sábado, 19 de marzo de 2011

James Ellroy - Loco por Donna

   El tremendo Joe Tierney, ¡aclamad al jefe!
   Me midió en silencio. Me clavó la mirada. Dicha mirada me llegó al tuétano.
   Ocupábamos su oficina. Me senté erguido. Joe Tierney, insidioso irlandés de mierda.
   -La prarafernalia de rino servirá, casi toda -dijo-. La aguja de corbata y la hebilla del cinturón me gustan, pero la corbata estampada de rinos tiene que desaparecer.
   La silla me rozaba el culo. La oficina ofendía. Las fotos me fliparon.
   Joe T. con el Papa polaco, posando como colegas en Cristo. Joe T. con esa mandona de Madre Teresa. Joe T. con Hillary Clinton y su pinta de tortillera marimacho.
   -Gracias, jefe. La próxima vez que vaya de compras al Costco, te llevaré conmigo.
   -Éste ya no es el DPLA del hombre blanco justiciero y de derechas en el que te criaste. -Tierney rió.
   -Sí, di que he tenido suerte.-Reí-. Llegué a cargarme a tres negros asquerosos y a dos espaldas mojadas antes de lo de Rodney King.
   -Eres desenvuelto, Rino, eso tengo que reconocerlo. Y lo bastante listo para saber que ahora el departamento no podría afrontar más mala publicidad. Estamos de litigios civiles hasta el cuello, el Decreto de Consentimiento nos tiene paralizados y nuestros agentes temen hacer detenciones porque todos los golfos de la calle, cuando los pillan, piensan en demandarnos.
   Reí y bostecé. Estaba cansado y derrotado. Me había quedado hasta muy tarde ante la casa de Stephanie.
   -¿Me has llamado por una razón concreta, o sólo para criticar mi guardarropa?
   Tierney enseñó los dientes. Me llegó una bocacanada de aire cargado de alcohol. Un irlandés indigno que le daba al licor con el almuerzo.
   -Bien, vayamos al grano. Tú conociste a Danny Getchell. Le diste droga a cambio de información, lo cual era una práctica común en aquella época. Tu error fue dar droga a un tipo que lo anotaba todo y que llevaba un archivo. Ahora, Danny ha muerto, pero Gary Getchell está vivo y nuestro capitán y colega Lauter no le cae muy bien. Lo ha mencionado una vez en un reportaje de Hush-Hush y tal vez tenga la intención de publicar en el futuro artículos sobre la brigada de Narcóticos, lo cual pondría en un auténtico brete a todo el departamento. Tu trabajo consistirá en disuadirlo.
   Me consumí en silencio. Espera a ver cómo te jode. Tiembla con la amenaza.
   Esperé con ansia. El jefe Joe esparció vapores de martini y me machacó.
   -No quiero abrumarte con acusaciones al departamento por las indiscreciones que puedan salir a la luz a través de Hush-Hush, así que Tom Lodlow y tú le apretáis las tuercas a Gary Getchell y le decís que se olvide del capitán Lauter y del DPLA. Decidle que somos sacrosantos, decidle que nunca utilice sus archivos contra nosotros y dejadle clara la cuestión con un poco de dolor.


   ¡Un trabajo de matón! ¡Joder! ¡Contundente coacción policial!
   Me acerqué a la comisaría de Hollywood. Tom 'el listín' esperaba fuera. Fuimos al club de campo de Bel-Air.
   Tom presagiaba problemas. Agitaba el listín de Westside y pronunciaba obscenidades. Todavía hacía llamadas telefónicas guarras. Todavía 'pillaba ninfómanas' y 'follaba con putas' por ese sistema. Tenía recuerdos muy vívidos de Vietnam. Dichos recuerdos lo roían. Le gustaba la nostalgia nociva y la dramaturgia draconiana. ¡Ah, la juventud! ¡Tiernos tiempos de tortura y vivisecciones de vietcongs!
   Llegamos a Bel-Air. Vi circular coches de policía sin distintivos por Udine Way. Quédate: un ensayo a la luz del día para el psicópata que actúa por la noche. Bonito Bel-Air; un terreno de primera para el merodeador malvado. Vigilancias móviles preparadas para la noche.
   Ahí está el club de campo. Ahí está el aparcamiento del 'caddie'. Quédate con ese Dodge Dart destrozado.
Quédate con ese Cadillac calcificado y con ese Lincoln Continental de cromados centelleantes.
   Hay una furgoneta hecha polvo. Lleva pintadas unas llamas y tiene las ruedas pinchadas. El parabrisas está agrietado y roto. La puerta trasera pende de la bisagra.
   Dentro está Gary Getchell. Hay una máquina de mimeografiar. Está empaquetando objetos. ¿Bragas, por casualidad?
   Aparcamos y nos acercamos. Getchell apilaba bragas y las metía en bolsas de plástico. Quédate con la cojonuda colección de fotos de las paredes: todas Hush-Hush añejo.
Marilyn Monroe: mestizaje mandinguesco. ¡Las delicias morenas de Ava Gardner! ¡La desventura de Johnnie Ray en el lavabo de hombres! ¡Rod Hudson, el galán gay!
   -Pasma, ¿no? -dijo Getchell-. Me parece una complicación innecesaria.
   Tom acarició el listín. Las cubiertas estaban sueltas de tanto uso. La última estaba tiesa y marrón de sangre. (Págs. 109-111)

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