domingo, 21 de febrero de 2010

Shutter Island - Martin Scorsese

 Este lugar hace que me pregunte 
¿qué sería peor, vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno?

jueves, 11 de febrero de 2010

Mayte Martín - Procuro Olvidarte


Procuro olvidarte
siguiendo la ruta de un pájaro herido
procuro alejarme
de aquellos lugares donde nos quisimos
me enredo en amores
sin ganas ni fuerzas por ver si te olvido
y llega la noche,
y de nuevo comprendo que te necesito.

Procuro olvidarte
haciendo en el día mil cosas distintas
procuro olvidarte
pasando y contando las hojas caídas
procuro cansarme
llegar a la noche apenas sin vida
al ver nuestra casa tan sola y callada
no se lo que haria.

Lo que haría porque estuvieras tú
porque siguieras tú conmigo
lo que haría por no sentirme asi
por no vivir así, perdido

Lo que haría porque estuvieras tú
porque siguieras tú conmigo.
lo que haría por no sentirme así,
por no vivir así, perdido...

Procuro olvidarte
siguiendo la ruta de un pájaro herido
procuro alejarme
de aquellos lugares donde nos quisimos
me enredo en amores
sin ganas ni fuerzas por ver si te olvido
y llega la noche,
y de nuevo comprendo que te necesito.

Procuro olvidarte
haciendo en el día mil cosas distintas
procuro olvidarte
pasando y contando las hojas caídas
procuro cansarme
llegar a la noche apenas sin vida
al ver nuestra casa tan sola y callada
no se lo que haria.

Lo que haría porque estuvieras tú
porque siguieras tú conmigo
lo que haría por no sentirme asi
por no vivir así, perdido

Lo que haría porque estuvieras tú
porque siguieras tú conmigo.
lo que haría por no sentirme así,
por no vivir así, perdido...

Stefan Zweig - Carta de una Desconocida

Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que siempre fue tuya desde la primera hasta la última hora. No te inquietes por mis palabras; una muerta ya no quiere nada, no quiere ni amor ni compasión ni consuelo. Sólo quiero una cosa de ti, que creas todo lo que te confiesa mi dolor, un dolor que sólo busca amparo en ti. Lo único que te pido es eso, que creas todo lo que te cuento: uno no miente en la hora de la muerte de su único hijo. (Pág. 8)

lunes, 8 de febrero de 2010

Exquisito Rollo de Carne Con Verduras y Piñones

Receta: Próximamente

El Maestro de Almas, Irène Némirovsky

   
-¡Pche! ¡Cállate! -le ordenó Dario-. ¡Pche! -repitió. Para expresar desprecio en los momentos de emoción, cuando olvidaba los buenos modales, soltaba aquel bufido de gato salvaje-. Pero ¿sabes lo que estás diciendo? ¡Muérete de hambre, como yo, con una mujer y un hijo en los brazos! ¡Sabiéndote abandonado, sabiéndote solo, sin nadie para ocuparse de los tuyos si mueres, sin familia, sin amigos, sospechoso ante todos, extranjero! Cuando hayas visto morir a tu primer hijo casi de hambre, cuando tengas otra miserable boca que alimentar (¡la tuya, Daniel), cuando hayas pasado semanas pegado a la ventana esperando pacientes que no vienen, cuando te hayas arrastrado de Belleville a Saint-Ouen para pedir lo que te deben sin conseguir un céntimo, cuando tus vecinos te llamen sucio extranjero, meteco y charlatán sin que hayas hecho nada para merecerlo, entonces podrás hablar de dinero y éxito con conocimiento de causa. Y si entonces dices 'No necesito dinero', te respetaré, porque sabrás de qué tentación hablas. Pero hasta entonces, ¡cállate! ¡Sólo un hombre tiene derecho a juzgar a otro hombre!
   -No hablamos el mismo idioma -murmuró Daniel-. Apenas somos de la misma raza.
   -Yo también creía que no era de la misma raza que mi padre, sino de otra infinitamente superior. Tú me has enseñado lo contrario. Son cuestiones que sólo el tiempo puede ayudar a resolver.
   Darío se acercó y le besó la frente con suavidad, sin que pareciera advertir el estremecimiento de su hijo. Con firme ternura, lo obligó a tomarse el somnífero y se marchó con sigilo, como había llegado. (Pág. 202)

