Un millonario norteamericano decide invertir en el mundo del cine produciendo su propia película. Asesorado por su experto relaciones públicas viaja hasta Madrid para contratar a la bailarina María Vargas (Ava Gardner). Su único interés es encontrar un nuevo rostro que sorprenda en Hollywood y que le ayude a triunfar en su nueva empresa. Viaja en su busca acompañado del que será el director de la película (H. Bogart) y el relaciones públicas (Edmon O'Brien, quien consiguió un oscar por esta interpretación). Lo que en principio se presume tarea fácil, ya que María de origen humilde, será seducida por el mundo de la fama y el glamour de las estrellas, tropieza con el desinterés de la bailarina por marchar lejos de su familia y su tierra. Ante la negativa de la tozuda mujer, el ricachón chantajea a sus dos empleados para que la convenzan. Será Bogart quien aconsejándole a Maria que no se deje seducir por el dinero y que siga con su vida, tal y como la conoce, quien conseguirá el efecto contrario en ésta. María, quien odia a su madrastra, saldrá de Madrid, con el único interés de desobedecerla y alejarse de ella y, de que Bogart haga de ella una auténtica actriz.
Recurriendo a continuos flashbacks Mankiewicz va desgranando una historia universal que no conoce el paso del tiempo. Cincuenta y cuatro años después es un auténtico placer sumergirse en la película. El deterioro que han podido sufrir el color y el sonido se ve compensado con creces con la magistral dirección, una soberbia interpretación y un guión magnífico que no ha perdido ni un ápice de su frescura. Hay quien comenta la manera ligera en que Mankiewicz solventa el desenlace, a mi humilde modo de ver, el desenlace no podía ser de otro modo. Una película redonda.
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