que yo te dé la mano,
si mi signo es tu signo, Peregrino?
No llegarás jamás a tu destino;
llevas la muerte en ti como el gusano
que te roe lo que tienes de humano...
¡lo que tienes de humano y de divino!
Sigue tranquilamente, ¡oh, caminante!
Todavía te queda muy distante
ese país incógnito que sueñas...
Y soñar es un mal. Pasa y olvida,
pues si te empeñas en soñar, te empeñas
en aventar la llama de tu vida.

jueves, 3 de abril de 2008

Eduardo Mendoza - El Extraordinario Viaje de Pomponio Flato

De camino le pregunto cómo ha sabido de mi existencia y responde que Nazaret es una ciudad pequeña, dónde las noticias y los rumores se difunden a gran velocidad, y que desde la víspera se habla de un romano que ha enfermado buscando unas aguas milagrosas y ahora va por las calles tirándose pedos. Unos dicen que soy un hombre sabio y me llaman rabí o raboni, que en su lengua significa "maestro". Otros me llaman simplemente imbécil.
-¿Y tú? -le pregunté-, ¿qué piensas?
-Yo -dijo Jesús- pienso que eres un hombre justo.
-En eso te equivocas. Yo no creo en la justicia. La justicia es un concepto platónico. No sé si me entiendes: mi inclinación por la filosofía, sólo soy un estudioso de las leyes de la Naturaleza, lo que Aristóteles denomina con propiedad un fisiólogo. Y si algo he aprendido es esto: que la Naturaleza no es justa ni la justicia es parte del orden natural. En el orden natural, al que pertenecemos todos, el animal más fuerte se come al más débil. Por ejemplo, un león, si tiene hambre, se come un ciervo o una ave estruz, y nadie se lo reprocha. Luego, al envejecer, el león pierde sus fuerzas y los ciervos o las aves estruces se lo podrían comer si quisieran. De este modo establecerían la justicia, pero, ¿acaso lo hacen?
-No -dijo Jesús-, porque son hervívoros.
-Pues ahí lo tienes. No hay justicia en el orden natural. Ni en el sobrenatural. También los dioses se comen los unos a los otros. No con frecuencia, bien es verdad. Que yo sepa, sólo Saturno se come o se comió a sus hijos. Pero ya ves que ni siquiera los dioses se libran de la desigualdad. Claro que vosotros no creéis en los dioses. Pero lo del león vale igual para creyentes y no creyentes. ¿Lo has entendido?
-No, raboni.
-No importa. Ya lo entenderás. Y no me llames raboni. (págs. 30-31)

martes, 1 de abril de 2008

Lu ven acá

El paseo se prevee solitario. La tarde apacible y fresca de un martes laborable a las seis así lo pronostica. Hace tiempo que la pesadez en el ánimo me vence. La brisa marina y un poco de ejercicio sólo pueden sentarme bien. La calle silenciosa únicamente recoge el trino y el lejano rumor del tránsito pausado en la carretera.
La cala limpia, vacía se recrea en sí misma. La bordeo con brío mientras recorro el sendero de suave desnivel. Llego a la punta del pequeño promontorio y allí el mar, inmenso mar, abraza a todo aquel que se quiera dejar abrazar. Abajo, en la explanada de hormigón, un solitario canoso motero reflexiona con los pies colgando mirando al oeste, al declive del sol. No bien le dejo atrás oigo que se pone en movimiento, cuando me decido a mirar ya no está. Continúo el paseo, en toda la playa sólo se alcanza a ver un solista (aquel que toma el sol vestido y tumbado).
En el otro extremo hay dos jóvenes con un bebé en pleno parloteo. No callan cuando paso por su lado. Por último, unos metros más allá, cinco o seis aguerridos jugadores luchan con una pelota de volley separados por una red. No hay mucho fragor.
Al llegar al espigón veo que florece una pequeña multitud paseante que contrasta con la quietud anterior. Allá el viento que siempre azota me trae las voces de un pequeño grupo del Inserso que, obviamente, está pasando unos días en la isla.
- ¿A dónde vas? ¡Qué te vas a matar!
Son las palabras que dirige una de las paseantes a un hombre de cierta edad que va haciendo malabarismos sobre las rocas que protegen el espigón.
- ¡Pero no ves que te vas a caer!
Viendo la inutilidad de sus palabras y anticipando la acción que va ha venir añade:
- ¡Mira que pudiste mear en el autocar y no lo has hecho! ¿Por qué no measte antes?
El buen trote que llevo desde que salí de casa ha propiciado mi acercamiento rápido al lugar. Sorprendida en un primer momento termina por añadir dirigiéndose a mí.
- ¿Verdad que los hombres son muy cabezones?
Le sonrío y le doy la razón.
- Pues la verdad es que sí, pero hay también algunas mujeres qué...
No sabe muy bien cómo interpretar las palabras ante lo cual sonríe también.
Dos o tres metros más adelante, el resto del grupo espera a desagüador. Otra de las mujeres me interpela.
- Perdone,¿ éste camino tiene salida?
- No. Llega hasta aquel faro pequeño y luego hay que volver.
- ¡Ah!
Ciertamente el "camino" hasta el faro se ve muy animado, tanto que, cuesta creer que no tenga salida. Al rato me giro y veo que optaron por volverse atrás. No debieron de ver mucho sentido a continuar sus pasos.
Allí siempre hay alguien practicando footing, es un lugar muy idóneo, el aire, la brisa, el paisaje, la quietud, el camino siempre despejado... Suelen ser mujeres, en su mayoría, con sus MP3 y sus cascos, ropa deportiva y buen calzado. Siempre te las cruzas varias veces en el mismo tramo, tal es su ritmo.
La sensación de llegar al faro siempre es la misma: llegar al fín. No hay más remedio que darle la espalda al sol y volver, pues está orientado al oeste. Allí los ocasos, aunque no por el mar, resultan siempre dignos de ver.
Al regreso la playa está aún más vacía. Hacia la mitad adelanto a un par de mujeres que pasean a sus perros. LLevan las correas en las manos. Los perros, sueltos, se olisquean y corren libres, unos metros adelantados. Ya cuando los alcanzo uno de ellos se me acerca y ajustando su andar me acompaña en mi trote.
-¡Lu, ven acá!
Lu está demasiado entusiasmado como para hacer caso, así que desoyendo la voz de su ama, me sigue algo rezagado. Las llamadas al principio esporádicas aumentan en número y volumen.
-¡Lu ven acá!
Cómo no hay respuesta alguna del can acompañante, la compañera del ama se une a la llamada.
-¡Lucas ven acá!
¡Ajá¡ Se trataba de Lucas... el nombre me hace gracia. Yo también debo de hacerle gracia a Lucas porque me sigue de cerca. Ya he subido la escalera con un sólo escalón de diferencia. Oigo a mis espaldas que la dueña ha echado a correr detras de mi nuevo compañero. Decido pararme para que pueda alcanzarle. Ahí está Lucas, unos metros por delante de mí, olisqueando las matas.
- ¡Gracias! ¡Es un perro cabezota! ¡Le suelto para que corra y mira lo qué hace!
Me dice sofocada, le falta el aliento y las mejillas se le ven arreboladas. Lucas, manso, tras mear se deja coger y regresa sobre sus pasos pues llegó demasiado allá.
Termino de llegar a casa pensando en Lucas, en los del inserso y que en el autocar se podía mear.