sábado, 30 de enero de 2010

Los Niños de Sukhavati - Jostein Gaarder

La hierba de las lágrimas no ha estado siempre en Sukhavati -dijo-. Una vez hace mucho, muchísimo tiempo, llegó la hermosa Lakshmi del país Lokeshvara, al oeste de Sukhavati. Es un país tan luminoso y vivo como el Mundo... Lakshmi trajo con ella dos gemelos, y esos gemelos erais vosotros. Pero ella os perdió en Sukhavati, os habíais perdido en el enorme montón de piedras delante de la montaña Sunyata. Lakshmi buscó sin cesar a Lik y Lak sin encontrarlos. Al final tuvo que dejaros, ya que de lo contrario no hubiera podido regresar jamás a su país. Lloraba desconsoladamente cuando tuvo que marcharse, y una de sus lágrimas cayó en la ladera de la montaña Sunyata. Esa lágrima se convirtió en la Hierba de Lágrimas...
Oliver miró muy serio a los dos niños. Lo que les estaba contando había sucedido hacía tanto tiempo que ellos no podían recordarlo. Permanecían callados, escuchando lo que Oliver les estaba contando...
-Tuvimos que prometer cuidar de los dos niños cuando los encontráramos. Y así hemos hecho desde que caen lágrimas de la Flor de Cristal. Pero las perlas de cristal no sólo hicieron que empezáramos a contar el tiempo, sino que tenían un poder mágico que nos capacitó para crear un día El Gran Cuento.
Los niños de Sukhavati permanecían sentados, mirando al infinito. Así que no habían estado en Sukhavati durante toda la eternidad...
-Pero hay algo más -prosiguió el anciano-. El Mundo no se creó para nada. El Gran Cuento se creó para que vosotros tuvierais un hogar parecido al país del que un día salisteis. He intendo recordar todo lo que la hermosa Lakshmi contó sobre Lokesvara, y recrear aquel país desconocido. De esa forma Lashmi logró, de alguna manera, llevaros a casa a pesar de todo. (Págs.133-134)

martes, 26 de enero de 2010

La Ira del Fuego - Henning Mankell

Lydia se fue a dormir. Como Sofia ya había recogido sus escasas pertenencias se quedó un rato junto al fuego. Enseguida oyó que Lydia se había dormido.
Sofía estaba sentada mirando las llamas. Y ahora aparecían todas las caras con claridad. Ahí estaba Hapakatanda. De pronto Sofía pudo verse a sí misma de muy pequeña. La levantaban muy alto por encima del suelo y Hapakatanda le enseñaba el sol. Ahí estaba Muazena, ahí estaba Maria. Sofía pensó que quizá no importaba mucho estar vivo o muerto. De todos modos pertenecías a la misma familia.
Ahora comprendía cuál era el secreto del fuego.
Era en él donde podía encontrarse con todos los que le pertenecían. Ya estuviesen vivos o muertos, ya vivieran cerca o en algún lugar lejano. En el fuego todo quedaba guardado. (Pág. 137)

