Yo creo que al contemplar los cuadros de los grandes maestros, al sentirse conmovido en lo más profundo del alma por un poema o al verse transportado por una sinfonía de Mozart o de Beethoven, todos nos hemos preguntado lo mismo. Todos, creo yo, nos hemos sentido asombrados ante ciertas obras de arte y, gracias a este asombro, nos hemos preguntado cómo era posible que un solo hombre pudiera haber creado semejantes obras. Yo me atrevo a decir que quien ha pasado ante las grandes obras de arte sin formularse esta pregunta, quien no ha reparado en este misterio, nunca comprenderá nada de lo que al arte se refiere. Lo mejor de nuestro corazón y de nuestro espíritu es precisamente esa capacidad de conmoverse, de sentirse profundamente estremecido ante el misterio. Quien de verdad se interese por el arte debe acercarse a las grandes obras maestras contemplándolas desde una doble perspectiva: como misterios que están por encima de su vida perecedera, y como cosas que precisan ser comprendidas. Es decir: deben intentar descifrar lo indescifrable.(Págs.14-16)
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