Acaba de cumplir ocho años, y debería llegar a los diez. Esa es mi pretensión con la que él parece no estar muy de acuerdo. Últimamente le venía mimando, que si alimentación de mejor calidad, que si revisión puntual, que si higiene puntual... Pero empiezo a pensar que no está tan a gusto conmigo, como yo con él.
En estas últimas semanas me ha dejado tirada dos días consecutivos (no quería obedecerme). Cuando contaba con él, de manera ciega, tuve que pedir los servicios extraordinarios de un segundo para satisfacer mis necesidades y deseos. Le llevé con carácter de urgencia, pidiendo encarecidamente que a la menor tardanza, le hicieran cambiar de opinión, a fín de contar con él, como siempre hago, que me resultaba imprescindible. Me aseguraron, en pocas horas, que lo habían conseguido, que ya estaba listo para que, juntos. siguieramos compartiendo nuestro destino.
Poco duró la alegría pues, a los pocos días, las protestas se reanudaron y esta vez eran diferentes. Esas divergencias de día en día resultaban cada vez más evidentes y reiteradas. Hasta que el viernes, viendo peligrar mi seguridad, cogí el teléfono con carácter de urgencia y confirmé una nueva exploración técnica.
_ ¿Frenos? Eso son palabras mayores. Lo de la correa de transmisión no me preocupa tanto, pero los frenos tienen prioridad absoluta. Traemelo el lunes a primera hora.
_ A las nueve lo tendrás.
Yo quisiera que llegara a los diez pero, a este ritmo, de los nueve no va a pasar.
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