miércoles, 20 de enero de 2010

Morning Passages - Philip Glass

El Recien LLegado - Marco Vichi

A las nueve y veinte llamaron a la puerta. Era Fabiani. Cruzó el umbral con timidez, olfateando el aire.
-Buenas noches, comisario, esto es para usted -dijo, ofreciéndole un paquete con un lazo.
-No tenía por qué hacerlo.
-No es nada.
Fabiani se quitó el abrigo y con manos un poco temblorosas lo puso en el colgador. Bordelli abrió enseguida el regalo. Era el nuevo libro de Primo Levi, La Tregua.
-Me ha leído el pensamiento -dijo Bordelli.
Al acabar la guerra había comprado el primero y al leerlo se había quedado impresionado. Le dió las gracias a Fabiani y le acompañó a la sala. El televisor había perdido la sintonía y crujía. Bordelli lo apagó. Fabiani observó la mesa e hizo un gesto de admiración. Entró Ennio con la quesera y la colocó en la mesa. Fabiani le tendió la mano.
-No le conviene, huele a cebolla -dijo Ennio, limpiándose las manos en el delantal. El comisario miró la hora y en aquel momento llamaron al timbre. Eran las nueve y veintiséis, no podía ser Diotivede. Él llegaría a las nueve y media, tal como habían acordado.
-Vuelvo a la cocina -dijo Ennio, y salió apresuradamente de la habitación.
Bordelli fue a abrir. Era Dante, con un puro apagado en la boca. Parecía más alto y fuerte que de costumbre. Sacó del bolsillo un paquete envuelto de cualquier manera, del tamaño de una pastilla de jabón.
-Esto es un regalo para usted, pero si me permite lo abriré después de cenar -dijo, guardándolo de nuevo en el bolsillo.
-Como quiera.
Fueron a la sala. Dante y Fabiani se saludaron y el inventor empezó enseguida a explicarle cómo se hacía para bloquear el contador de la electricidad. Recientemente había inventado un método muy fácil y seguro y estaba difundiendo la noticia. Dijo que la corriente eléctrica era ya desde hacía décadas una cosa indispensable y qué por lo tanto costaba demasiado. Defenderse era un derecho.
A las nueve y media sonó el timbre y Bordelli fue a abrir a Diotivede. Le esperó en el umbral, escuchando sus pasos regulares subiendo los peldaños. El médico llegó arriba sin el menor cansancio. Iba muy elegante, con un traje gris claro. Setenta y dos años, pensó Bordelli.
-Hola, comisario -dijo Diotivede, con su acostumbrada expresión enojada. Olfateó el aire que olía a cebolla y esbozó una especie de sonrisa. También él tenía un regalito para Bordelli. Se lo entregó con la expresión de alguien que por fin se libera de algo. Bordelli lo desenvolvió, era una concha fósil.
-No la he comprado, la tenía en casa -dijo el médico.
-Qué delicada -dijo Bordelli.
-Espero que no la utilices para apagar tus colillas apestosas -dijo Diotivede serio, colgando el abrigo.
-Vamos a cenar -dijo Bordelli.
La voz baja de Dante llegaba hasta la entrada. Fueron a la sala y el comisario colocó la concha sobre el televisor.
Después de estrecharse la mano se sentaron todos a la mesa. El Botta había dispuesto la iluminación y estaba verificando el resultado. El mantel blanco estaba inundado por una luz suave y en un rincón había una lámpara que servía para dar profundidad a la habitación. El resto estaba en la penumbra... sí, funcionaba.
Diotivede observaba la mesa y detrás de sus lentes redondas sus ojos brillaban llenos de curiosidad. Fabiani miraba fijamente el horizonte invisible. Ennio cogió la primera botella, quitó la página del periódico que la cubría y mostró la etiqueta: 'Saint-Emilion del 58'. Después sirvió el vino a todos.
-Doy las gracias a Dios por esta cena francesa -dijo Dante, proponiendo un brindis. Entrechocaron las copas y bebieron un sorbo. Después el comisario le preguntó al Botta los nombres de todos los platos que iban a comer. Ennio estaba encantado, se puso de pie y presentó el menú en la lengua original.
-Paté de fuá, volován defridemer, supañolón, dendomarrón. Y para el vino tenemos tres añadas de Sentemilión. El postre os lo diré después... ¡Eualá!
-Aparte de tu francés, parece una cosa seria -dijo Bordelli y, a escondidas, se aflojó el cinturón.
