Pesado lastre que le recuerda que no se puede mover, que no se debe mover. Un ancla engarzada a una cadena. En la profundidad del mar, en la superficie del agua, y en medio ese tendón metálico que les une y les ata. Cuando la tormenta marina arrecia, ella, pesadamente, se arrastra llevando consigo lodo, arena, algas; él baila desacompasado, temblando al aire, macabra danza. Poseidón duerme, ella está quieta y él, sin poder izar el ancla, a su alrededor navega. Es un espejo de libertad del que no consigue despertar. El catalejo le muestra lo que a simple vista no alcanza a ver, y este amigo de la distancia le promete lo que, si se moviera, podría llegar a tener. Visión de un futuro que con sólo no cogerlo ¿se libra de él?
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