lunes, 4 de octubre de 2010

Madrid, Madrid - Nilda Fernández

(Mélange des langues)

Une tache, une ombre et dans le désert
Des traces de poudre et de safran
Des taxis blancs, de claquements de portières
Un vrai mélange de sentiments

Madrid, Madrid
Le prix que je paie
C'est encore quelques heures sans sommeil
Pour mes souvenirs de toi

Puerta del Sol station du métro
Sortie vers la Plaza Mayor
Je suis à l'heure je crois bien que j'en fais trop
Une vraie doublure dans un décor

Madrid, Madrid
Tu peux me faire signe
Tu peux brouiller mes mots sur la ligne
Quand je parlerai de toi

Bonsoir y muy buenos días
(et jusqu'au dernier détail)
Miroir si has de ser mí espía
(ses yeux derrière un éventail)

Madrid, Madrid
Les choses que je pense
Ont un petit air d'accordéon rance
Quand elle n'est pas avec moi

Madrid, Madrid
Le prix que je paie
C'est encore quelques heures sans sommeil
Pour mes souvenir de toi

Toda una tarde en el Retiro
Echando piedras a un farol
Els meus amors se han derretido
Con tanta luz y tanto sol

Madrid, Madrid
Me pongo triste
Al ver lo bien que tu te vistes
Si se han a reir de ti

Bonsoir y muy buenos dias
(et jusqu'au dernier detail)
Miroir si has de ser mi espia
(ses yeux derriere un eventail)

Une tache ,une ombre et dans le désert
Des traces de poudre et de safran
Des taxis blancs, de claquements de portières
Un vrai mélange de sentiments

Madrid, Madrid
Me desesperas
De tanto mover las caderas
Sa van a reir de ti

viernes, 1 de octubre de 2010

Félix Lope de Vega y Carpio - Desmayarse, atreverse, estar furioso

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Maldito Karma - David Safier

-Siddharta Gautama -dijo afablemente la hormiga gorda.
-¿Cómo? ¿Qué? -pregunté totalmente desbordada.
-Ése es mi nombre.
Aquella sentencia desvió mi atención de mi cuerpo tembloroso. Siddharta, ¿no era una película de Keanu Reeves? Alex me había llevado a verla. Era aficionado a las películas de arte y ensayo que, al cabo de veinte minutos, consiguen que de puro aburrimiento vayas al lavabo y prefieras quedarte allí leyendo lo que hay escrito en puertas y paredes. La película de Siddharta iba de...
-Buda -dijo la hormiga gorda-, seguro que me conoces por el nombre de Buda.
No tenía mucha idea de quién era Buda, quizás debería haber prestado más atención a la película en vez de estar pensando que, con el torso desnudo, Keanu Reeves está para comérselo. Pero sí sabía algo con bastante certeza:
-Buda no es una hormiga.
-Adopto la forma de la criatura en la que se ha reencarnado el alma de la persona. Tú te has reencarnado en hormiga. Por lo tanto, me aparezco como hormiga.
-¿Reencarnado? -balbuceé.
-Reencarnado -ratificó Buda.
-Vale, vale, vale -dije a punto de perder la chaveta-. Supongamos que me lo creo, cosa que evidentemente no hago, porque todo esto es tan absurdo que es imposible creérselo y por eso no me lo creo, aunque...
-¿A dónde quieres ir a parar? -me interrumpió Buda.
Intenté reconducir mi torrente de palabras.
-Si... si tú eres Buda y yo me he reencarnado..., ¿por qué en hormiga?
-Porque te lo has ganado.
-¿Qué quieres decir? ¿Que era una mala persona? -pregunté indignada. Nunca he podido soportar que me ofendan.
Buda se limitó a mirarme sonriendo, sin decir nada.
-Los dictadores son malas personas -protesté-. Los políticos y, por mí, también los que planifican las programaciones en televisión, pero yo, ¡no!
-Los dictadores se reencarnan en otra cosa -replicó Buda.
-¿En qué?
-En bacterias intestinales.
Mientras imaginaba a Hitler y a Stalin correteando por un recto, Buda me miraba profundamente en mi tercer ojo.
-Pero las personas que se portaban mal con los demás vuelven a nacer como insectos.
-¿Mal?
-Mal -ratificó Buda.
-¿Yo me he portado mal con los demás?
-Exacto.
-Vale, vale, puede que no siempre haya sido perfecta. ¿Pero quién demonios lo es? -pregunté mosqueada.
-Más gente de la que piensas -dijo, y añadió-: Sácale el mejor partido posible a tu nueva vida.
Dió media vuelta y se fue, silbando contento, hacia la salida del túnel.
No me lo podía creer: ¿Mal? ¿Yo me había portado mal con los demás?
-Espera -grité, y salí corriendo tras él-. ¡Aún no hemos terminado!
No se giró, se limitó a seguir andando.
-Yo me he portado bien con los demás, incluso muy bien, realmente súper bien -grité-. He hecho un montón de donacio...
Corrí más deprisa por el túnel, hasta que mis patas traseras se enredaron con las patas del medio y tropecé. Choqué contra la pared. Se desmoronó un montón de tierra y me cayó encima. Y cuando conseguí liberar mis antenas de los escombros húmedos, Buda ya se había esfumado. (Págs.45-46)

jueves, 23 de septiembre de 2010

Beckett & Compañía o La explanada de las lenguas

Cuenta la leyenda que cuando el rey Jaime I de Mallorca, allá por el 1229, habiendo desembarcado y conquistado esta zona de la isla, tras tomar una cena sencilla consistente en pan de ajo, declaró satisfecho: 'Ja hem ben dinat' -que traducido al castellano quiere decir "ya hemos comido bien"-Sin duda estaba pensando que aquel ágape tan humilde, en tierra recién conquistada, le sabía a gloria bendita. Pues como iba diciendo, de ahí viene el topónimo de Bendinat. Muy posteriormente, ya en el s. XIX, se construyó un castillo que se quedó con el nombre y,  que bien conservado, en la actualidad se ve  desde la autopista de poniente.
Sea como fuere, hasta hace unos años, había en esta zona costera una amplia área militar. Quien conozca la isla sabe bien que es, urbanísticamente hablando, una perita en dulce, pues se encuentra en uno de los enclaves más cotizados. A raíz de cierta desmilitarización, el lugar  se ha convertido, a la par, en tierra de nadie y en tierra de todos. Se da la circunstancia de que los dueños de canes aprovechamos el pequeño bosquecillo abandonado para que nuestras mascotas deambulen, olisqueen y demás '-en' con entera libertad. 
Aquí es donde se haya la por mi llamada 'explanada de las lenguas', ya que coincidimos seres con una gran diversidad de ellas: las que puedan usar las diferentes razas caninas y las de sus propietarios. De ahí que se pueda gozar de imágenes tan preciosas como las que he puesto en esta entrada del blog. Son estas mascotas las que, a su vez, promueven la socialización de sus dueños -y no a la inversa-, pues ellas son el motivo de semejante encuentro. 
Aqui la lengua española se escucha a su vez con acentos tan dispares como el alemán, el francés, el inglés, el italiano, el latinoamericano, y seguro que algunas más que ahora no recuerdo.
Las tomas pertenecen al fotógrafo J.Gallardo quien muy amablemente las ha compartido con algunos de estos 'lenguados'.