El Botta sirvió los entremeses y todos empezaron a comer en perfecto silencio, salvo Dante, que era capaz de seguir hablando mientras tragaba. Al beber el Saint-Emilion, Fabiani enarcaba las cejas de placer. Poco después, del paté de foie no quedaba ni rastro en los platos y cuando el último vol-au-vent desapareció de la fuente, Dante propuso un aplauso para el cocinero. Huyendo de aquella situación embarazosa, el Botta se levantó, quitó los platos sucios y se fue a la cocina a buscar la famosa sopa de cebolla.
La atmósfera se hacía cada vez más distendida y la cena prosiguió con mucho vino y sin corbatas. Bordelli se aflojó de nuevo el cinturón. Diotivede estaba muy contento con la sopa y no rechazó un segundo plato ni siquiera un tercero.
-¿Le ha gustado? -preguntó Ennio, deseoso de más cumplidos.
-Magnífica -dijo el médico, secando con la servilleta los cristales empañados.
Bordelli lo miró asombrado.
-Diotivede, ¿qué te sucede? Es la primera vez que te oigo decir 'magnífico' y no estás hablando de cadáveres.
-Aunque no se note, me has hecho gracia, te lo aseguro -dijo el médico, serio.
Llegaron los demás platos, a cuál mejor. Empezaron la tercera botella y Bordelli propuso un bridis por todos los años que el Botta había pasado en las 'escuelas de hostelería' de medio mundo. Dante se levantó y fue a darle un beso en la cabeza al cocinero. Ennio le quitaba importancia a su éxito diciendo que en el fondo todo aquello no tenía misterio, pero se notaba que mentía.
Al final de la cena, todos estaban un poco alegres por el vino. El volumen de las voces había aumentado. El mantel estaba lleno de manchas y de migas. Había habido brindis de varios tipos, por la vida, por el psicoanálisis, por las cárceles de todo el mundo, por las mujeres...
Ennio cambió las copas y llevó a la mesa dos botellas de Sauternes. Después salió apresuradamente de la sala, regresando con una cúpula de bizcochos bañados con una crema blanca, estriada de chocolate.
-Charló o chocolá -dijo, y llenó los platitos.
Todos empezaron a comer, gimiendo de placer. La crema se deshacía en la boca y dejaba en la lengua sabores que probablemente eran beneficiosos también para el espíritu.
-Ennio, das asco -dijo Bordelli.
Sobre el Sauternes no hacía falta decir nada, pero por desgracia se acabó enseguida. Las botellas vacías - los cadáveres, como las llamaba el Botta- desaparecieron y en su lugar llegó el calvados. Ennio era el que estaba más ebrio, pero se controlaba bastante bien.
-En París lo llaman calvá, he comprado dos -dijo.
Brindaron en silencioo y luego Dante pidió un poco de atención. Sacó del bolsillo el regalo para Bordelli, lo desenvolvió y lo dejó en medio de la mesa.
-Adivinen qué es -dijo.
Le dió un par de vueltas para que todos lo viesen bien. Después encendió el puro y se dejó caer contra el respaldo, haciéndolo crujir. Los otros cuatro se pusieron a observar aquella extraña cosa. Era un objeto de madera grande como media pastilla de javon 'Sole', encima tenía dos cavidades en forma de medio huevo y a un lado dos agujeros por los que se veían unos espejitos.
-Pues... -dijo Ennio.
-¿Una huevera? -probó Bordelli.
Dante negó con la cabeza.
- Unos prismáticos -dijo Fabiani.
Pero el inventor volvió a negar con la cabeza. Diotivede no decía nada, pero se notaba que estaba reflexionando.
-Un aparato para mirar debajo del agua -dijo el Botta, sin mucha convicción.
-Estáis muy lejos. Os ayudaré, lo he bautizado con el nombre de 'el infalible' -dijo Dante, sacudiendo la ceniza del cigarro.
Se quedaron todos en silencio un rato, mirando aquella cajita de madera con agujeros.
-Yo me rindo -dijo Bordelli.
-Yo también -dijo el Botta.
El psicoanalista aceptó también la rendición. Dante sopló el humo hacia arriba y se rió.
-Bien, os lo diré. Es un...
-Espere -dijo Diotivede.
-No me digas que lo has adivinado -dijo Bordelli.
El médico vació la copa y la dejó sobre la mesa.
-Sirve para saber si los huevos son frescos -dijo.
Dante se puso a reír, le aplaudió y explicó a los ignorantes cómo funcionaba. (Págs. 321-325)

