lunes, 31 de enero de 2011

domingo, 30 de enero de 2011

The killer inside me & Una furtiva lagrima

   A veces el cine te lleva a la literatura y otras te conduce a la ópera. Ésta ha sido una de esas veces. The killer inside me (El asesino que hay en mí¿?) traducida por El demonio bajo la piel (The devil under the skin¿?) me impactó anoche de tal modo que ya estoy impaciente por conseguir la novela. 
   Basada en la obra del mismo título de Jim Thompson, nos adentra en una historia de sexo y violencia como pocas. Enmarcada dentro de la novela negra, no es una historia visual contada al uso. Tomamos como punto de partida que el narrador y protagonista es un asesino de aspecto inocuo, cuyo pasado (esbozado a ráfagas a modo de flashback) le predeterminará a cometer ciertos actos impensables. Amparándose en su cargo (sheriff) y su  atractivo y encantador aspecto físico, irá eludiendo su  culpabilidad; al tiempo que irá hundiéndose cada vez más en una historia sórdida de sexo, violencia, poder, dinero y muerte. La inocencia llegada de la mano de un pequeño ratero, fundamentalmente, no tiene ninguna cabida aqui y el amor, que pudiera parecer a priori el leif motiv de tal desenfreno, solo viene refrendado por una álgida pre-escena final en la que suena el aria de Donizzeti y que te prepara para algo aunque, después de todo, no sabes muy bien para qué: 'Cuanto tiempo sin vernos. Cuanto tiempo sin vernos' dice el protagonista. Lo demás será mejor que lo veas y después decidas, por qué o por quién es esa lágrima furtiva.  Tengo mi propia opinión, pero no será hasta haber leido la obra original cuando pueda defenderla
P.S.: Cassey Affleck ya se ganó mi admiración con su interpretación en 'Adios, pequeña, adios' en la que actuaba bajo la dirección de su propio hermano. También es encomiable su papel en 'El asesinato de Jesse James por el cobarde de Robert Ford'. Pero en esta pequeña joya cinematográfica, muy dura de tragar en algunas escenas, sencillamente lo borda. Interesante es verla en versión original, y así poder valorar hasta que punto la voz meliflua que le da al personaje acentúa, más si cabe, su locura. 