***
P.S.: Lenguado: dícese de aquel que se deja sociabilizar -gracias a su mascota- mediante el uso de la lengua en la explanada de dicho nombre.

El Consuelo - Anna Gavalda

 Cuando Anouk estuvo de nuevo al fresco, Alexis se acercó a la fosa, se quedó parado, bajó la cabeza y...
-¿Le importa apartarse, señor? -lo turbaron.
-¿Cómo?
-Mire, es que ahora ya sí que tenemos la hora pegada... Así que vamos a meter el otro ahora mismo, y así podrá recogerse luego...
-¿El otro qué? -se sorprendió Alexis.
-Pues... el otro...

Alexis se dio la vuelta, descubrió un segundo ataúd apoyado sobre unos caballetes junto a la familia Vanneston-Marchanboeuf, volvió a dar un respingo y captó la sonrisa de su amigo.
-¿Qué... quién es?
-Vamos... Haz un esfuerzo... ¿Es que no ves las boas y los lazos rosas en las asas?

Alexis se derrumbó, y tardó mucho en consolarlo de esa sorpresa.
-¿Có... cómo lo has hecho? -tartamudeó, mientras los profesionales guardaban su material.
-Lo compré.
-¿Eh?
-Para empezar recordaba muy bien su nombre. También es que le he dado bastante al coco estos últimos meses... Luego fui a ver a su sobrino y lo compré.
-No te entiendo.
-No hay nada que entender. Estábamos sentados bebiendo una copa, hablando; el normando no estaba de acuerdo, se le hacía raro, decía, y a mí me hacía gracia que esta gente que se había metido tanto con él cuando estaba vivo se mostrara de pronto tan delicada con sus restos mortales... Entonces me puse a la altura de su zafiedad y saqué el talonario.
'Fue muy fuerte, Alex... Fue grandioso. Fue como en un relato de Maupassant... El idiota del sobrino trataba de envolverse en esa burda estupidez que le hacía las veces de dignidad, pero al cabo de un rato su mujer intervino y le dijo:'Hombre, Jeannot... Tendríamos que cambiar la caldera... ¿Y qué más da que el Maurice descanse ahí o en otro sitio, eh? Total, los sacramentos los ha recibido ya... ¿Eh?' Los sacramentos... ¿No te parece sublime? Entonces pregunté cuánto costaba una caldera nueva. Me dijeron una cantidad, y yo la copié en el talón sin decir ni mu. ¡A ese precio, me parece que estoy calentando la región entera!
Alexis se lo estaba pasando pipa.
-Espera, que ahora viene lo mejor... Lo había rellenado todo bien, el talón, la fecha, el lugar, pero justo cuando estaba a punto de firmar, levanté el bolígrafo:
'Les diré una cosa... visto lo que esto me cuesta, necesito al menos...',  largo silencio... 'seis fotos'.
'¿Cómo?'
'Quiero seis fotos de Nou.. de Maurice', repetí.
'Las seis fotos o no hay trato.'
'Tendrías que haber visto el jaleo que se armó en un momento... ¡Sólo encontraba tres! ¡Había que llamar a la tía Fulanita! ¡Que sólo tenía una! ¡Pero puede que la Bernadette también tenga alguna! ¡Y el hijo se fue a toda pastilla donde la Bernadette! Y mientras tanto, los demás registraron todos los álbumes poniéndose nerviosos con el papel de calco. Ah... Qué bueno... Por una vez era yo el que le ofrecía un show a Nounou... Bueno, total, que esto...
Se sacó un sobre del bolsillo.
-Aquí están... Verás qué lindo sale... Por supuesto, en la que mejor se lo reconoce es en la que sale de bebé, y en bolas, sobre una piel de fiera... ¡Sí, sí, ahí se ve que está en su salsa!

Alexis las pasaba una tras otra sonriendo.
-¿No quieres alguna?
-No... Quédatelas...
-¿Por qué?
-Es tu única familia...
-...
-Y la de Anouk también, de hecho... Por eso fui a buscarlo...
-No... -dijo Alexis-, no sé qué decirte, Charles...
-No digas nada. Lo he hecho por mí. (Págs.618-621)

viernes, 10 de septiembre de 2010

'Vivo sin vivir en mí' en el Amor Místico de Santa Teresa y las 24 Rosas de Diana Navarro

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.






Vivo...

Vivo sin vivir en mí

y tan viva yo te espero,

que muero porque no muero.

Toma, yo te doy mi corazón,

te lo entrego prisionero.

No quiero querer,

pero quiero y te quiero...

Veinticuatro rosas heridas de ti...

¡Es tan dulce el amor que te doy...!

Son veinticuatro latidos de más

cuando sé que te vas

cruzando el espacio, despacio...

¡Ay, ay amor cómo me picas!

Esos ojos me complican

y me muero sin saber que muero...

Toma, yo te doy mi corazón,

te lo entrego prisionero.

No quiero querer,

pero quiero y te quiero..

sábado, 4 de septiembre de 2010

Total khéops - Jean-Claude Izzo

Mavros llegó veinte minutos después de mi llamada. Era la única solución que me había quedado. Llamarle. Que cogiera el relevo. Confiarle a Dris y Karine. No estaba durmiendo, estaba viendo una película de video: Apocalypse Now, de Coppola. Creo que ya era la cuarta vez. Esta película le subyugaba, y no la entendía. Me acordaba de la canción de los Doors. The End.


Era siempre el final anunciado el que se cernía sobre nosotros. Bastaba con abrir los periódicos por la página de internacional o de sucesos. No hacían falta armas nucleares. Nos mataríamos los unos a los otros con un salvajismo prehistórico. No éramos más que dinosaurios, y lo peor es que lo sabíamos.


