Será maravilloso viajar desde Mallorca, sin necesidad de tomar el barco o el avión...
Procura estar en el aeropuerto una hora antes de la salida del vuelo para hacer el check-in, medio-desnudarse para pasar muda por el arco del triunfo controlador, volver a vestirse, esperar la llamada de embarque, hormiguear por el finger y emparedarse en el correspondiente asiento -con un poco de fortuna de ventanilla-. Si el vuelo va bien, tilín-tilín, una hora después de despegar estarás en la T-4, rodando por los interminables pasillos en busca del equipaje (no)perdido.
Una vez supearada la fase 1, tomas metro, luego tomas otro metro y, finalmente, tomas el último metro. Das una vuelta a La Plaza de la Ópera mientras buscas la calle llamada Cuesta de Santo Domingo, tiene que estar muy cerca. Al fín llegas al Hotel Ópera. Han pasado más de cuatro horas desde que saliste de tu casa.
Y entonces te desmoronas cuando oyes de boca del recepcionista: "Lo siento señores hay un pequeño inconveniente con la habitación". Para mi regocijo, el problema se solventa con una habitación en el octavo piso con unas vistas espectaculares sobre Madrid. La habitación concedida incorpora una gran terraza con tumbonas y sillas de jardín(lástima que sea febrero), una bañera de hidromasaje en la terraza y primer plano de las alturas del Teatro Real y, un poco más allá, el Palacio de Oriente.
Aún con la agenda tan apretada para tan poquitas horas consigo robar tiempo para estrenarme como jacuzziana. La agujereada bañera está en la terraza protegida por sendas cristaleras en los laterales y el techo. Será fantástico estar en remojo y mirar al cielo. Qué atardecer tan precioso.
Procura estar en el aeropuerto una hora antes de la salida del vuelo para hacer el check-in, medio-desnudarse para pasar muda por el arco del triunfo controlador, volver a vestirse, esperar la llamada de embarque, hormiguear por el finger y emparedarse en el correspondiente asiento -con un poco de fortuna de ventanilla-. Si el vuelo va bien, tilín-tilín, una hora después de despegar estarás en la T-4, rodando por los interminables pasillos en busca del equipaje (no)perdido.
Una vez supearada la fase 1, tomas metro, luego tomas otro metro y, finalmente, tomas el último metro. Das una vuelta a La Plaza de la Ópera mientras buscas la calle llamada Cuesta de Santo Domingo, tiene que estar muy cerca. Al fín llegas al Hotel Ópera. Han pasado más de cuatro horas desde que saliste de tu casa.
Y entonces te desmoronas cuando oyes de boca del recepcionista: "Lo siento señores hay un pequeño inconveniente con la habitación". Para mi regocijo, el problema se solventa con una habitación en el octavo piso con unas vistas espectaculares sobre Madrid. La habitación concedida incorpora una gran terraza con tumbonas y sillas de jardín(lástima que sea febrero), una bañera de hidromasaje en la terraza y primer plano de las alturas del Teatro Real y, un poco más allá, el Palacio de Oriente.
Aún con la agenda tan apretada para tan poquitas horas consigo robar tiempo para estrenarme como jacuzziana. La agujereada bañera está en la terraza protegida por sendas cristaleras en los laterales y el techo. Será fantástico estar en remojo y mirar al cielo. Qué atardecer tan precioso.
Bien, pongamonos en acción, el tiempo apremia. Selecciono la temperatura:35ºC. Escojo entre los cuatro programas. Tengo una duda: ¿belleza o anti-estrés? Me inclino por estar bella. El programa no responde. Entonces le daremos al programa anti-estrés. Al fin y a la postre, las últimas horas han sido trepidantes. Nada, no reacciona. Ya llevo en remojo veinte minutos esperando a que el nivel de agua sea óptimo y ahora que el pitido bañeril dice ¡ya! no quiere ponerse en marcha. Empiezo a estar arrugada. Trasteo con el mando y por fín se aviene conmigo. Empieza el baile triunfal. ¿Hm? La temperatura a subido a 37ºC. Bueno, al fin y al cabo, un buen baño caliente, siempre sienta bien. Los chorros tienen mucho ímpetu. ¡Qué digo mucho! como no me ande con ojo, el agua salpica fuera. El poco gel que he echado en el agua empieza a surgir efecto. ¡Qué buena espuma! Mira como se enciende el cielo. ¿Todavía 19 minutos de programa? Parece que el agua está demasiado caliente. ¡Caray 39º! ¿Cómo añadir agua fría, cuando ya se ha derrochado tanto líquido precioso en llenar la bañera? Falta oxígeno. Habrá que abrir las ventanas correderas. ¡No! ¡No me puedo mover: el agua salpica fuera! Lo estoy poniendo todo perdido. Hay que ver esta espuma como aumenta. Quedan dieciocho minutos de programa anti-estrés. Bueno, calma. Todo empieza a estar lleno de vaho. No se ve apenas el cielo. Y la temperatura ¿cómo puede ser que esté el agua tan caliente? Va cayendo la tarde. ¿Y si parara el programa? Total desde que me metí en remojo ya ha pasado más de media hora... No. Aguanta un poco más. Tú puedes. ¿A que engañarme? No puedo. Leo: para finalizar el proceso pulse la tecla X. La pulso, ¡qué caramba! No, el minutero sigue su propia cuenta atrás. Vuelvo a pulsar. No. Dos veces, tres... rien de rien. Me rindo. No me puedo salir, porque mi cuerpo impide que salga el agua volando por encima de la bañera e inunde el suelo. Habrá que resistir los quince minutos que quedan. ¿Y la espuma, por qué sigue multiplicándose tanto? ¡A este paso se va a desbordar! ¿Cómo se llamaba el programa? Ah, si: ANTI-ESTRÉS.
Entre una cosa y otra ha pasado casi una hora. Mi cara encendida, alumbra en la noche madrileña. La tensión se ha anti-estresado y se ha ido de paseo. Me tengo que tumbar para no caer redonda al suelo. Pasan diez minutos: no baja el color. ¿Y si me refresco la cara con un poco de agua fría? Una vez, dos veces,... si, parece que va bien. Seamos realistas, media hora después aún sigo igual. Si me hubiera quedado frita en el desierto del Gobi echando la siesta no superaría este escarlata. ¡Ánimo mujer! la noche espera y la Ópera va a empezar.
A mediodía siguiente, mi madre, siempre positiva, me dice: ¡pero que piel más lisa y tersa! ¡resplandeces!
Entre una cosa y otra ha pasado casi una hora. Mi cara encendida, alumbra en la noche madrileña. La tensión se ha anti-estresado y se ha ido de paseo. Me tengo que tumbar para no caer redonda al suelo. Pasan diez minutos: no baja el color. ¿Y si me refresco la cara con un poco de agua fría? Una vez, dos veces,... si, parece que va bien. Seamos realistas, media hora después aún sigo igual. Si me hubiera quedado frita en el desierto del Gobi echando la siesta no superaría este escarlata. ¡Ánimo mujer! la noche espera y la Ópera va a empezar.
A mediodía siguiente, mi madre, siempre positiva, me dice: ¡pero que piel más lisa y tersa! ¡resplandeces!
¡Ay! si yo te contara mamá... es que me traje un auténtico baño anti-estrés.
Y es que en el fondo Madrid siempre me sienta bien.
Jeje, que buena historia, pero lo mejor es la forma de contarla.
ResponderEliminarGracias! :)
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