viernes, 28 de enero de 2011

Con Anuncio - Rosa Ribas

'Soy una cobarde'. Llenó el hervidor de agua y dejó que el borboteo del líquido cubriera por un momento las voces en la radio. 'Una cobarde.' Sacó la taza del armario y puso el filtro de cerámica encima. 'Una gallina.' Metió el filtro de papel dentro y echó dos cucharadas colmadas de café. Un chasquido metálico anunció que el agua había alcanzado la temperatura. 'Cobarde, gallina, capitán de la sardina', decía una vocecita burlona que conocía desde los juegos de los agostos de su infancia en Allariz. Vertió el agua lentamente procurando que el café molido no se quedara pegado al filtro. 'Soy una cobarde. Una cobarde, gallina, capitán de la sardina'.
Y saberlo y confesarlo por toda la cocina no conseguía robarle el buen humor de esa mañana. Había dormido mucho. La ventaja de trabajar en un caso menor. Había dormido mucho y no se había levantado con Jan, que a las ocho ya tenía que estar en el Gymnasium.
Justo la hora a la que se había levantado ella, cuando hacía un buen rato que había oído en su duermevela que Jan cerraba con cuidado la puerta al salir para no despertarla. Había dejado tras él una mezcla de olores a gel de ducha, té y tostadas, que había percibido placenteramente desde la cama acompañados de sonidos amortiguados por la puerta cerrada del dormitorio. El agua de las duchas interminables de Jan, con cinco, ¿o eran cuatro?, cambios de temperatura, algo que había aprendido de su padre, un zoólogo fanático del naturismo y de los baños Kneipp. Si ella había aprendido algo al respecto lo había hecho de su madre y su '¿Está calentita el agua, neniña?'. Después eschuchó como hervía el agua para el té.
Antes del viaje de Jan a Australia, esta disparidad era parte de su vida, de sus bromas, a veces de sus discusiones. Ahora no era más que una constatación, un fragmento de la cotidianeidad que habían perdido y no conseguían rehacer. Tras un reencuentro dramático y apasionado -¿qué hubiera pasado si los hubieran pillado en el lavabo de hombres en el aeropuerto?-, tras ese fogonazo llegó el día después, el que nunca sale en las películas, en el que cometieron el error de acordar tácitamente que no se hablaría del asunto.
Ahora, un agujero de silencios y suposiciones amenazaba con romper el tejido de su relación. Por alguna causa, no conseguían repararla. Quizás era más bien su culpa, pensó, porque se había cerrado en banda a todo lo que tuviera que ver con aquel tiempo. Por más que Jan insistiera, no quería ni ver las fotos de Australia. Aquel rechazo visceral que abarcaba todo lo que estaba relacionado con el viaje, su abandono, como ella lo sentía. No soportaba oír hablar de Australia, de la moto, ni del paisaje, y menos aún de la gente que había conocido allí con la que ahora mantenía correspondencia por correo electrónico. Le mencionó una vez que había invitado a un tal Bob y a una tal Judith a visitarlos a Fráncfort. Se obligó a escucharlo con amable atención mientras hablaba de ellos, pero no se pudo contener cuando le contó que planeaba llevarlos a recorrer el país en moto.
-Será sin mí.
Lo había dicho antes de encogerse de hombros, darse media vuelta y dejarlo con la palabra en la boca.
¿Injusto? Sí. Lo sabía. ¿Exagerado? Puede. Pero era una reacción fóbica, se decía, y todas las reacciones fóbicas parecen exageradas. Si no lo fueran, no serían fóbicas. Y de eso ella sabía más que él.
Desde entonces vivían en una especie de estado de excepción. Se trataban mutuamente como si fueran sensibles mecanismos de relojería conectados a una bomba. Evitaban los temas conflictivos, pero con el tiempo todos los temas devinieron problemáticos. Las cuestiones no resueltas contaminan todo cuanto las rodea, pueden asomar de forma intempestiva detrás de un tema en apariencia más inocuo.
Como ese olor a té, que le molestaba. ¿Cómo puede alguien empezar el día con eso?(Págs. 83-85)

La pesadora de Oro - Pieter de Hooch

Archivo:Pieter de Hooch 005.jpg
1664, Óleo sobre lienzo (Pintura Holandesa Barroca)

domingo, 23 de enero de 2011

El Hincha


¿Te han recibido alguna vez con el claro sonido de las trompetas de plata? (De Gondor)
Algunos tienen el privilegio de tener un papi, que se desmonta soplando, con una vuvucela zulú en el Ripollès, cuyo claro sonido alcanza las más altas cumbres del Pirineo.(Ahí es ná!)

Pablo Neruda - Eres toda de espumas delgadas y ligeras...

Eres toda de espumas delgadas y ligeras
y te cruzan los besos y te riegan los días.
Mi gesto, mi ansiedad cuelgan de tu mirada.
Vaso de resonancias y de estrellas cautivas.
Estoy cansado, todas las hojas caen, mueren.
Caen, mueren los pájaros. Caen, mueren las vidas.

Cansado, estoy cansado. Ven, anhélame, víbrame.
Oh, mi pobre ilusión, mi guirnalda encendida!
El ansia cae, muere. Cae, muere el deseo.
Caen, mueren las llamas en la noche infinita.

Fogonazo de luces, paloma de gredas rubias,
líbrame de esta noche que acosa y aniquila.

Sumérgeme en tu nido de vértigo y caricia.
Anhélame, retiéneme.
La embriaguez a ]a sombra florida de tus ojos,
las caídas, los triunfos, los saltos de la fiebre.
Ámame, ámame, ámame.
De pie te grito! Quiéreme.
Rompo mi voz gritándote y hago horarios de fuego
en la noche preñada de estrellas y lebreles.
Rompo mi voz y grito. Mujer, ámame, anhélame.
Mi voz arde en los vientos, mi voz que cae y muere.

