miércoles, 25 de marzo de 2009

After Dark - Haruki Murakami

1:56 a.m.

Skylark. Un gran letrero de neón. A través del cristal se ve una zona luminosa donde se encuentran las mesas. Es una mesa grande, un grupo de chicos y chicas, al parecer estudiantes universitarios, ríe a carcajadas. El local está mucho más animado que el Denny's hace un rato. Las densas tinieblas de la calle, de madrugada, no han logrado llegar hasta aqui.

En el lavabo del Skylark está Mari lavándose las manos. Ahora no lleva puesta la gorra. Ni tampoco las gafas. Por los altavoces del techo suena a bajo volumen un viejo éxito de los Pet Shop Boys. Jealousy. El gran bolso bandolera descansa a un lado del lavabo. Ella se está lavando meticulosamente las manos con el jabón líquido dels dispensador sujeto a la pared. Parece que intente desprenderse de algo pegajoso que se le ha adherido entre los dedos. De vez en cuando alza la mirada y observa su rostro reflejado en el espejo. Cierra el grifo, se inspecciona los diez dedos de las manos bajo la luz, se los seca frotándoselos con una toalla de papel. Luego aproxima su rostro al espejo. Estudia su imagen como si esperara que ocurriese algo. Como si no quisiera que se le pasase por alto el menor cambio. Pero no ocurre nada. Con ambas manos apoyadas en el lavabo cierra los ojos, empieza a contar, vuelve a abrirlos. De nuevo estudia su cara con detenimiento. Pero sigue sin notar ningún cambio, por supuesto.

Se pasa una mano por el flequillo. Se coloca bien la capucha de la sudadera que lleva debajo de la cazadora. Luego, como si se alentara a sí misma, se mordisquea los labios y asiente repetidas veces. De modo simultáneo, la Mari del espejo tambrién se mordisquea los labios y asiente repetidas veces. Se cuelga el bolso al hombro, sale del lavabo. La puerta se cierra.

Nuestra mirada convertida en cámara permanece unos instantes en el lavabo, sigue barriendo el interior del cuarto. Mari ya no está allí. Ya no hay nadie. Sólo la música sonando por los altavoces del techo. Una melodía de Hall & Oates. I Can't Go for That. Al mirar con atención, descubrimos que en el espejo todavía se refleja la imagen de Mari. Y la Mari del espejo está mirando hacia nosotros desde el otro lado. Con expresión seria, como si estuviera esperando a que ocurriera algo. Pero a este lado no hay nadie. Sólo la imagen de Mari que permanece en el espejo del Skylark.

Todo va sumiéndose en la oscuridad. En las tinieblas, cada vez más densas, suena I Can't Go for That.
(pág. 84-86)

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