Mavros no dudó ni un segundo. Por Dris hacía lo que fuera. Había querido a aquel chaval desde que se lo presenté. Estas cosas eran inexplicables. Tanto como lo es la atracción amorosa, que te hace desear a un ser más que a otro. Metería a Dris en un ring. Le haría pegarse. Le haría pensar. Pensar en el puño izquierdo, en el derecho. En estirar el brazo. Le haría hablar. De él, de la madre a la que no había conocido, de Leila. De Toni. Hasta que arreglara cuentas con lo que había hecho por amor y por odio. No se puede vivir con odio. Boxear tampoco. Había ciertas reglas. A menudo injustas. Muy a menudo. Pero respetarlas permitía salvar el pellejo. Y en este jodido mundo, seguir vivo, con todo, era la cosa más bella. (Pág. 260)

lunes, 30 de agosto de 2010

Richard Wagner -Tannhaüser - Coro de los peregrinos

Las voces impresionan y emocionan, pero los violines... Ay, los violines¡!

Gloria Fuertes - Geografía Humana


Mirad mi continente contenido
brazos, piernas y tronco inmesurado,
pequeños son mis pies, chicas mis manos,
hondos mis ojos, bastante bien mis senos.
Tengo un lago debajo de la frente,
a veces se desborda y por las cuencas,
donde se bañan las niñas de mis ojos,
cuando el llanto me llega hasta las piernas
y mis volcanes tiemblan en la danza.
Por el norte limito con la duda,
por el este limito con el otro,
por el oeste Corazón Abierto
y por el sur con tierra castellana.
Dentro del continente hay contenido,
los estados unidos de mi cuerpo,
el estado de pena por la noche,
el estado de risa por el alma
-estado de soltera todo el día-.
Al mediodía tengo terremotos
si el viento de una carta no me llega,
el fuego se enfurece y va y me arrasa
las cosechas de trigo de mi pecho.
El bosque de mis pelos mal peinados
se eriza cuando el río de la sangre
recorre el continente,
y por no haber pecado me perdona.
El mar que me rodea es muy variable,
se llama Mar Mayor o Mar de Gente
a veces me sacude los costados,
a veces me acaricia suavemente;
depende de las brisas o del tiempo,
del ciclo o del ciclón, tal vez depende,
el caso es que mi caso es ser la isla
llamada a sumergirse o sumergerse
en las aguas del océano humano
conocido por vulgo vulgarmente.
Acabo mi lección de geografía.
Mirad mi contenido continente.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Ennio - Genio - Morricone (Westerns)

Por un puñado de dolares

El Bueno, el feo y el malo

Sixty seconds to what?(Por un puñado de dolares)

Ecstasy of gold (El Bueno, el Feo y el Malo)

martes, 17 de agosto de 2010

Y la cocina brillaba

Sueña el rey que es rey (Monólogo de Segismundo en 'La Vida es Sueño') - Calderón de la Barca

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
*
  Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
*
  Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?  Un frenesí.
¿Qué es la vida?  Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

martes, 10 de agosto de 2010

Eric Zener - Anonymus Happy People

2008, Óleo sobre lienzo (Realismo)

Jorge Manrique - Yo soy quien libre me vi...

Yo soy quien libre me vi,
yo quien pudiera oluidaros,
yo so el que por amaros
estoy desque os conoscí,
sin Dios y sin vos y mí.
Sin Dios, porqu'en vos adoro,
sin vos, pues no me queréys,
pues sin mí ya está de coro
que vos soys quien me tenéys.
Assí que triste nascí,
pues que pudiera oluidaros,
yo so el que por amaros
estó, desque os conoscí,
sin Dios y sin vos y mí.

lunes, 9 de agosto de 2010

Juntos, nada más - Anna Gavalda


   Eran casi las diez de la noche. La gente, muy elegante, iba de aquí para allá cargada de paquetes. A las señoras ya les dolían los pies con sus zapatitos de salón, los niños zigzagueaban entre las horquillas de las aceras y los señores consultaban sus agendas delante de los telefonillos.
   Camille observaba todo aquello, divertida. No tenía prisa e hizo cola ante el escaparate de una tienda de comida preparada para comprarse una buena cena. O más bien una buena botella. Para comer no sabía muy bien qué elegir... Al final le señaló al dependiente un trozo de queso de cabra y dos panecillos con nueces. Bah, era más que nada para acompañar al vino...

   Descorchó la botella y la dejó no muy lejos de un radiador para ponerla a temperatura ambiente. luego se dedicó a ella. Llenó la bañera, y se tiró dentro más de una hora, con la nariz a ras del agua caliente. Se puso el pijama, unos gruesos calcetines y eligió su jersey preferido. Uno de cachemira carísimo... Vestigio de una época remota... Desembaló la cadena de música de Frank, la instaló en el salón, se preparó una bandeja con la cena, apagó todas las luces y se acurrucó en el viejo sofá, envuelta en su edredón.

   Hojeó el libreto; el Nisi Dominus estaba en el segundo disco. Bueno, las Vísperas de la Ascensión no era exactamente la misa adecuada, y además, iba a escuchar los salmos en desorden, no tenía ni pies ni cabeza...
    Bueno, pero ¿qué más le daba?
   ¿Qué más le daba?
   Pulsó el botón del mando a distancia y cerró los ojos: estaba en el séptimo cielo...
   Sola, en ese piso inmenso, con un vaso de buen vino en la mano, escuchando la voz de los ángeles.
   Hasta los adornos de pasamanería de la araña se estremecían de placer.

   Cum dederit dilactis suis somnum.
   Ecce, haereditas Domin filii: merces fructus ventris.


   Era la pista número 5, y debió de escucharla unas catorce veces.
   Y una vez más, a la decimocuarta vez, su caja torácica explotó en mil pedazos.

    Un día que iban los dos solos en el coche y Camille acababa de preguntarle por qué escuchaba siempre la misma música, su padre le contestó: 'La voz humana es el instrumento más bello, el más emocionante... Y ni el mejor virtuoso del mundo podrá darte jamás ni la mitad de la mitad de la emoción que te proporciona una bella voz... Es lo que los seres humanos tenemos de divino... Es algo que uno comprende al hacerse viejo, me parece... Bueno, yo por lo menos he tardado en reconocerlo, pero dime... ¿quieres oír otra cosa? ¿Quieres La mamá de los pececitos?'

   Ya se había bebido la mitad de la botella y acababa de poner el segundo  disco cuando alguien encendió la luz.
   Fue horrible, Camille se tapó los ojos con las manos y la música le pareció de golpe fuera de contexto, y las voces, incongruentes, nasales incluso. En dos segundos, era como estar en el purgatorio.

