“Soy sobrecargo de Spanair”
C.R. | Sobrecargo de Spanair | 28/08/2008 | Actualizada a las 03:31h
Suena el despertador, son las cinco de la mañana me levanto y me ducho. Aún con los ojos medio cerrados me visto, me maquillo y me dispongo a salir para ir al aeropuerto. Allí nos reunimos toda la tripulación una hora antes del despegue y realizamos lo que llamamos briefing, un pequeño recordatorio de las emergencias y de las peculiaridades del día.
Hoy volamos en un MD-82. Chequeamos que el material de emergencia esté correcto mientras el comandante y el copiloto hacen sus comprobaciones. Sube mantenimiento y comenta con los técnicos como está el avión, llega el coordinador del vuelo, que es el enlace entre el personal de tierra y vuelo. Espera nuestro visto bueno para empezar el embarque, que como cada día realizaremos con una sonrisa en el rostro y con nuestra mejor disposición.
Soy sobrecargo de Spanair, ese es mi trabajo. Después de más de ocho años en la compañía no sabría decir cuántas veces he despegado y aterrizado, cuántas horas de vuelo llevo a mis espaldas, cuántos saludos he repartido, pero sí sabría decir cuántas veces he querido llegar a mi casa sin que nada trágico hubiera sucedido a bordo: cada vez que he ido a volar.
Unos días antes había volado en el EC-HFP y llegué a casa sin ninguna incidencia, y cuántas veces lo habíamos llegado a hacer todos los tripulantes de la compañía, cuántas veces habíamos compartido jornadas de trabajo, risas e incluso confidencias con Antonio, Lourdes, Sonsoles, Raquel, Gabi y el resto de tripulantes… Créanme todos tenían familia, amigos y muchas ganas de vivir.
Me gustaría que todo el mundo supiera que nunca ninguno de nosotros consentiría que un avión despegase si tuviéramos el más mínimo indicio de que no estuviera en perfectas condiciones, y puedo asegurar que mis compañeros eran unos experimentados profesionales. Les conocía bien.
Este es mi pequeño homenaje a unos grandes compañeros y mejores personas, a todos los pasajeros que escogieron el JK5022 y desgraciadamente perecieron con ellos, a sus familias y por supuesto a aquellos con los que se obró el milagro de la supervivencia.
Suena el despertador, son las cinco de la mañana me levanto y me ducho, y como en los últimos ocho años continuaré confiando en mis compañeros y en los aviones a los que he subido hasta hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario