viernes, 21 de marzo de 2008

Y para mis hijos: tengo papel amarillo


Cuantas veces no habré leido expresiones como "la biblioteca de mi abuelo", "la biblioteca de mi padre"....
Desde mis mas tiernos recuerdos, los libros han sido protagonistas de mi vida.
Recuerdo aquella vez en que robé una biblia, con cinco años, atraída por la suavidad de la piel y los bordes dorados.¡Qué papel tan fino! La posterior regañina que mi madre me dió y, como faltó tiempo para que, juntas las dos, la devolvieramos -con gran dolor de mi corazón-. Puesto que aquel libro era precioso no sentí ninguna vergüenza, y sí mucha tristeza, ya que había sido yo quien lo había rescatado de su abandono en el hall del colegio, en una silla cualquiera...
Sí, ese es uno de los primeros recuerdos de mi infancia: protagonizado por mi amor a los libros. Desde entonces leer uno y, a ser posible, tenerlo, ha sido uno de mis mayores placeres y privilegios. Hoy en día mi biblioteca ronda los casi dos mil volumenes y siento una gran satisfacción cuando la toco, la huelo y la miro. No hay sensación de poder equiparable a buscar un libro en tu biblioteca y no encontrarlo: ¡tienes tanto dónde mirar y están tan desordenados...!¡je!
Hoy buscando alguna novela de Arthur C. Clarke para releer -como pequeño homenaje particular- me tropecé con un libro idolatrado en mi juventud: "La Puerta de las Siete Cerraduras" de Edgar Wallace. Curiosamente lo mencionaba hace unas semanas en un foro de literatura,y hoy voy, y me tropiezo con él. ¡Había olvidado que lo tenía! ¡Qué Placer!
En su día lo saqué de una biblioteca privada-pública a la qué solía ir de bambina. Pertenecía a "La Caixa" y estaba ubicada en una de las arterias de "Ciutat". Las tardes que habré pasado allí, siempre sola, siempre con libros. Años después debí de tropezarme con este libro: veo que pone el año en que lo conseguí, 1985, se editó en 1984 así que deduzco que lo debí comprar con la alegría de poseer la novela que tanta satisfacción me dió en su momento.
Lo abro y veo las hojas amarillentas y manchadas, y me digo que aún se puede leer... pero no dejo de preguntarme que aspecto tendrán dentro de otros 23 años más. No dejo de preguntarme qué heredaran mis hijos. ¿Será algo más que triste papel amarillo? Sí, creo que sí.

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