   -Anda, ¿estás aqui?
   -...
   -¿No estás en tu casa?
   -¿Allí arriba?
   -No, en casa de tus padres...
   -Pues ya ves que no...
   -¿Has currado hoy?
   -Sí.
   -Ah, bueno, pues perdona, perdona... Pensaba que no había nadie...
   -No pasa nada...
   -¿Qué es eso que escuchas?¿La Castafiore?
   -No, una misa...
   -¿En serio? ¿Eres creyente?
   Tenía que presentárselo sin falta al guardia de seguridad del perro... Vaya par... Mucho mejores que los dos viejitos de los Teleñecos...
   -No, no especialmente... ¿Te importa apagar la luz, por favor?

  Franck obedeció y salió de la habitación, pero ya no era lo mismo. Se había roto el hechizo. Camille ya no sentía exaltación alguna, y hasta el sofá había perdido su forma de nube. Sin embargo trató de concentrarse, cogió el libreto y buscó dónde se había quedado:


   Deus in adiutorium meum intende
   ¡Dios, ven en mi auxilio!
   Sí, de eso se trataba exactamente.

   Al parecer, el tonto del culo ese estaba buscando algo en la cocina y gritaba, vengándose de las puertas de todos los armarios. Volvió al salón y le preguntó:
   -Oye, ¿no habrás visto los dos Tupper amarillos?
   Aaaajjjj, hay que fastidiarse...
   -¿Los grandes?
   -Sí.
   -No, no los he tocado...
   -Joder, me cago en la puta... En esta casa no se encuentra nunca nada... ¿Se puede saber qué coño hacéis con la vajilla? ¿Os la coméis, o qué?
   Camille le dió al botón de pausa, suspirando:
   -¿Te puedo hacer una pregunta indiscreta? ¿Por qué buscas un Tupper amarillo en Nochebuena  a las dos de la mañana?
   -Porque sí. Lo necesito.
   Bueno, ya no había nada que hacer, a la porra el disco. Camille se levantó y apagó la musica.
   -¿Ésa es mi cadena de música?
   -Sí... Me he tomado la libertad de...
   -Joder, es súper bonita... ¡Caray, tía, no me has comprao cualquier cosa!
   -Pues no, caray, tío, no te he comprao cualquier cosa...
   Abrió como platos sus ojos de besugo:
   -¿Por qué repites lo que yo digo?
   -Por nada. Feliz Navidad, Franck. Anda, venga, vamos a buscar tu chisme...Mira, ahí está, encima del microondas...

   Camille volvió a sentarse en el sofá mientras Franck ordenaba la nevera. Después, cruzó la habitación sin decir una palabra y fue a darse una ducha. Camille se escondió detrás de su copa de vino. Seguramente se había acabado toda el agua caliente...
   -¡Joder, ¿pero quién ha gastado toda el agua caliente, hostia?!

   Volvió media hora más tarde, vestido tan sólo con unos vaqueros.
   Como quien no quiere la cosa, tardó un momentito más de lo necesario en ponerse el jersey... Camille sonreía: su falta de sutileza clamaba al cielo...
   -¿Puedo? -preguntó, señalando la alfombra.
   -Tú, como en tu casa...
   -No me lo puedo creer, ¿estás comiendo?
   -Queso y uvas...
   -Nada...
   Franck hizo un gesto de desaprobación con la cabeza.
   -Pero es un queso muy bueno, ¿sabes...? Y las uvas también son muy buenas... Y el vino... Por cierto, ¿quieres un poco?
   -No, no, gracias...
   Uf, pensó Camille, le hubiera roto el corazón tener que compartir su Mouton-Rothschild con él...

   -¿Qué tal?
   -¿Cómo dices?
   -Te preguntó que qué tal estás -repitió él.
   -Pues.. bien... ¿Y tú?
   -Cansado...
   -¿Trabajas mañana?
   -No.
   -Qué bien, así puedes descansar.
   -No.
   Una maravilla de conversación.

   Franck se acercó a la mesita de centro, se apoderó de una funda de disco y sacó una china:
   -¿Te preparo uno?
   -No, gracias.
   -Qué chica más seria...
   -He elegido otra cosa -dijo Camille, blandiendo su copa de vino.
   -Haces mal.
   -¿Por qué, el alcohol es peor que la droga?
   -Sí, y puedes creerme, porque yo, borrachos en mi vida he visto mogollón... Y además esto no es una droga... Esto es como un dulce, es como Toblerone pero para adultos...
   -Si tú lo dices...
   -¿No quieres probar?
   -No, que me conozco... ¡Seguro que me gusta!
   -¿Y?
   -Y nada... Es sólo que tengo un problema de voltaje... No sé cómo decirte... Muchas veces tengo la sensación de que me falta un botón... Ya sabes, un chisme para regular el volumen... Siempre me paso en un sentido o en otro... Nunca consigo encontrar un buen equilibrio, y mis inclinaciones siempre terminan mal...
   Camille se sorprendió de sí misma. ¿Por qué se confiaba así? ¿Estaría algo borracha, tal vez?
   -Cuando bebo, bebo demasiado, cuando fumo, me hago polvo, cuando amo, pierdo la razón, y cuando trabajo, me deslomo... No sé hacer nada normalmente, serenamente, no...
   -¿Y cuando odias?
   -Eso ya no lo sé...
   -Yo creía que me odiabas...
   -Todavía no -sonrió Camille-, todavía no... Cuando eso ocurra ya verás... Ya verás la diferencia...
   -Bueno... ¿qué? ¿Se ha terminado la misa?
   -Sí.
   -¿Y ahora qué escuchamos?
   -Pues... la verdad es que yo no creo que nos gusten las mismas cosas...
   -A lo mejor sí que tenemos algo en común... Espera... Déjame pensar... Seguro que encuentro un cantante que te guste a ti también...
   -Venga, a ver, dime.
   Franck estaba concentrado en la preparación de su porro. Cuando lo terminó, fue a su habitación, volvió y se acuclilló delante de la cadena de musica.

   -¿Qué es?
   -Una trampa para chicas.
   -¿Es Ricardo Cocciante?
   -No, hombre, no...
   -¿Julio Iglesias? ¿Louis Mariano? ¿Frédéric François?
   -No.
   -¿Herbert Léonard?
   -Calla...
   -¡Ah, ya lo tengo! ¡Roch Voisine!

