Éstas que aqui destaco son algunas de las pompas que conforman la espuma de mi bitácora. Es posible que algunas coincidan con las tuyas. Déjate salpicar y enjabonemos el agua de la vida.
lunes, 31 de enero de 2011
John Barry (1933-2011) - La Banda Sonora de Nuestra Vida
Memorias de África
Una Proposición Indecente
Bailando con Lobos
Y por supuesto Bond, James Bond
domingo, 30 de enero de 2011
The killer inside me & Una furtiva lagrima
A veces el cine te lleva a la literatura y otras te conduce a la ópera. Ésta ha sido una de esas veces. The killer inside me (El asesino que hay en mí¿?) traducida por El demonio bajo la piel (The devil under the skin¿?) me impactó anoche de tal modo que ya estoy impaciente por conseguir la novela.
Basada en la obra del mismo título de Jim Thompson, nos adentra en una historia de sexo y violencia como pocas. Enmarcada dentro de la novela negra, no es una historia visual contada al uso. Tomamos como punto de partida que el narrador y protagonista es un asesino de aspecto inocuo, cuyo pasado (esbozado a ráfagas a modo de flashback) le predeterminará a cometer ciertos actos impensables.
Amparándose en su cargo (sheriff) y su atractivo y encantador aspecto físico, irá eludiendo su culpabilidad; al tiempo que irá hundiéndose cada vez más en una historia sórdida de sexo, violencia, poder, dinero y muerte. La inocencia llegada de la mano de un pequeño ratero, fundamentalmente, no tiene ninguna cabida aqui y el amor, que pudiera parecer a priori el leif motiv de tal desenfreno, solo viene refrendado por una álgida pre-escena final en la que suena el aria de Donizzeti y que te prepara para algo aunque, después de todo, no sabes muy bien para qué: 'Cuanto tiempo sin vernos. Cuanto tiempo sin vernos' dice el protagonista. Lo demás será mejor que lo veas y después decidas, por qué o por quién es esa lágrima furtiva. Tengo mi propia opinión, pero no será hasta haber leido la obra original cuando pueda defenderla
P.S.: Cassey Affleck ya se ganó mi admiración con su interpretación en 'Adios, pequeña, adios' en la que actuaba bajo la dirección de su propio hermano. También es encomiable su papel en 'El asesinato de Jesse James por el cobarde de Robert Ford'. Pero en esta pequeña joya cinematográfica, muy dura de tragar en algunas escenas, sencillamente lo borda. Interesante es verla en versión original, y así poder valorar hasta que punto la voz meliflua que le da al personaje acentúa, más si cabe, su locura.
viernes, 28 de enero de 2011
Con Anuncio - Rosa Ribas
'Soy una cobarde'. Llenó el hervidor de agua y dejó que el borboteo del líquido cubriera por un momento las voces en la radio. 'Una cobarde.' Sacó la taza del armario y puso el filtro de cerámica encima. 'Una gallina.' Metió el filtro de papel dentro y echó dos cucharadas colmadas de café. Un chasquido metálico anunció que el agua había alcanzado la temperatura. 'Cobarde, gallina, capitán de la sardina', decía una vocecita burlona que conocía desde los juegos de los agostos de su infancia en Allariz. Vertió el agua lentamente procurando que el café molido no se quedara pegado al filtro. 'Soy una cobarde. Una cobarde, gallina, capitán de la sardina'.
Y saberlo y confesarlo por toda la cocina no conseguía robarle el buen humor de esa mañana. Había dormido mucho. La ventaja de trabajar en un caso menor. Había dormido mucho y no se había levantado con Jan, que a las ocho ya tenía que estar en el Gymnasium.
Justo la hora a la que se había levantado ella, cuando hacía un buen rato que había oído en su duermevela que Jan cerraba con cuidado la puerta al salir para no despertarla. Había dejado tras él una mezcla de olores a gel de ducha, té y tostadas, que había percibido placenteramente desde la cama acompañados de sonidos amortiguados por la puerta cerrada del dormitorio. El agua de las duchas interminables de Jan, con cinco, ¿o eran cuatro?, cambios de temperatura, algo que había aprendido de su padre, un zoólogo fanático del naturismo y de los baños Kneipp. Si ella había aprendido algo al respecto lo había hecho de su madre y su '¿Está calentita el agua, neniña?'. Después eschuchó como hervía el agua para el té.