lunes, 28 de diciembre de 2009

El Comisario Bordelli - Marco Vichi


El comisario siguió avanzando mirando a su alrededor. Le parecía estar entrando en otro mundo. El suelo estaba hecho de anchas tablas de madera que crujían a cada paso. Dante levantó la mirada hacia el comisario sólo en el último momento. Tras limpiarse en la bata, le tendió una mano gigantesca, difícil de estrechar. Tenía la cara alargada y alegre, como un niño entusiasta, y los ojos grandes apenas cubiertos por un velo de tristeza.
-La luz de las velas cansa menos -dijo con su potente voz.
-Estoy de acuerdo.
Dante le miró como si le juzgase desde lo alto de su metro noventa.
-Así que es usted comisario -dijo Dante.
-Siento molestarle. ¿Qué está haciendo? -preguntó Bordelli, ganando tiempo. Con la pregunta, Dante se emocionó como un chiquillo.
-Estoy creando una sustancia que revolucionará el mundo -dijo sonriendo, como si hablase del chocolate. Bordelli con curiosidad le preguntó de qué sustancia se trataba. Dante sacó medio cigarro del bolsillo de la bata y lo encendió con la llama de una vela. Se sentó en diagonal sobre el mostrador.
-Es una sustancia que hará felices a los ratones -dijo con aire satisfecho.
-¿A los ratones?
El inventor dejó ver unos dientes enormes enmarcados en una sonrisa ciclópea.
-Yo amo a los ratones. No me gusta que los hombres los maten sólo porque vagan por las cocinas y asustan a las mujeres. El polvo que estoy creando les hará inmunes a cualquier veneno.
-Comprendo.
-No, no lo entiende. Veo claramente que usted también piensa que los ratones son molestos y son portadores de enfermedades.
-Es lo que siempre se nos ha enseñado.
Dante dirigió hacia Bordelli su índice nudoso.
-¿Quiere que los llame? -dijo.
-¿A quién?
-A los ratones.
-¿A los ratones?
-Pero quédese quieto. No le conocen y podrían ponerse nerviosos.
Bordelli había empezado a pensar que aquel hombre era sólo un pobre loco, pero en aquella gran habitación iluminada con la luz de las velas se sentía perfectamente cómodo. Quizás, pensó, yo también esté loco.
-¿Cuántos vendrán? -preguntó.
-No se preocupe, son amigos.
Dante emitió extraños sonidos con la boca y al poco tiempo el suelo empezó a poblarse de animalitos oscuros que se acercaban con cautela, olfateando el aire a intervalos. Se aproximaron al inventor. Al menos eran una veintena.
Dante se arrodilló y empezó a susurrar. Los ratones se paseaban tranquilamente en torno a sus pies. Él les tocaba con un dedo y los llamaba por su nombre, uno a uno: Jeremías, Atila, Erminia, Aquiles, Desdémona.
Bordelli no pudo refrenarse.
-¿Cómo los reconoce? -dijo.
Dante mordió el cigarro y escupió una corteza de tabaco.
-También los chinos a primera vista nos parecen todos iguales -dijo. Sacó del bolsillo un trozo de chocolate y lo desmenuzó sobre el suelo. Los ratones atraparon entre los dientes las virutas y regresaron con calma a sus madrigueras. Dante los saludó con su vozarron de bajo y se giró hacia Bordelli.
-¿Café comisario?
-Con mucho gusto.
-Lo hago enseguida. -Fue al mostrador y se puso a armar un alambique con serpentín. Encendió una llama por debajo y echó un puñado de polvo de café.
-Sistema patentado. Las grasas se eliminan y queda sólo la mejor parte.
Bordelli miraba fascinado el mostrador de trabajo, atiborrado por todas partes de mecanismos incomprensibles, engranajes y probetas. Nunca antes había visto algo parecido. Dante metió sus grandes manos en los bolsillos.
-Nosotros, inventores, dedicamos nuestra vida a mejorar la vida de los demás. Pero le confieso que nos divertimos un montón.
(...)
-Señor Dante, tal como le dije por teléfono, debo darle una mala noticia -dijo Bordelli.
-Dígame.
-Se trata de su hermana.
-¿Muerta? -dijo Dante, mirándole fijamente.
-Sí.
Dante no tuvo ninguna reacción. Fue a encender de nuevo el cigarro con la vela y aspiró varias veces seguidas. Bordelli volvía a sentir cansacio y se acomodó con placer en una gran silla con brazos. El inventor permaneció de pie. (Págs. 55-57)

Cuando la mirada habla


Los cinco meses de Becquett

martes, 8 de diciembre de 2009

En Suiza y a lo Loco o Lo que me traje de París (III)


Flughafen Zürich '09

La Cantante Calva o Lo que me traje de París (II)