   I guess I'll have to stay... This album is dedicated to you...
   -Nooooooooooo.
   -Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
   -¿Marvin Gaye?
   -A ver -dijo, encogiéndose de hombros-, una trampa para chicas... Ya te lo había dicho...
   -Me encanta.
   -Ya lo sé...
   -¿Tan predecibles somos?
   -No, desgraciadamente no sois nada predecibles, pero Marvin Gaye es que no falla, oye. Todavía no he conocido a una sola chica que no le encante...
   -¿Ninguna?
   -Hombre, tanto como ninguna... ¡Alguna seguro que sí! Pero no me acuerdo. No fueron importantes... O no tuvimos ocasión de llegar hasta ahí...
   -¿Has conocido a muchas chicas?
   -¿Qué quiere decir 'conocer'?
   -¡Eh! ¿Por qué lo quitas?
   -Porque  me he equivocado, no era lo que quería poner...
   -¡Que sí, que lo dejes! ¡Es mi disco preferido! Querías el de Sexual Healing, ¿no? Pufff, vosotros sí que sois predecibles... ¿Al menos te sabes la historia de ese disco?
   -¿De cuál?
   -Here my dear.
   -No, ése no lo escucho mucho...
   -¿Quieres que te la cuente?
   -Espera... que me voy a poner cómodo... Pásame un cojín...
   Se encendió el porro y se tumbó a la romana, con la cabeza apoyada en la palma de la mano.
   -Te escucho...
   -Bueno... yo... yo no soy como Philibert, ¿eh?, no te cuento todos los detalles... A ver, Here my dear quiere decir 'aquí tienes querida'.
   -¿Qué es lo que tiene?
   -Pues... el disco... -explicó Camille-. El primer gran amor de Marvin Gaye era una chica que se llamaba Anna Gordy. Dicen que el primer amor es siempre el último, no sé si será verdad, pero para él, en todo caso, está claro que no habría llegado a ser lo que fue si no la hubiera conocido... Era la hermana pequeña de un pez gordo de la Motown, el fundador me parece: Berry Gordy. Ella estaba súper bien introducida en todo el mundillo, y él, se moría de impaciencia, desbordaba talento, apenas tenía veinte años, y ella casi el doble cuando se conocieron. Bueno, fue un flechazo, pasión, romance y toda la pesca, y de ahí, hala, directo al estrellato... Fue ella quien lo lanzó, lo encarriló, lo ayudó, lo guió, lo animó, etc. Una especie de Pigmalión, por decirlo de alguna manera...
   -¿Una especie de qué?
   -De gurú, de guía, de combustible... Tuvieron muchas dificultades para tener un hijo, y al final terminaron por adoptar uno, después, rebobino hacia delante, llegamos a 1977 y la pareja empieza a llevarse mal. Él había llegado a lo más alto, era una estrella, un dios incluso... Y su divorcio, como todos los divorcios, fue encarnizado. Ya imaginarás que lo que estaba en juego no era moco de pavo... Total, que fue sangriento, y para clamar a todo el mundo y saldar sus cuentas, el abogado de Marvin Gaye propuso que todo el dinero recibido por los derechos de autor de su siguiente disco fuera a parar íntegro a su ex. El juez se mostró de acuerdo, y nuestro ídolo se frotaba las manos: tenía pensado hacerle un disco de mierda en un par de días para quitarse de encima el muerto... Pero ¿qué ocurrió?, que no podía... No se puede liquidar una historia de amor como ésa. Bueno... los hay que lo consiguen muy bien, pero él no... Cuanto más pensaba en ello, más llegaba a la conclusión de que era una ocasión demasiado bonita... o demasiado estúpida... Entonces se encerró y compuso esta pequeña maravilla que cuenta toda su historia: su encuentro, su pasión, las primeras grietas, su hijo, los celos, el odio, la rabia... ¿Oyes la rabia,  ahí? Anger, cuando todo se va a la mierda... Y luego la calma, y el comienzo de un nuevo amor... Es un regalo precioso, ¿no te parece? Se entregó a fondo, sacó lo mejor de sí mismo para un disco que, de todas maneras, no le iba a reportar ni un centavo...
   -¿Le gustó?
   -¿A quién, a ella?
   -Sí.
   -No, no le gustó nada. Estaba furiosa y durante mucho tiempo le reprochó haber expuesto su vida privada a la vista de todos... Mira, ésta es: This is Anna's Song... ¿Oyes qué bonito? Reconoce que esto no suena a revancha... Que es todavía amor...


   -Sí...
   -Te ha dejado pensativo...
   -¿Tú te lo crees?
   -¿El qué?
   -¿Que el primer amor es siempre el último?
   -No lo sé... Espero que no...
    Escucharon el final del disco sin volver a dirigirse la palabra.

   -Bueno, hala... Joder, son casi las cuatro... Voy a estar fino yo, mañana...
   Se levantó.
   -¿Te vas con tu familia? -le preguntó Camille.
   -Lo que queda de ella, sí...
   -¿No te queda mucha?
   -Me queda esto -dijo Franck, acercando mucho el índice al pulgar-... ¿y a ti?
   -Ésta -dijo ella, pasándose la mano por encima de la cabeza.
   -Pues... bienvenida al club... Hala... buenas noches...
   -¿Duermes aquí?
   -¿Te molesta?
   -No, no, era simple curiosidad...

   Franck se dió la vuelta:
   -¿Duermes conmigo?
   -¿Cómo dices?
   -Nada, nada, era simple curiosidad... -dijo riéndose. (Págs.190 -199)
  

sábado, 17 de julio de 2010

Climbing the stairway to the sea

Johnny Mathis - Stairway to the sea

Deep in the night
I climb the stairway to the sea
And pretend your are there beside me
So close beside me, watching the sea

I see us there upon the stairway to the sea
Where the mist softly kiss two lovers
Hiding from others
Our love by the sea

Why try to find a new love
When your voice keeps calling me
I'm just a lonely prisoner of the stairway to the sea
And there you'll find me waiting for the day of your return
But till that day how memories can burn

This is my pray upon the stairway to sea
That you will soon be there before me
Whispering adore me
There by the sea

And there you'll find me waiting for the day of your return
But till that day how memories can burn

This is my pray upon the stairway to sea
That you will soon be there before me
Whispering adore me
There by the sea
There by the sea
There by the sea 