Antes del viaje de Jan a Australia, esta disparidad era parte de su vida, de sus bromas, a veces de sus discusiones. Ahora no era más que una constatación, un fragmento de la cotidianeidad que habían perdido y no conseguían rehacer. Tras un reencuentro dramático y apasionado -¿qué hubiera pasado si los hubieran pillado en el lavabo de hombres en el aeropuerto?-, tras ese fogonazo llegó el día después, el que nunca sale en las películas, en el que cometieron el error de acordar tácitamente que no se hablaría del asunto.
Ahora, un agujero de silencios y suposiciones amenazaba con romper el tejido de su relación. Por alguna causa, no conseguían repararla. Quizás era más bien su culpa, pensó, porque se había cerrado en banda a todo lo que tuviera que ver con aquel tiempo. Por más que Jan insistiera, no quería ni ver las fotos de Australia. Aquel rechazo visceral que abarcaba todo lo que estaba relacionado con el viaje, su abandono, como ella lo sentía. No soportaba oír hablar de Australia, de la moto, ni del paisaje, y menos aún de la gente que había conocido allí con la que ahora mantenía correspondencia por correo electrónico. Le mencionó una vez que había invitado a un tal Bob y a una tal Judith a visitarlos a Fráncfort. Se obligó a escucharlo con amable atención mientras hablaba de ellos, pero no se pudo contener cuando le contó que planeaba llevarlos a recorrer el país en moto.
-Será sin mí.
Lo había dicho antes de encogerse de hombros, darse media vuelta y dejarlo con la palabra en la boca.
¿Injusto? Sí. Lo sabía. ¿Exagerado? Puede. Pero era una reacción fóbica, se decía, y todas las reacciones fóbicas parecen exageradas. Si no lo fueran, no serían fóbicas. Y de eso ella sabía más que él.
Desde entonces vivían en una especie de estado de excepción. Se trataban mutuamente como si fueran sensibles mecanismos de relojería conectados a una bomba. Evitaban los temas conflictivos, pero con el tiempo todos los temas devinieron problemáticos. Las cuestiones no resueltas contaminan todo cuanto las rodea, pueden asomar de forma intempestiva detrás de un tema en apariencia más inocuo.
Como ese olor a té, que le molestaba. ¿Cómo puede alguien empezar el día con eso?(Págs. 83-85)
miércoles, 26 de enero de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
El Hincha
Algunos tienen el privilegio de tener un papi, que se desmonta soplando, con una vuvucela zulú en el Ripollès, cuyo claro sonido alcanza las más altas cumbres del Pirineo.(Ahí es ná!)
Pablo Neruda - Eres toda de espumas delgadas y ligeras...
y te cruzan los besos y te riegan los días.
Mi gesto, mi ansiedad cuelgan de tu mirada.
Vaso de resonancias y de estrellas cautivas.
Estoy cansado, todas las hojas caen, mueren.
Caen, mueren los pájaros. Caen, mueren las vidas.
Cansado, estoy cansado. Ven, anhélame, víbrame.
Oh, mi pobre ilusión, mi guirnalda encendida!
El ansia cae, muere. Cae, muere el deseo.
Caen, mueren las llamas en la noche infinita.
Fogonazo de luces, paloma de gredas rubias,
líbrame de esta noche que acosa y aniquila.
Sumérgeme en tu nido de vértigo y caricia.
Anhélame, retiéneme.
La embriaguez a ]a sombra florida de tus ojos,
las caídas, los triunfos, los saltos de la fiebre.
Ámame, ámame, ámame.
De pie te grito! Quiéreme.
Rompo mi voz gritándote y hago horarios de fuego
en la noche preñada de estrellas y lebreles.
Rompo mi voz y grito. Mujer, ámame, anhélame.
Mi voz arde en los vientos, mi voz que cae y muere.
Cansado. Estoy cansado. Huye. Aléjate. Extínguete.
No aprisiones mi estéril cabeza entre tus manos.
Que me crucen la frente los látigos del hielo.
Que mi inquietud se azote Con los vientos atlánticos.
Huye, Aléjate. Extínguete. Mi alma debe estar sola.
Debe crucificarse, hacerse astillas, rodar,
verterse, contaminarse sola,
abierta a la marea de los llantos,
ardiendo en el ciclón de las furias,
erguida entre los cerros y los pájaros,
aniquilarse, exterminarse sola,
abandonada y única como un faro de espanto.
Girona Mon Amour
sábado, 22 de enero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
Lo que mi cámara no ve
lunes, 17 de enero de 2011
Rafael Alberti - Retornos del amor en las arenas
Van voluntariamente lentas, entrelazándose
nuestras sombras descalzas camino de los huertos
que enfrentan los azules de mar con sus verdores.
