El verdadero motivo de este viaje no era otro que el de asistir a la representación de la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli en el Teatro Real de Madrid.
Después del intenso tratamiento de belleza al que involuntariamente me sometí, y tras el reposo obligado hasta que la tensión arterial se reguló, tuve que arreglarme deprisa y corriendo para no llegar tarde al inicio de la función. Eso sí, una vez en la calle, no hubo que correr y anduvimos paseando los escasos cinco minutos que separan el hotel del teatro.
La Gioconda es un drama lírico en cuatro actos no muy popular aunque esconde algún tesoro que sí lo es, como La Danza de las Horas popularizado por Walt Disney en la película Fantasía. Esconde también la famosa ária Suicidio ,capaz de erizar el vello a cualquiera que la oiga y la tremenda aria Cielo e Mar.
La Gioconda transcurre en Venecia en el S. XVII. Es época de Carnaval. Gioconda es una cantante callejera que está enamorada en secreto de Enzo Grimaldo, príncipe de Santaflor. Barnaba es un espía de la Inquisición que intenta seducir inútilmente a la cantante. Ante el rechazo de la moza y despechado Enzo acusa a la madre de ésta, la Cieca, de brujería. Cuando el populacho intenta linchar a la Cieca aparece el inquisidor, Alvise Badoero, junto a su mujer, Laura. Será Laura quién defienda a la Cieca y ésta en agradecimiento le regalará un rosario. Barnaba, malvado personaje donde los haya, despechado urde un plan para que Laura se encuentre con su amante el príncipe Enzo y así poderlos desenmascarar ante el inquisidor. La Gioconda conocedora del plan, acude a la cita nocturna de los amantes, para advertirles de la inminente llegada del marido cornudo. Huye el príncipe y Laura es detenida. Aunque no se ha demostrado su infidelidad, su marido la obliga a beber un veneno mortal. Gioconda ha cambiado previamente el bebedizo, sustituyendo el veneno por un somnífero. Es entonces cuando Alvise da una gran fiesta de carnaval (en la que se incluye la Danza de las Horas) y al terminar anuncia a sus invitados la trágica muerte de su esposa. Se declara culpable y el príncipe intenta acabar con él. Los guardias reducen al joven y apresan al asesino. La Gioconda sigue con su plan adelante y promete a Barnaba que le entregará su cuerpo, si él a cambio libera a Enzo. En un castillo en ruinas, a orillas del mar, el sueño de Laura es vigilado por la Gioconda (en este momento canta su aria Suicidio). Barnaba que ha cumplido su trato libera a Enzo quien llega al castillo. Allí los dos amantes se prometen amor eterno y agradecen a la Gioconda su ayuda y reconocen su bondad. Parten. En este momento la Gioconda piensa en quitarse la vida pero se ve interrumpida por Barnaba quien viene a reclamar su parte del trato. Ella le camela y le dice que va a ponerse bella. Aprovechando que el espía está distraido ella coge un puñal y se lo hunde en su propio pecho. Mientras la joven agoniza Barbanaba le cuenta pormenorizadamente como él en persona ha dado muerte a su madre, la Cieca. Pero la Gioconda ya ha muerto y no llega a saber del trágico final de su propia madre.
Esa noche el reparto estuvo compuesto por:
La Gioconda: Violeta Urmana; Laura: Elisabetta Fiorillo; Alvise: Orlin Atanassov; La Cieca: Elena Zaremba; Enzo: Carl Tanner; Barnaba: Lado Ataneli y el bailarín invitado: Ángel Corella.
Disfruté especialmente de la interpretación orquestal, dirigida por Evelino Pidò; del coro, dirigido por Peter Burian; del ballet , ¡cómo no!, y de toda la puesta en escena. Resultó grandioso el final del tercer acto (visual y acústicamente hablando) y la quema de la nave en el escenario también resultó espectacular. Por último, pero no menos importante, destacar la interpretación de Violeta Urmana quien brilló con luz propia en esta representación de casi cuatro horas de duración y que terminó al filo de la medianoche.
Coronamos la velada con una sencilla hamburguesa antes de retirarnos casi a la una de la mañana.
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