La Busca - Pío Baroja

Mientras barajaba en la cabeza todas estas ideas de exterminio, iba obscurenciendo. Manuel subió a la plaza de Oriente, y de allí siguió por la calle del Arenal.
Estaban asfaltando un trozo de la Puerta del Sol; diez o doce hornillos, puestos en hilera, vomitaban por sus chimeneas un humo espeso y acre. Todavía las luces blancas de los arcos voltaicos no habían iluminado la plaza; las siluetas de unos cuantos hombres que removían la masa de asfalto en las calderas con largos palos, se agitaban diabólicamente ante las bocas inflamadas de los hornillos.
Manuel se acercó a una de las calderas y oyó que le llamaban. Era el Bizco; se hallaba sentado sobre unos adoquines.
-¿Qué hacéis aquí? -le preguntó Manuel.
-Nos han derribado las cuevas de la Montaña -dijo el Bizco-, y hace frío. Y tú, ¿qué? ¿has dejado la casa?
-Sí.
-Anda, siéntate.
Manuel se sentó y se recostó en una barrica de asfalto.
En los escaparates y en los balcones de las casas iban brillando luces; llegaban los tranvías suavemente, como si fueran barcos, con sus faroles amarillos, verdes y rojos; sonaban sus timbres, y corrían por la Puerta del Sol, trazando elegantes círculos. Cruzaban coches, caballos, carros; gritaban vendedores ambulantes en las aceras, había una baraúnda ensordecedora... Al final de una calle, sobre el resplandor cobrizo del crepúsculo, se recortaba la silueta aguda de un campanario.
-Y a Vidal, ¿no lo ves? -preguntó Manuel.
- No. Oye: ¿tú tienes dinero? -dijo el Bizco.
-Veinte o treinta céntimos  nada más.
-¿Vamos a por una libreta?
-Bueno.
Compró Manuel un panecillo, que dió al Bizco, y los dos tomaron una copa de aguardiente en una taberna. Anduvieron después correteando por las calles, y a las once, aproximadamente, volvieron a la Puerta del Sol.
Alrededor de las calderas del asfalto se habían amontonado grupos de hombres y de chiquillos astrosos; dormían algunos con la cabeza apoyada en el hornillo, como si fueran a embestir contra él. Los chicos hablaban y gritaban, y se reían de los espectadores que se acercaban con curiosidad a mirarles.
-Dormimos  como en campaña -decía uno de los golfos.
-Ahora no vendría mal -agregaba otro- pasarse a dar una vuelta por la Plaza Mayor, a ver si nos daban una libra de jamón.
-Tiene trichina.
-Cuidado con el colchón de muelles -vociferaba uno chato, que andaba con una varita dando en las piernas de los que dormían-. ¡Eh, tú, que estás estropeando las sábanas!
Al lado de Manuel, un chiquillo raquítico, de labios belfos y ojos ribeteados, con uno de los pies envuelto en trapos sucios, lloraba y gimoteaba; Manuel, absorto en sus ideas, no se había fijado en él.
-Pues no berreas tú poco -le dijo al enfermo un muchacho que estaba tendido en el suelo, con las piernas encogidas y la cabeza apoyada en una piedra.
-Es que me duele mucho.
-Pues, amolarse. Ahórcate.
Manuel creyó oír la voz del Carnicerín, y miró al que hablaba. Con gorra puesta sobre los ojos, no se le veía la cara.
-¿Quién es ése? -preguntó Manuel al Bizco.
-Es el capitán de los de la Montaña: el Intérprete.
-¿Y por qué le habla así a ese chico?
El Bizco se encogió de hombros con un ademán de indiferencia.
-¿Qué te pasa? -le preguntó Manuel al chiquillo.
-Tengo una llaga en un pie -contestó el otro, volviendo a llorar.
-Te callarás -interrumpió el Intérprete, soltando una patada al enfermo, el cual pudo evitar el golpe-. Vete  a contar eso a la perra de tu madre... ¡Moler! No se puede dormir aquí.
-Amolarse -gritó Manuel.
-Eso ¿a quién se lo dices? -preguntó el Intérprete, echando la gorra hacia atrás y mostrando su cara brutal de nariz chata y pómulos salientes.
-A ti te lo digo ¡ladrón! ¡cobarde!
El Intérprete se levantó y marchó contra Manuel; éste, en un arrebato de ira, le agarró del cuello con las dos manos, le dió con el talón derecho un golpe en la pierna, le hizo perder el equilibrio y le tumbó en la tierra. Allí le golpeó violentamente. El Intérprete, más forzudo que Manuel, logró levantarse; pero había perdido la fuerza moral, y Manuel estaba enardecido y volvió a tumbarle, e iba a darle con un pedrusco en la cara, cuando una pareja de municipales les separó a puntapiés. El Intérprete se marchó de allí avergonzado.
Se tranquilizó el corro, y fueron, unos tras otros, tendiéndose nuevamente alrededor de la caldera.
Manuel se sentó sobre unos adoquines; la lucha le había hecho olvidar el golpe recibido a la tarde; y se sentía valiente y burlón, y encarándose con los curiosos que contemplaban el corro, unos con risas y otros con lástima, se puso a hablar con ellos.
-Se va a terminar la sesión -les dijo-. Ahora van a dar comienzo los grandes ejercicios de canto. Vamos a empezar a roncar, señores. ¡No se inquieten los señores del público! Tendremos cuidado con las sábanas. Mañana las enviaremos a lavar al río. Ahora es el momento. El que quiera -señalando una piedra- puede aprovecharse  de estas almohadas. Son almohadas finas, como las gastan los marqueses de Archipipi. El que no quiera, que se vaya y no moleste. ¡Ea!, señores: si no pagan, llamo a la criada y digo que cierre...
-Pero si a todos estos les pasa lo mismo -dijo uno de los golfos-; cuando duermen van al mesón de la Cuerda. Si todos tienen cara de hambre.
Manuel sentía verbosidad de charlatán. Cuando se cansó se apoyó en un montón de piedras y, con los brazos cruzados, se dispuso a dormir.
Poco después el grupo de curiosos se había dispersado; no quedaban más que un municipal y un señor viejo, que hablaba de los golfos en tono de lástima.
El señor se lamentaba del abandono en que se les dejaba a los chicos, y decía que en otros países se creaban escuelas y asilos y mil cosas. El municipal movía la cabeza en señal de duda. Al último resumió la conversación, diciendo con tono tranquilo de gallego.
-Créame usted a mí: éstos ya no son buenos.
Manuel, al oir aquello, se estremeció; se levantó del suelo donde estaba, salió de la Puerta del Sol y se puso a andar sin dirección ni rumbo.
'¡Éstos ya no son buenos!' La frase le había producido una impresión profunda. ¿Por qué no era bueno él? ¿Por qué? Examinó su vida. Él no era malo, no había hecho daño a nadie. Odiaba al Carnicerín porque le arrebataba su dicha, le imposibilitaba vivir en el rincón donde únicamente encontró algún cariño y alguna protección. Después, contradiciéndose, pensó que quizá era malo y, en ese caso, no tenía más remedio que corregirse y hacerse mejor. (Págs. 290-295)