Cansado. Estoy cansado. Huye. Aléjate. Extínguete.
No aprisiones mi estéril cabeza entre tus manos.
Que me crucen la frente los látigos del hielo.
Que mi inquietud se azote Con los vientos atlánticos.
Huye, Aléjate. Extínguete. Mi alma debe estar sola.
Debe crucificarse, hacerse astillas, rodar,
verterse, contaminarse sola,
abierta a la marea de los llantos,
ardiendo en el ciclón de las furias,
erguida entre los cerros y los pájaros,
aniquilarse, exterminarse sola,
abandonada y única como un faro de espanto.

Any Other Name - Thomas Newman

American Beauty

Girona Mon Amour

La vida nos lleva, a veces, por rutas inesperadas abriendo así otros horizontes que, ajenos a nuestro devenir, nos acogen con sus tesoros. Hete aquí, medio escondidos, unos de los mayores tesoros de Girona: la Catedral de Santa Maria y el río Onyar. Hete aquí uno de mis mayores tesoros: desafiante y rotunda, con el equipaje a cuestas y un futuro abierto, como nunca, al destino.
Girona, mon amour, cuida de mi niña.

viernes, 21 de enero de 2011

Lo que mi cámara no ve

Nevando en Palma

   Acababa de aterrizar en la isla bajo un pronóstico metereológico desolador: alerta por lluvia y nieve a nivel del mar. Cualquier isleño que se precie, ante este anuncio atmosférico, no dudará en ponerlo en duda (valga la rebuznancia); y, aún imaginándose que tal situación se pudiera dar, irresistiblemente se alegraría de la misma.
   Fue durante el trayecto en autobús del aeropuerto hasta la ciudad cuando empezó a llover, pues un límpido azul celestial me acogió mientras aterrizaba. Una vez apeada del transporte público (irreprochable), las primeras gotas sorprendieron a mi trajinada gabardina.
   Al cruzar el paso de cebra que véis,  unos valientes copos dieron la razón a los metereólogos y alegraron el día a los palmesanos; pues son contadas las veces  que la ciudad se viste, al menos por unos instantes, de blanco.
   Eso quise captar con el ojo del móvil, pero no pudo ser, ni siquiera ampliando la toma se aprecia un asomo. No obstante, éste es el recuerdo que quedará del día de mi aterrizaje: un día en el que en Palma nevó.
   También os puedo contar que, unas horas más tarde, el sol volvió a lucir, dejando atrás ese espejismo anhelado que pocos palmesanos tuvimos el privilegio de sentir pero del que, a las pocas horas, todos supieron y celebraron.

lunes, 17 de enero de 2011

Rafael Alberti - Retornos del amor en las arenas

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.
Van voluntariamente lentas, entrelazándose
nuestras sombras descalzas camino de los huertos
que enfrentan los azules de mar con sus verdores.
Tú todavía eres casi la aparecida,
la llegada una tarde sin luz entre dos luces,
cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,
pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.
Tú todavía eres aquella que a mi lado
vas buscando el declive secreto de las dunas,
la ladera recóndita de la arena, el oculto
cañaveral que pone
cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando
la alta temperatura de las odas felices,
el corazón del mar ciegamente ascendido,
muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.
Todo nos mira alegre, después , por las orillas.
Los castillos caídos sus almenas levantan,
las algas nos ofrecen coronas y las velas,
tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

