Una vez te dije, fíjate en el hilo de lana, si te paras a mirarlo verás que en realidad son dos hilos que se van entrecruzando de principio a fin. De ahí nacemos tú y yo, formamos una madeja estupenda. Nuestra amistad es como el tejido de ese ovillo que momentos de la vida laboró.
Pero, a base de tejer, la lana se desgasta, pierde su lustrosidad, se enreda fácilmente, se hacen nudos. Quieres seguir tejiendo...pero no puedes. En ese momento tienes que dejar de tricotar.
Hay que cortar y quitar el trozo de lana dañado y atarlo de nuevo al otro cabo del ovillo. Entonces se puede seguir tejiendo. Ese nudo se deja por el lado del revés, para que no se vea. Sigues tejiendo la madeja pero, si el hilo sigue estando desgastado, fácilmente se vuelve a enredar. De nuevo tienes que volver a cortar... Es más a la que te descuidas, si no has conseguido lana nueva, ya no tienes con qué seguir tricotando. Se queda la labor sin terminar, a medio hacer.
Hoy te digo, hace tiempo que se acabó la madeja. Lo sabemos. Cuando las horas de la vida nos quieran seguir tejiendo, recuerda que no somos lana, recuerdame que no hay ovillo, que sólo son agujas de tejer en movimiento baldío.
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