Cosecha Roja - Dashiell Hammett

Una bala abrió con su beso un agujero en el marco de la puerta, junto a mi sesera.
Otras balas hicieron más agujeros en la puerta, en el marco de la misma pared, pero para entonces ya había transportado mi sesera a un rincón seguro, desviado de la ventana.
Sabía que había enfrente una casa de cuatro pisos destinada a oficinas, cuya azotea quedaba un poco más alta que mi ventana. La azotea estaría a oscuras. La luz de mi cuarto estaba encendida. En semejantes condiciones hubiese sido un mal asunto asomarme para investigar.
Busqué con la mirada algo que arrojar contra el globo de luz, descubrí una biblia de regalo y la lancé. La bombilla se desintegró con un pequeño estampido y reinó para mi la oscuridad.
Habían cesado los tiros.
Me arrastré hasta la ventana y, de rodillas, miré con un ojo por una esquina de abajo. La azotea vecina estaba a oscuras y demasiado alta para que yo pudiera ver por encima del pretil. Al cabo de espiar un rato de esta guisa, con un ojo solamente, lo único que logré fue que me doliera el cuello.
Llamé por teléfono y le pedí a la telefonista que me enviase al detective del hotel.
Era un hombre barrigudo, de bigotes blancos y con la frente sin desarrollar de un bebé. Llevaba un sombrero demasiado pequeño en la coronilla para exhibir la frente. Se llamaba Keever. Se puso sobremanera excitado con lo de los tiros.
Vino el director del hotel, un hombre llenito de carnes con rostro, voz y modales cuidadosamente disciplinados. No se excitó en absoluto. Adoptó la actitud de esto-es-inaudito-pero-no-grave del prestidigitador callejero a quien le falla un truco en medio de la representación.
Nos arriesgamos a encender la luz, consiguiendo un nuevo globo, y contamos los agujeros de bala. Había diez.
Vino la Policía, se fue la Policía y regresó la Policía para dar cuenta de que no habían tenido la suerte de encontrar una pista, cualquier pista. Noonan telefoneó. Habló con el sargento al mando del destacamento y luego conmigo.
-Hace un minuto que me he enterado de lo de los tiros -me dijo- ¿Quién puede quererle tan mal?
-No puedo imaginarlo -mentí.
-¿No le ha dado ninguno de los disparos?
-No.
-Bueno,  estupendo - dijo cordialmente-. Le echaremos la mano al angelito, sea quien sea, puede apostar lo que sea. ¿Quiere usted que le deje ahí a un par de mis muchachos para estar seguros de que no vuelva a ocurrirle nada?
-No, gracias.
-Si los quiere los dejo -insistió.
-No, gracias.
Me hizo prometerle que iría a verlo en cuanto puediera, me dijo que toda la Policía de Personville estaba a mi disposición, me dió a entender que si algo me ocurría le destrozaría la vida, y por fin pude librarme de él.
Se fue la Policía. Hice que llevaran mis cosas a otra habitación sobre la que no fuera tan fácil concentrar el fuego de artilleria. Me cambié de ropa y me encaminé a Hurricane Street para acudir a mi cita con el garitero de ronca voz. (Págs. 83-85)

martes, 6 de julio de 2010

Sola, perduta, abbandonata - Giacomo Puccini


Sola, perduta,
abbandonata…
in landa desolata!
Orror! Intorno a me
s’oscura il ciel…
Ahimè, son sola!
E nel profondo
deserto io cado,
strazio crudel,
ah! sola abbandonata,
io, la deserta donna!
Ah! Non voglio morir!
No! Non voglio morir!
Tutto dunque è finito.
Terra di pace mi
sembrava questa…
Ahi! Mia beltà funesta,
ire novelle accende…
Strappar da lui
mi si volea; or tutto
il mio passato
orribile risorge,
e vivo innanzi
al guardo mio si posa.
Ah! Di sangue
s’è macchiato.
Ah! Tutto è finito.
Asil di pace ora
la tomba invoco…
No! Non voglio morir…
amore, aita!

Sola, perdida, abandonada…
en un país desolado.
¡Horror! A mi alrededor
se oscurece el cielo…
¡Ay de mí… estoy sola!
¡Desfallezco en el
profundo desierto,
cruel angustia,
ah, sola y abandonada,
yo, la desierta mujer!
¡Ah! ¡No quiero morir!
¡No! ¡No quiero morir!
Así pues todo ha acabado.
Tierra de paz
me parecía ésta…
¡Ay, mi funesta belleza
enciende nuevas iras …!
Querían separarme de él;
ahora resurge todo
mi horrible pasado
y desfila
ante mi vista
con gran claridad.
¡Ah! Se ha manchado
de sangre.
¡Ah! Todo se acabó.
Invoco ahora a la muerte
como a un asilo de paz
¡No! ¡No quiero morir…
amor, ayúdame!

lunes, 5 de julio de 2010

La Ventana Pintada - José Carlos Somoza

Me contó que un emperador de un país lejano tenía una hija a la que quería complacer. El emperador ordenó entonces a sus mejores ingenieros y artistas la construcción de un fabuloso toro de bronce dorado. El interior de la figura debía ser completamente hueco, y su vientre, recubierto de láminas de oro, estaría perforado algo menos que un cedazo, algo menos que el enrejado de una jaula, pero lo suficiente para que entrara aire, y habría una compuerta en ese vientre, un hueco capaz de recibir el cuerpo de un hombre; y entre las poderosas pezuñas metálicas reposarían varios braseros grandes; y su boca ocultaría el extraño laberinto de una trompeta. Cuando la figura estuvo terminada según sus deseos, el emperador, que era tan cruel como imaginativo, quiso probarla con uno de los artistas que habían ayudado a diseñarla. Encerraron al desdichado en el interior cóncavo del toro y los braseros ardieron hasta que el vientre de metal cegó de blancura cuantos lo contemplaban. Pero los horribles gritos de la víctima que se quemaba viva en su interior emergían transformados en una hermosa coral de tubas, un canto de ángeles desterrados, meláncolico y hechizante. Entonces el emperador invitó a su hija a oír la voz de la estatua sin revelar su terrible secreto, y la ingenua muchacha se deleitó al escuchar aquella sublime melodía de metal. Pasaron muchos años antes de que descubriera, horrorizada, que la música que la hacía llorar de amor y atisbar maravillas imposibles, procedía de los aullidos unánimes de la carne de hombres y mujeres que se carbonizaba en el interior de la figura. Se ignoraba lo que había hecho la hija del emperador cuando supo la verdad, pero era posible imaginar que, pese a todo, el ansia de belleza había extinguido la compasión, y había continuado oyendo al toro de bronce.
   Me contó todo esto y añadió:
   -Es un cuento que no es un cuento. Es parte del secreto.
   -¿De qué forma?
   Yo sabía perfectamente que no podía estorbar sus silencios, que no podía apresurar su respuesta, ni siquiera desearla -como no se puede comenzar a elaborar la intención de querer mirar a un pájaro posado en nuestra ventana pro casualidad, ni el simple deseo de hacerlo, porque hay algo que escapa: si el pájaro no huye, huye su naturaleza, y ya no es él sino su alerta o su precaución, su cuerpo rígido, su sospecha, su imperioso instinto de sobrevivir-, pero a veces los silencios me exasperaban y la espera se me hacía imposible. Lázaro me enseñaba a esperar desobedeciendo mis preguntas. Aquella tarde, por ejemplo, no quiso hablar de nada más, pero en una visita posterior me desveló la metáfora de la historia:
   -Hay una vida que es una figura dorada que canta cosas maravillosas. Hay otra que es un cuerpo torturado que grita de dolor. Son dos vidas muy diferentes, Javier, pero no puedes separarlas: una está dentro de la otra.
   -Pero la vida de la figura dorada es falsa -repliqué-. La verdadera, según tu ejemplo, es la otra, la del hombre torturado.
   -En el fondo, ambas son verdaderas. Lo que ocurre es que existen al mismo tiempo.
   -Te refieres a las dos vidas que mencionabas al otro día, ¿no es cierto? He estado reflexionando sobre el tema y no me percibo viviendo dos vidas distintas... Yo soy siempre el mismo.
   -También lo es el condenado que grita en el interior de la estatua. Nosotros podemos vivir ignorantes, como ocurría al principio con la hija del emperador. Pero una vez que sabemos la verdad, debemos tomar una decisión...
   -¿Qué decisión?
   Se detuvo en su lánguido paseo y me observó fijamente.
   -¿Seguiremos oyendo la música, a pesar de todo? O bien ¿oiremos los gritos? (Págs. 173-175)

