jueves, 10 de septiembre de 2009

La isla


De unos años a esta parte (diez) me propongo todos los veranos un objetivo: llegar a nado a la isla que se ve en la foto. Para conseguirlo tomo como referencia el llegar con cierta holgura a la línea de boyas (puntitos blancos en la toma), ya que la distancia hasta el islote supone más o menos el doble de esfuerzo.
Éste, sea por la crisis, sea por el chiringuito que han montado en una pequeña explanada situada en un extremo de la playa, el trasiego de yates entre la zona de boyas y la isla se ha cuatriplicado, de tal modo que era ciertamente arriesgado lanzarse a por esa meta nadando entre fuerabordas, llauts y motos acuáticas . En estas circunstancias el sentido de la prudencia no ha dado su visto bueno hasta llegado el mes de septiembre.
Reconozcamos también que este estío, por primera vez, me he impuesto la premisa de realizar esta mini travesía en compañía. Desde que cierta enfermedad se ha cebado en mí, o yo en ella, mi estado físico se ha deteriorado a Kilos vista; así pues, no es difícil oirme resoplar al menor esfuerzo. Al escuchar este sonoro y agónico fuelle aéreo una se dice que habrá que hacer algo para remediarlo, como apuntarse a la piscina municipal este invierno, pero claro, además de apuntarse hay que ir...
Retomando la isla, quiso mi amiga Caterina una espléndida mañana acompañarme en esta travesía y, entre braceos y palabras, poseidonias y "embat", alcanzar por fin esta pequeña meta marítima. Una especie de conquista que supone para mí el íntimo placer de encontrarse con la naturaleza o, pensándolo bien, reconocer mi propia naturaleza.

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