martes, 22 de abril de 2008

La espera

Pasar por un quirófano a la caza y captura de bultos aliens no deseados no es moco de pavo, máxime, cuando su ubicación linda con la glándula llamada Tiróides que tanto bien nos hace y tanto necesitamos.

Sé que calor y compañía no le van a faltar. Sé que entra a óperar bastante tranquilo. Sé que voy a estar dando la murga por teléfono para que sepan que estoy aqui y para estar informada en todo momento de cómo va.

Temprano por la mañana, él me avisa del retraso: No entraré a las ocho y media, entraré a las once. Después hablo con mi madre: llamarémos ya a mediodía.

Nerviosa telefoneo a las dos y media: ¿Y bien?. Aún no lo hemos visto, me dicen, acaba de salir el cirujano y dice que todo ha ido bien (algo más de dos horas y media de intervención). Han podido dejar algo de glándula. Bueno, le digo, llámame en cuanto se despabile un poco.

Pasan otras horas, vuelvo a llamar: Justo ahora acaba de pasar el médico. Todo va bien. Está muy adormilado. ¿Me puede saludar? Espera, le pregunto. Dice que no con la mano, que le duele al hablar. Pero no te preocupes, ya va teniendo mejor color de cara. Aún está muy adormilado.
Cuando pueda hablar ¿me llamaras?[...]

Casi a la noche, de nuevo vuelvo a telefonear: Díme! (je! es él). Estoy mejor (le noto la voz muy ronca). Bueno no hables, sólo con eso me basta; pásame a mamá. ¡Ya está mejor y dicen las enfermeras que le darán de cenar! Hasta hace apenas un rato ni agua le quisieron dar. Bueno, le contesto, si hay cena buena señal. Ya no llamo hoy más.

Dos días después ya tiene el alta, ya duerme en casa. Se acabaron las sondas y los goteros. Ya con tranquilidad le pregunto: ¿Y la cicatriz es muy grande? De lado a lado del cuello, pero es muy fina, apenas se vé. ¿Y te duele? Con los calmantes que dan, apenas unas molestias. Y hasta dentro de una semana el médico ya no me quiere ver. ¿Qué mejor respuesta me podía dar?

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