martes, 11 de enero de 2011

Elisabeta, Love Remembered - Wojciech Kilar, Coppola & Stocker

 
 Al cruzar palabras estos días con Elizabetta no he podido dejar de acordarme de su tocaya literaria y protagonista de una de las historias de amor más desgarradora de todos los tiempos.
Quién se haya acercado a las páginas de Stoker conocerá de primera mano la esencia de Drácula y no dejará de conmoverse por el motivo que justifica  su razón de ser: 'el amor'. 
Un amor trágicamente perdido como consecuencia directa de una matanza indiscriminada en nombre de Dios. Una matanza que  retomará a través de los tiempos, contraviniendo las leyes de ese mismo Dios, con la única y exclusiva finalidad de reunirse en vida con su amada.
Me he acercado a esta historia como muchos de vosotros a través del séptimo arte. Un arte que, si bien hizo un gran daño al personaje, consiguió al tiempo perpetuarlo en nuestra memoria. ¡Cuántas pesadillas infantiles le deberé! Ver a aquel vampiro que únicamente la estaca en el corazón era capaz de aniquilar. Un vampiro seductor de inocentes doncellas que morían irremediablemente por sucumbir a sus siniestros encantos. Cuántas veces no habré echado de menos tener una cabeza de ajos en mi mesilla que me salvara 'en caso de que...'
Menos mal que llegó Coppola y le hizo justicia; menos mal que Oldman y Winnona consiguieron unas interpretaciones irreprochables; con unos secundarios de lujo; una ambientación y atmósfera insuperable; y un tema musical que consigue retrasmitir una melancolía infinita.
Y menos mal que está ahí la obra original, alcance de nuestra mano, para trasladarnos a un espacio  atemporal donde el amor lo justifica todo por encima de Dios y el Mundo.

Riña de Gatos, Madrid 1936 - Eduardo Mendoza

No obstante, la parálisis producida por este desconcierto estaba destinada a durar poco.Una imperiosa exclamación a sus espaldas le produjo tal sobresalto que estuvo en un tris de volver a caerse.
-¡Baje de ahí ahora mismo, majadero!
Más por el susto que por instinto de conservación o por cálculo, Anthony se dio impulso con los brazos para salvar el muro y huir de quien le interpelaba, y se precipitó de cabeza al jardín.
La tierra de unos arrayanes esponjada para la siembra primaveral amortiguó el golpe. Magullado pero incólume, el inglés gateó hasta refugiarse detrás de un seto. Todo ocurrió con tanta rapidez que, cuando Paquita miró en la dirección de donde provenían el ruido y la voz, sólo alcanzó a ver a un desconocido que asomaba la cabeza y los hombros por encima del muro. Una aparición tan inesperada y el rostro congestionado del hombre asomado al muro le causaron un espanto incrementado por el profundo ensimismamiento en que se hallaba. Lanzó un grito y, sin atender a la llamada del intruso y al ruego de que no diera la alarma, corrió hacia la puerta de la casa. Ésta ya se abría al mayordomo, alertado por el grito de Paquita, salió al jardín empuñando una escopeta de caza. Con la rapidez y la agudeza de un perro de presa bajó la escalera, miró a su alrededor, descubrió al intruso, se llevó la escopeta a la cara y le habría descerrajado un tiro si Paquita no le hubiera detenido con una exclamación.
Sin dejar de apuntarle, el mayordomo ordenó al intruso levantar las manos, a lo que respondió éste que no podía hacerlo sin caerse a la calle. Esta sensata aclaración la hizo mirándo hacia el jardín y la repitió a renglón seguido  girando la cabeza, porque también era válida para los mecánicos, que al oír el grito habían abandonado su puesto junto a los automóviles y corrían por la callejuela pistola en mano, instando al intruso a entregarse.
La situación se habría prolongado si de la casa no hubiera salido al cabo de poco el señor duque, acompañado de los tres generales. A una muda interrogación del amo, respondió el mayordomo señalando con el el doble cañón de la escopeta al intruso asomado al muro.
-¡Cáspita! -exclamó el duque al descubrir la insólita figura-. ¿Quién es ese tío y qué hace ahí encima, con medio cuerpo dentro y medio afuera?
-No lo sé, excelencia -repuso el mayordomo-, pero si su excelencia me da permiso, le vuelo la cabeza y luego vemos.
-¡No, no! ¡Nada de escándalos en mi casa, Julián! ¡Y menos hoy! -agregó señalando a los tres generales situados a su espalda.
Con esto la situación volvió a estancarse hasta que, saliendo de su aparente indolencia, el general Franco tomó la iniciativa, se acercó al muro y se dirigió al intruso con su timbre de voz agudo y tajante.
-¡Usted, quienquiera que sea, salte el muro y baje al jardín de inmediato!
-No puedo -respondió el interpelado-. Soy mutilado de guerra, mi general.
-¿Mi general? -exclamó Franco- ¿Acaso sabes quién soy?
-Ojalá no lo supiera, mi general, pero lo sé muy bien. Tuve el honor de combatir a sus órdenes en Larache. Allí fui herido, ascendido, condecorado y retirado del servicio activo. En la actualidad estoy adscrito a la Dirección General de Seguridad. Capitán Coscolluela, siempre a sus órdenes. Y, por favor, diga a los de afuera que no me disparen.
Para no ceder a su colega todo el protagonismo, sonó la voz tonante de Queipo de Llano.
-¡Guardad las armas, so capullos! ¿Queréis que se entere todo Madrid? Y tú, el de la tapia, ¿dónde has dicho que estabas destinado?
-En la Dirección General de Seguridad, mi general, a las órdenes del teniente coronel Marranón -repuso el capitán Coscolluela.
-¡Pues me cago en la leche! ¿Qué os había dicho? El cabrón de Azaña nos ha hecho seguir.
-A ustedes no, mi general -protestó el capitán Coscolluela-. A un inglés.
-¿A un inglés? -dijo Mola-. ¿Un inglés en casa del señor duque de Igualada? ¿Tú nos tomas por tontos?
-De ningún modo, mi general.
-Bueno -dijo Queipo de Llano-, quizá darle el paseo no sea tan mala idea, después de todo. Tanto si nos está vigilando como si ha venido por otro asunto, cuando dé el parte saldremos citados.
Mola meditaba, ceñudo, acariciándose el mentón.
-¿Eso hará, capitán? -preguntó.
-No, mi general. Yo sólo he de informar sobre los movimientos del inglés.
-¿Y quién es ese dichoso inglés? -preguntó Franco-. ¿Un espía?
-No, mi general: es un profesor, o algo por el estilo.
Espectadores del interrogatorio, el duque y Paquita, cada uno por razones distintas, se abstenían de corroborar las afirmaciones del capitán. Desde su escondite, Anthony seguía el desarrollo de aquella farsa que había provocado y en la que participaban todos menos él. Por mucho que la proximidad física de Paquita le nublase el entendimiento, comprendía la imposibilidad de tener una entrevista a solas con ella por el momento y la imperiosa necesidad de abandonar el palacete antes de ser descubierto o de que el capitán Coscolluela convenciese de su existencia real a los generales.
Si conseguía rodear al grupo al amparo del seto, tal vez podría aprovechar la confusión reinante en aquel momento para cruzar el cenador, subir la escalinata y meterse por la puerta de la casa, que el úultimo en salir había dejado entornada. Una vez dentro, con un poco de suerte, podía encontrar la puerta del sótano, donde estaba el cuadro, esconderse allí y esperar a la noche. Entonces saldría al jardín y escalando el muro se pondría a salvo.
El plan era descabellado, pero la primera parte resultó más fácil y afortunada de lo previsto: todos los presentes tenían puesta su atención en el capitán Coscolluela y éste,  frente al cual había de recorrer un trecho al descubierto, sólo tenía ojos para su antiguo jefe, que en aquel preciso instante le dirigía una encendida arenga.
-¡Escuchéme bien, capitán! Sea cual sea el cargo administrativo que esté desempeñando, usted sigue siendo un oficial. ¡Un oficial del Ejército español! ¿Me ha entendido? ¿Sí? Pues entonces sabrá a quién debe obedecer y a quién no, y no sólo por la autoridad inherente a nuestra graduación, sino porque una orden contraria a nuestros intereses, por ser indigna, no la debe cumplir un oficial de nuestro glorioso Ejército. ¡España está en peligro, capitán! El movimiento comunista sólo espera una orden de los sóviets para desencadenar la revolución y aniquilar España. ¡Capitán Coscolluela! Un español sólo debe lealtad a España, y  los aquí presentes representamos a España.
-¡Desconfíe de las imitaciones! -añadió Queipo de Llano con un ligero tono burlón que mortificó al autor de la arenga -. Y no olvide que cualquier pared se puede convertir en paredón.
Al sonar esta ominosa chanza, Anthony alcanzó la puerta, se coló por la abertura y se encontró en un distribuidor cuadrado del que arrancaba un pasillo. (Págs. 294-298)