El Libro del Desasosiego - Fernando Pessoa

I.
Nací en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes había perdido la creencia en Dios, por la misma razón por la que sus mayores la habían tenido -sin saber por qué. Y entonces, como el espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente, y no porque piensa, la mayoría de los jóvenes escogió a la Humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a aquel género de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no viendo sólo la multitud de la que son parte, sino también los grandes espacios que hay al lado. Por eso ni abandoné a Dios tan ampliamente como ellos, ni acepté nunca a la Humanidad. Consideré que Dios, siendo improbable, podría existir, pudiendo por lo tanto deber ser adorado; pero que la Humanidad, siendo una mera idea biológica, y no significando más que la especie animal humana, no era más digna de adoración que cualquier otra especie animal. Este culto a la Humanidad, con sus ritos de Libertad e Igualdad, me pareció siempre una revivificación de los cultos antiguos, donde los animales eran como dioses, o los dioses tenían cabezas de animales.
   Así, no sabiendo creer en Dios, y no pudiendo creer en una suma de animales, me quedé, como otros de la orla de las gentes, en aquella distancia de todo a la que comúnmente se llama la Decadencia. La Decadencia es la pérdida total de la incnsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiera pensar, se pararía.
   A quien, como yo, así, viviendo, no sabe tener vida ¿qué le queda sino, como a mis escasos pares, la renuncia por modo y la contemplación por destino? No sabiendo qué es la vida religiosa, ni pudiendo saberlo, porque no se tiene fe con la razón; no pudiendo tener fe en la abstracción del hombre, ni sabiendo siquiera qué hacer de ella ante nosotros, nos quedaba, como motivo de tener alma, la contemplación estética de la vida. Y así, ajenos a la solemnidad de todos los mundos, indiferentes a lo divino y menospreciadores de lo humano, nos entregamos fútilmente a la sensación sin propósito, cultivada en un epicureísmo sutilizado, como conviene a nuestros nervios cerebrales.
   Reteniendo de la ciencia sólo aquel precepto central suyo, de que todo está sujeto a las leyes fatales, contra las cuales no se reacciona independientemente, porque reaccionar es que ellas han hecho que reaccionáramos; y verificando cómo ese precepto se ajusta al otro, más antiguo, de la divina fatalidad de las cosas, abdicamos del esfuerzo como los débiles del entretenimiento de los atletas, y nos doblamos sobre el libro de las sensaciones con un gran escrúpulo de erudición sentida.
   No tomando nada en serio, ni considerando que nos fuese otorgada como cierta otra realidad fuera de nuestras sensaciones, a su abrigo nos acogemos, y las exploramos como a grandes países desconocidos. Y, si nos ocupamos asiduamente no sólo en la contemplación estética sino también en la expresión de sus modos y resultados, de la voluntad de querer convencer el entendimiento ajeno o mover la ajena voluntad, es apenas como el hablar en voz alta de quien lee, hecho para dar plena objetividad al placer subjetivo de la lectura.
   Sabemos bien que toda obra ha de ser imperfecta, y que la menos segura de nuestras contemplaciones estéticas será la de aquello que escribimos. Pero imperfecto es todo, y no hay ocaso tan bello que no pudiera serlo más aún, o brisa tan leve que nos produzca sueño que no pudiera darnos un sueño aún más tranquilo. Y así, contempladores por igual de las montañas y de las estatuas, disfrutando los días como libros, soñándolo todo, sobre todo para transformarlo en nuestra íntima sustancia, haremos también descripciones y análisis que, una vez hechos, pasarán a ser cosas ajenas de las que podremos disfrutar como si vinieran con la tarde.
   No es este el concepto de los pesimistas, como el de Vigny, para quien la vida es una cadena, donde él trenzaba la paja para distraerse. Ser pesimista es tomar cada cosa como algo trágico, y esa actitud es una exageración y una incomodidad. No tenemos, es cierto, un concepto de valor para aplicar a la obra que producimos. La producimos, es cierto, para distraernos, pero no como el preso que trenza la paja para distraerse del Destino, sino como la joven que borda almohadas para distraerse, sin más.
   Considero la vida como una venta donde tengo que esperar hasta que llegue la diligencia del abismo. No sé adónde me llevará, porque no sé nada. Podría considerar esta venta una prisión, porque estoy obligado a esperar en ella; podría considerarla un lugar social, porque aquí me encuentro con otros. No soy, sin embargo, ni impaciente ni vulgar. Dejo estar a los que se encierran en su cuarto, echados indolentes en la cama donde esperan sin sueño; dejo hacer a los que conversan en las salas, de donde las voces y las músicas llegan cómodas hasta mí. Me siento a la puerta y embebo mis ojos y oídos en los colores y los sonidos del paisaje, y canto lento, sólo para mí, vagos cantos mientras espero.
   Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. Gozo de la brisa que me dan y del alma que me dieron para gozarla, y no pregunto más ni busco. Si lo que dejé escrito en el libro de los viajantes puede, releído un día por otros, entretenerlos también en el tránsito, estará bien. Si no lo leen, ni se entretienen, estará también bien. (Págs. 15-18)

La Ternura del Sueño