Nevando en Palma
Acababa de aterrizar en la isla bajo un pronóstico metereológico desolador: alerta por lluvia y nieve a nivel del mar. Cualquier isleño que se precie, ante este anuncio atmosférico, no dudará en ponerlo en duda (valga la rebuznancia); y, aún imaginándose que tal situación se pudiera dar, irresistiblemente se alegraría de la misma.
Fue durante el trayecto en autobús del aeropuerto hasta la ciudad cuando empezó a llover, pues un límpido azul celestial me acogió mientras aterrizaba. Una vez apeada del transporte público (irreprochable), las primeras gotas sorprendieron a mi trajinada gabardina.
Al cruzar el paso de cebra que véis, unos valientes copos dieron la razón a los metereólogos y alegraron el día a los palmesanos; pues son contadas las veces que la ciudad se viste, al menos por unos instantes, de blanco.
Eso quise captar con el ojo del móvil, pero no pudo ser, ni siquiera ampliando la toma se aprecia un asomo. No obstante, éste es el recuerdo que quedará del día de mi aterrizaje: un día en el que en Palma nevó.
También os puedo contar que, unas horas más tarde, el sol volvió a lucir, dejando atrás ese espejismo anhelado que pocos palmesanos tuvimos el privilegio de sentir pero del que, a las pocas horas, todos supieron y celebraron.
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