sábado, 8 de enero de 2011

Junio ardiente - Frederic Leighton

1895, Óleo sobre lienzo (Pintura Victoriana)
Sol Ardiente de Junio 

Ésta puede considerarse la obra maestra del Lord Frederick Leighton. Este bellísimo óleo fue subastado en 1960, por solo 140 dólares. Tres años después Luis A. Ferré, filántropo y empresario puertorriqueño, en un viaje por Europa encontró este magnifico cuadro en una galería de Ámsterdam, olvidado en un rincón. Impresionado por su belleza, lo compro por 6.000 $. En la actualidad su valor supera los varios millones y es la obra más célebre del museo de San Juan de Puerto Rico, fundado por Ferré.
Aquí Leighton muestra a una joven dormida, inspirada en los patrones estéticos griegos. Se ha convertido en todo un símbolo del arte lírico basado en la idealización y la evasión de la realidad de fin de siglo. Destila cierto clasicismo que evoca a la diosa de la fertilidad y la belleza, Venus. Resulta curioso que Leighton representara en la esquina superior derecha una adelfa. Esta planta, También conocida como laurel de flor, baladre o trinitaria, es muy venenosa, tanto que incluso el olor de sus flores puede provocar dolor de cabeza y malestar. Elizabetta Puig

miércoles, 5 de enero de 2011

Estar en ti - Antonio Gamoneda

Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.

Ni tú ni yo. ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía.
                                         Ahora
siento la libertad.
                         Esparce
tus cabellos.
                  Esparce tus cabellos.

