sábado, 15 de agosto de 2009

Los Caracoles no Saben que son Caracoles - Nuria Roca



Últimamente me he aficionado a la comida japonesa. Me da la sensación de ser ligera y creo que no engorda mucho. Además, he aprendido a manejar los palillos con cierta soltura, que para comer en un restaurante japonés es imprescindible. No pasa como en los chinos, donde el noventa por ciento de los clientes come con cuchillo y tenedor. Si eso lo haces en un japonés la gente te mira como si hubieras llegado del pueblo. Es una cuestión de imagen y cenar en un japonés tiene mucho más glamour que hacerlo en un chino por muy bueno que sea el arroz tres delicias, que lo está. Este nuevo que han abierto en el centro es muy bonito y lo suficientemente grande para que las mesas estén demasiado pegadas.
Miguel es un experto en comida japonesa, sabe el nombre de los platos y de algunos conoce hasta la traducción al castellano. Sobre ese tema va la primera parte de nuestra conversación durante la cena. Miguel está loco por mí y yo lo voy a aprovechar. Cada mañana tomando nuestro café con máquina, Miguel ha intentado seducirme y conquistarme. No se ha puesto demasiado pesado, ha bromeado con soltura cada vez que le he dicho que no íbamos a quedar y todas las mañanas me ha dicho que cada día estaba más guapa. Hace un par de semanas le dije que no me terminaba de gustar que los hombres llevaran joayas y al dçia siguiente ya no llevaba puesto el cordón de oro que siempre colgaba de su cuello. Me parece que son motivos suficientes como para aceptar por lo menos una invitación a cenar. (Págs. 109-110)

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