Tú todavía eres casi la aparecida,
la llegada una tarde sin luz entre dos luces,
cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,
pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.
Tú todavía eres aquella que a mi lado
vas buscando el declive secreto de las dunas,
la ladera recóndita de la arena, el oculto
cañaveral que pone
cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando
la alta temperatura de las odas felices,
el corazón del mar ciegamente ascendido,
muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.
Todo nos mira alegre, después , por las orillas.
Los castillos caídos sus almenas levantan,
las algas nos ofrecen coronas y las velas,
tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.
martes, 11 de enero de 2011
Elisabeta, Love Remembered - Wojciech Kilar, Coppola & Stocker
Y menos mal que está ahí la obra original, alcance de nuestra mano, para trasladarnos a un espacio atemporal donde el amor lo justifica todo por encima de Dios y el Mundo.
Riña de Gatos, Madrid 1936 - Eduardo Mendoza
-¡Baje de ahí ahora mismo, majadero!
Más por el susto que por instinto de conservación o por cálculo, Anthony se dio impulso con los brazos para salvar el muro y huir de quien le interpelaba, y se precipitó de cabeza al jardín.
La tierra de unos arrayanes esponjada para la siembra primaveral amortiguó el golpe. Magullado pero incólume, el inglés gateó hasta refugiarse detrás de un seto. Todo ocurrió con tanta rapidez que, cuando Paquita miró en la dirección de donde provenían el ruido y la voz, sólo alcanzó a ver a un desconocido que asomaba la cabeza y los hombros por encima del muro. Una aparición tan inesperada y el rostro congestionado del hombre asomado al muro le causaron un espanto incrementado por el profundo ensimismamiento en que se hallaba. Lanzó un grito y, sin atender a la llamada del intruso y al ruego de que no diera la alarma, corrió hacia la puerta de la casa. Ésta ya se abría al mayordomo, alertado por el grito de Paquita, salió al jardín empuñando una escopeta de caza. Con la rapidez y la agudeza de un perro de presa bajó la escalera, miró a su alrededor, descubrió al intruso, se llevó la escopeta a la cara y le habría descerrajado un tiro si Paquita no le hubiera detenido con una exclamación.
Sin dejar de apuntarle, el mayordomo ordenó al intruso levantar las manos, a lo que respondió éste que no podía hacerlo sin caerse a la calle. Esta sensata aclaración la hizo mirándo hacia el jardín y la repitió a renglón seguido girando la cabeza, porque también era válida para los mecánicos, que al oír el grito habían abandonado su puesto junto a los automóviles y corrían por la callejuela pistola en mano, instando al intruso a entregarse.
La situación se habría prolongado si de la casa no hubiera salido al cabo de poco el señor duque, acompañado de los tres generales. A una muda interrogación del amo, respondió el mayordomo señalando con el el doble cañón de la escopeta al intruso asomado al muro.
-¡Cáspita! -exclamó el duque al descubrir la insólita figura-. ¿Quién es ese tío y qué hace ahí encima, con medio cuerpo dentro y medio afuera?
-No lo sé, excelencia -repuso el mayordomo-, pero si su excelencia me da permiso, le vuelo la cabeza y luego vemos.
-¡No, no! ¡Nada de escándalos en mi casa, Julián! ¡Y menos hoy! -agregó señalando a los tres generales situados a su espalda.
Con esto la situación volvió a estancarse hasta que, saliendo de su aparente indolencia, el general Franco tomó la iniciativa, se acercó al muro y se dirigió al intruso con su timbre de voz agudo y tajante.
-¡Usted, quienquiera que sea, salte el muro y baje al jardín de inmediato!
-No puedo -respondió el interpelado-. Soy mutilado de guerra, mi general.
-¿Mi general? -exclamó Franco- ¿Acaso sabes quién soy?
-Ojalá no lo supiera, mi general, pero lo sé muy bien. Tuve el honor de combatir a sus órdenes en Larache. Allí fui herido, ascendido, condecorado y retirado del servicio activo. En la actualidad estoy adscrito a la Dirección General de Seguridad. Capitán Coscolluela, siempre a sus órdenes. Y, por favor, diga a los de afuera que no me disparen.
Para no ceder a su colega todo el protagonismo, sonó la voz tonante de Queipo de Llano.
-¡Guardad las armas, so capullos! ¿Queréis que se entere todo Madrid? Y tú, el de la tapia, ¿dónde has dicho que estabas destinado?
-En la Dirección General de Seguridad, mi general, a las órdenes del teniente coronel Marranón -repuso el capitán Coscolluela.
-¡Pues me cago en la leche! ¿Qué os había dicho? El cabrón de Azaña nos ha hecho seguir.
-A ustedes no, mi general -protestó el capitán Coscolluela-. A un inglés.
-¿A un inglés? -dijo Mola-. ¿Un inglés en casa del señor duque de Igualada? ¿Tú nos tomas por tontos?
-De ningún modo, mi general.
-Bueno -dijo Queipo de Llano-, quizá darle el paseo no sea tan mala idea, después de todo. Tanto si nos está vigilando como si ha venido por otro asunto, cuando dé el parte saldremos citados.
Mola meditaba, ceñudo, acariciándose el mentón.
-¿Eso hará, capitán? -preguntó.
-No, mi general. Yo sólo he de informar sobre los movimientos del inglés.
-¿Y quién es ese dichoso inglés? -preguntó Franco-. ¿Un espía?
-No, mi general: es un profesor, o algo por el estilo.
Espectadores del interrogatorio, el duque y Paquita, cada uno por razones distintas, se abstenían de corroborar las afirmaciones del capitán. Desde su escondite, Anthony seguía el desarrollo de aquella farsa que había provocado y en la que participaban todos menos él. Por mucho que la proximidad física de Paquita le nublase el entendimiento, comprendía la imposibilidad de tener una entrevista a solas con ella por el momento y la imperiosa necesidad de abandonar el palacete antes de ser descubierto o de que el capitán Coscolluela convenciese de su existencia real a los generales.
Si conseguía rodear al grupo al amparo del seto, tal vez podría aprovechar la confusión reinante en aquel momento para cruzar el cenador, subir la escalinata y meterse por la puerta de la casa, que el úultimo en salir había dejado entornada. Una vez dentro, con un poco de suerte, podía encontrar la puerta del sótano, donde estaba el cuadro, esconderse allí y esperar a la noche. Entonces saldría al jardín y escalando el muro se pondría a salvo.
El plan era descabellado, pero la primera parte resultó más fácil y afortunada de lo previsto: todos los presentes tenían puesta su atención en el capitán Coscolluela y éste, frente al cual había de recorrer un trecho al descubierto, sólo tenía ojos para su antiguo jefe, que en aquel preciso instante le dirigía una encendida arenga.
-¡Escuchéme bien, capitán! Sea cual sea el cargo administrativo que esté desempeñando, usted sigue siendo un oficial. ¡Un oficial del Ejército español! ¿Me ha entendido? ¿Sí? Pues entonces sabrá a quién debe obedecer y a quién no, y no sólo por la autoridad inherente a nuestra graduación, sino porque una orden contraria a nuestros intereses, por ser indigna, no la debe cumplir un oficial de nuestro glorioso Ejército. ¡España está en peligro, capitán! El movimiento comunista sólo espera una orden de los sóviets para desencadenar la revolución y aniquilar España. ¡Capitán Coscolluela! Un español sólo debe lealtad a España, y los aquí presentes representamos a España.
-¡Desconfíe de las imitaciones! -añadió Queipo de Llano con un ligero tono burlón que mortificó al autor de la arenga -. Y no olvide que cualquier pared se puede convertir en paredón.
Al sonar esta ominosa chanza, Anthony alcanzó la puerta, se coló por la abertura y se encontró en un distribuidor cuadrado del que arrancaba un pasillo. (Págs. 294-298)
sábado, 8 de enero de 2011
Junio ardiente - Frederic Leighton
Aquí Leighton muestra a una joven dormida, inspirada en los patrones estéticos griegos. Se ha convertido en todo un símbolo del arte lírico basado en la idealización y la evasión de la realidad de fin de siglo. Destila cierto clasicismo que evoca a la diosa de la fertilidad y la belleza, Venus. Resulta curioso que Leighton representara en la esquina superior derecha una adelfa. Esta planta, También conocida como laurel de flor, baladre o trinitaria, es muy venenosa, tanto que incluso el olor de sus flores puede provocar dolor de cabeza y malestar. Elizabetta Puig
jueves, 6 de enero de 2011
miércoles, 5 de enero de 2011
Estar en ti - Antonio Gamoneda
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía.
Ahora
siento la libertad.
Esparce
tus cabellos.
Esparce tus cabellos.