sábado, 1 de enero de 2011

Y la cajera lloró

A tí lector que te sé sensible te pondré en antecedentes porque los mereces.
Demos por hecho que estas Fechas tienen la particularidad de volvernos más introspectivos, las afrontamos con cierta disposición o indisposición, pero nunca con indiferencia. Son días que marcan el calendario de nuestra vida, sabiendo que cada año son y estan. Semanas que nos sirven para hacer balance y formular propósitos. Para agasajar al padre, al hermano, al amigo; también para agasajarnos a nosotros mismos. El deleite del paladar, de la exhibición de nuestra persona y el despilfarro, más o menos ordenado, de nuestros bienes materiales. ¿Cómo organizo las comidas? ¿Qué menú tomaremos? ¿Cómo me voy a vestir? ¿Qué voy a regalar? ¿Qué voy a pedir? Muchas son las incognitas que tendremos que despejar en la ecuación de la Navidad. Algunos elevan estas ecuaciones hasta el infinito y más allá, mostrándo al final una amargura que le supera aún a su pesar. Bien porque en el fondo maldita la gana que tenían de resolver este dilema, bien porque el resultado no cubre sus apuestas. Así pues, sumergidos en este torbellino, es improbable salir incólumes, pues los sentimientos que normalmente se limitan a comparños en nuestro día a día, suelen adueñarse un poco de nosotros mismos, y volverse hasta un poco tiranos, si me apuras. Estos son los antecedentes y esta es la historia:
Antes de ayer por la tarde.noche me acerqué hasta el súper en busca de pan para la cena. Pan que se terminó conviertiendo en tres bolsas abarrotadas de géneros varios, más o menos prescindibles, a la hora de pasar por la caja. Me coloqué en una fila, y una de las chicas me sugirió que me pusiera en la de al lado, vacía, para no tener que esperar. Gustosamente lo hice. Mientras ella cobraba y yo guardaba la mercancía, la cajera de al lado le dijo textualmente: '¡Ay mi chocho gordo que hoy no ha merendado!', al tiempo que le daba un enorme beso-abrazo.( Hago aqui una puntualización para aquel lector que no sepa que muchos andaluces utilizan la expresión 'chocho' para dirigirse cariñosamente a una mujer y que no tiene una connotación soez, ni grosera, a pesar de lo que pueda parecer.) Tanto la homenajeada como yo, repetimos a la vez '¿gordo?'. Pues es I. una mujer menuda y delgada. La aduladora, se limitó a sonreirle y simular un pellizco complice en la mejilla, después se perdió por alguno de los pasillos del supermercado, pues a aquella hora no había nadie más pendiente de pasar por  caja. Cual no fue mi sorpresa al observar que unas lágrimas irrefrenables asomaban a los ojos de quien me estaba preguntando con trémula voz si tenía la tarjeta Travel a la hora de pagar. Visto lo visto, y oído lo oído, no pude refrenar mi lengua y preguntarle qué le pasaba. Mientras ella me contestaba que no era nada, se le iba poniendo la naríz más y más colorada, y los ojos más y más anegados. De veras que me sentí fatal, y ella lo debió percibir así pues se animó a contarme el motivo: 'Lloro por el gato'. Yo dí un respingo interior, y me pregunté si esa era la respuesta que me merecía por meterme donde no me llamaban, pero continuó hablando:
 - Estaba enfermo. Dicen que tenía SIDA. Que podía infectar a los demás gatos. Yo no me lo creo. Yo le daba cada día de comer, y cuando salía a tomarme la merienda, siempre estaba conmigo. Pero es mentira. Lo han matado porque era más barato matarlo que curarlo. He hablado con el veterinario que le puso la inyección. Le he pedido que me enseñara los análisis que dijeran que tenía SIDA. No me ha enseñado nada. Estaba enfermo y era más sencillo matarlo que cuidarlo. Pero ya está. Es una tontería ¿lo ves?Sólo era un gato.'
Mientras me iba contando balbuciente esta historia, yo no dejaba de pensar en la Rumana apostada a diario frente a las puertas del supermercado pidiendo limosna, como en ese mismo instante. Intentaba sacar conclusiones morales a toda prisa, porque os aseguro que no sabía ni qué cara poner, ni qué decir. Pensad que todo esto sucedió en poquísimos minutos. Que en un plis-plas, había pasado de la sonrisa que me provocó oir  la expresión 'chocho gordo' a la estupefacción provocada por la frase 'lloro por el gato'. Una cosa era bien cierta, estábamos en vísperas de Noche Buena y la mujer estaba muy emocionada, así que no pude evitar darle 'el pésame' que en ese momento necesitaba oir; no pude llamarla 'chocho gordo', ni le pellizqué cariñosamente la mejilla, pero estaba claro que quien lo había hecho había acertado. Ya al dirigirme hacia el coche y pasar por delante de la mujer, que sentada en la oscuridad y al frío de la noche, seguía alargando sin mucha convicción la mano pedigüeña; me zambullí de nuevo en la dicotomía de la realidad: ¿cómo llorar tan amargamente por un gato callejero cuando la necesidad humana llamaba tan palpablemente a las puertas del supermercado a diario? En esas tribulaciones anduve conduciendo hacia casa, pero de pronto se encendió la bombilla, el quit de la cuestión no estaba en que hubieran matado al gato, el quit de la cuestión estaba en que el gato estaba enfermo, y a causa de esa misma enfermedad le habían puesto la inyección fatal. Quizás os preguntéis cómo llegué a la conclusión y os lo voy a aclarar: I. tiene una hija de diecisiete años con necesidades educativas especiales. Mucho debe haber luchado y sufrido por ella a lo largo de este tiempo y no albergo la menor duda del paralelismo que aún inconscientemente estableció. 'Era más barato matar al gato que curarlo' dijo con hondo pesar. Quizás con un oscuro temor por el futuro de su hija, pues corren tiempos en que la belleza y perfección del cuerpo han alcanzado unas cotas absurdas en nuestra sociedad. Fue en este momento cuando ví claramente que la piedad que ella sentía no era ni frívola, ni exagerada, porque al fin y a la postre, tal vez y digo tal vez, la Rumana tenía más posibilidades de salir adelante que el gato. 

En estos días tan señalados Felices Fiestas.
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P.S.: Wara, tú que eras tan amante de las letras, donde quiera que estés, espero que hayas disfrutado de éstas.

Pinturas Celestes (I)

Diciembre 2010