Presentí que sería el último baño, me equivoqué: fue el penúltimo.
Quise capturar el verano, ese por el que suspiro el resto del año, para poder refugiarme en él cuando los días de frío y las noches eternas ahogan.
La ubicación de los elementos en la foto no es casual: una (sola) toalla, gafas de sol, el gorrito que me regaló J. (si no fuera por eso nunca habría llegado a mis manos y mucho menos a mi cabeza), mis chanclas (heredadas de F. cuando se le quedaron pequeñas), mi bata playera (comprada a despecho tras un platónico plantón veraniego) y por último y más importante: mi lectura (en este caso El Corazón de las Tinieblas). Libro saboreado al son de olas y chapoteos. Todo ello sobre roca, roca dura y limpia, siempre sincera.
Hoy necesito guarecerme en ella.
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