domingo, 18 de noviembre de 2007

Un Pequeño Inconveniente - Mark Haddon

La familia Hall,
George:
Todo empezó cuando George se estaba probando un traje negro en Allders la semana anterior al funeral de Bob.
No era la perspectiva del funeral la que lo había inquietado. Ni que Bob se muriera. Para ser francos, siempre se le había hecho un poco pesada la camadería de Bob en los vestuarios y lo dejó secretamente aliviado que no fuera a jugar más al squash. Además, la forma en que se había muerto Bob (un ataque al corazón mientras veía una regata de remo en la televisión) fue extrañamente tranquilizadora. Susan había vuelto de casa de su hermana y se lo había encontrado tumbado boca arriba en el centro de la habitación con una mano sobre los ojos; se le veía tan relajado que al principio pensó que estaba echándose una siesta.
Jean:
Jean lavó las tazas de rayas y las dejó en el escurridor.
Unos minutos después reapareció George con su ropa de trabajo y se dirigió al jardín a poner ladrillos bajo la llovizna.
Jean estaba en el fondo orgullosa de él. El marido de Pauline había empezado a ir cuesta abajo en cuanto le habían dado el reloj grabado. Ocho semanas después estaba en medio del jardín a las tres de la mañana con una botella de whisky escocés entre pecho y espalda, ladrando como un perro.
Cuando George le enseñó los planos del estudio le recordaron a los planos de Jamie de aquella máquina para atrapar a Papá Noel. Pero ahí estaba, al fondo del jardín, con los cimientos en su sitio, cinco hileras de ladrillos, y marcos de ventana amontonados bajo una capa de pástico azul.
Katie:
La idea les horrorizó. Como era de esperar. Katie se dió cuenta.
Bueno pues que se conformaran. Tiempo atrás habría perdido los estribos. De hecho, una parte de ella añoraba ser la persona que perdía los estribos. Como si sus estándares estuviesen bajando. Pero llegabas a una etapa en que advertías que era una pérdida de energía tratar de hacer que tus padres cambiaran de opinión sobre lo que fuera.
Ray no era ningún intelectual. No era el hombre más guapo que había conocido nunca. Pero el hombre más guapo que había conocido la había dejado bien jodida. Y cuando Ray la rodeaba con sus brazos se sentía más segura de lo que se había sentido en mucho tiempo.
Jamie:
Jamie dejó caer la chaqueta sobre el respaldo de la silla, se aflojó la corbata y, como nadie miraba, recorrió con una pequeña pirueta el suelo de la cocina hasta acabar delante de la nevera.
[...] Había sido un buen día. El contrato de compraventa se había suscrito. Y los Owen iban a morder el anzuelo. Se les veía en los ojos. Bueno, se le veía a ella en los ojos. Y era claramente ella quien llevaba los pantalones. Además, Carl seguía de baja por culpa de su tobillo roto, de manera que Jamie había estado tratando con los Cohen y estaba bien claro que no iba a cagarla. Al contrario que Carl.
[...] La vida era prácticamente perfecta. Tenía este piso. Tenía el jardín. Con una dama anciana de precaria salud a la izquierda. Unos cristianos a la derecha (uno podía decir lo que quisiera de los cristianos, pero no cantaban al estilo tirolés cuando follaban como los alemanes que habían vivido ahí antes). Gimnasio martes y jueves. Tony tres noches por semana.

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