martes, 25 de marzo de 2008

El cuento inconcluso de Alí y las babuchas

Alí se sintió atraído por el color de la montaña. Se veía cierta oquedad del tamaño de una persona y sintió la perentoria necesidad de palpar alrededor en busca de no sabía muy bien qué. Buscó en la parte derecha, donde la mano de un hombre adulto buscaría un interruptor. No tardaron sus dedos inquietos en encontrar un mecanismo metamorfoseado en la roca a modo de teclas de piano. Situó el índice, corazón y anular, y empezó a probar combinaciones. Con el índice y el anular presionando simultaneamente dió con la clave: la firme pared empezó a deslizarse.

El ruido que había provocado era, en la quietud del bosque, atronador, así que tras esperar un buen rato y comprobar que seguía solo, se adentró en las fauces pétreas de la montaña.

Se notaba cierto olor a champiñon y uno goteo pausado se multiplicaba en el interior. Más allá de la luz que llegaba desde la entrada no se veía nada así pues tuvo que esperar a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. Pasados unos minutos se animó a proseguir mientras tanteaba las húmedas paredes del angosto pasillo. Desembocó en una amplia bóveda provista de la luz natural que se filtraba por una obertura.

Todo se veía vacío y la excitación que le había embargado minutos antes desapareció. No había nada. Y si no había nada,¿ por qué tanta seguridad? ¿ a cuento de qué venía el código rocoso en el acceso?

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