 El pequeño y familiar Teatro Huchette situado en el corazón del Barrio Latino viene representando esta magnífica obra de Eugène Ionesco desde hace 52 años. Quién ame el teatro absurdo, se desenvuelva en la lengua francesa y pase por París no debería perder la ocasión de disfrutar de esta magnífica obra dramática. Su frescura y vigencia siguen sorprendiendo un lustro después.
http://www.theatre-huchette.com/

Candados de Amor sobre el Sena o Lo que me traje de Paris (I)





Reliant le musée d'Orsay au jardin des Tuileries, la passerelle Léopold-Sédar-Senghor, qui portait le nom de passerelle de Solférino jusqu'en 2006, a été reconstruite en 1999. Lieu de promenade agréable, elle est jonchée de bancs et de candélabres. Le pont d'origine avait été inauguré par Napoléon III, avant de laisser place à une passerelle piétonnière en 1961, à son tour démolie.http://www.slideshare.net/pinceau/ponts-de-paris-jean

Enlazando el museo de Orsay con el jardín de las Tullerías, la pasarela Léopold-Sédar-Senghor, que llevaba el nombre de pasarela de Solferino hasta 2006, fue reconstruida en 1999. Lugar de paseo agradable, está cubierto de bancos y candelabros. El puente original fue inagurado por Napoleón III, antes de dar paso a una pasarela peotonal en 1961,a su vez demolida.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Luis de Góngora y Argote - Mientras por competir con tu cabello

Soneto

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Inversión Engañosa


Descubriendo paisajes a través del portátil

viernes, 27 de noviembre de 2009

Ajuar Funerario - Fernando Iwasaki



|BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU|




   EMPEÑADO EN ALCANZAR EL PARAÍSO, aquel hombre renunció a los placeres de la carne, a la sensualidad del conocimiento y a las certezas de la soberbia. Fue justo, bueno y humilde, y al morir le proclamaron santo porque además fue un gran penitente. Pero cuando llegó ante Dios no pudo interpretar sus preguntas y fue condenado a vagar por toda la eternidad en la aridez de su ignorancia, como castigo a su pobreza de espíritu.

Marc Chagall (1887-1985) - Cumpleaños


1915, Óleo sobre macocel, Surrealismo

jueves, 26 de noviembre de 2009

Aún eres mío, porque no te tuve - Antonio Gala

Aún eres mío, porque no te tuve.
Cuánto tardan, sin ti,
las olas en pasar...

Cuando el amor comienza, hay un momento
en que Dios se sorprende
de haber urdido algo tan hermoso.
Entonces, se inaugura
-entre el fulgor y el júbilo-
el mundo nuevamente,
y pedir lo imposible
no es pedir demasiado.

Fue a la vera del mar, a medianoche.
Supe que estaba Dios,
y que la arena y tú
y el mar y yo y la luna
éramos Dios. Y lo adoré.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nadie es Perfecto

"Con Faldas y a lo loco" (Some Like It Hot, 1959), dirigida por Billy Wilder. Guión de Billy Wilder y I.A.L. Diamond.


Joe E. Brown: "Hablé con mamá. Estaba tan contenta que hasta lloró. Quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje blanco ".

Jack Lemmon: "Osgood, no puedo casarme con el vestido de tu mamá. Seguro que ella y yo ...no tenemos el mismo tipo".

Joe E. Brown: "Podemos arreglarlo".

Jack Lemmon: "Oh, no hace falta. Osgood, he de ser sincera contigo. Tú y yo no podemos casarnos".

Joe E. Brown: "¿Por qué no?

Jack Lemmon: "Pues, primero porque no soy rubia natural".

Joe E. Brown: "No me importa".

Jack Lemmon: "Y fumo. ¡Fumo muchísimo!"

Joe E. Brown: "Me es igual".

Jack Lemmon: "¡Tengo un horrible pasado!. Desde hace tres años estoy viviendo con un saxofonista".

Joe E .Brown: "Te lo perdono".

Jack Lemmon: "Nunca podré tener hijos".

Joe E. Brown: "Los adoptaremos".

Jack Lemmon: "No me comprendes, Osgood. (Se quita la peluca). Soy un hombre".

Joe E. Brown: "Bueno, nadie es perfecto".