Josefina estaba pálida y tenía los ojos con cerco. Más allá, entre los hombres, buscó Tali al marido y también lo reconoció. Estaba serio, hablando, y a la mujer no la miraba. Era Óscar, el novio. El novio con mayúsculas. El novio de la hermana mayor de Gertru. El primer novio que ella había conocido. Siempre entraba Josefina en el cuarto, cuando ellas estaban estudiando, y les daba alguna orden secreta. Se escapaba en ratos sueltos para verle, venía hablando muy bajo y se miraba en el espejito siempre aprisa. "Oye, Gertru, guapa, si pregunta mamá, le dices...". Ellas dejaban un momento los libros y la veían salir levantando el visillo; se quedaban respirando juntas contra el cristal hasta que desaparecía. Miraban la calleja por donde se iba a juntar con su novio prohibido. Esto era hace tres cursos, el primero de vivir Natalia en la ciudad, cuando ella y Gertru empezaron a escribir el diario.
De pronto vino Gertru y aplaudieron. Venía por todas las habitaciones con Ángel para hacerse felicitar. La gente fue a la puerta a besarla y a verle la pulsera. Acababan de pedirla._ A ver. Oye, es fantástica.
_ Déjame ver, déjame ver. De ensueño.
Ángel se puso a saludar a los hombres, y al cabo de un poco, cuando se quitó la gente de la puerta, Gertru vio a Natalia en el rincón de allá. Le hizo una seña y llegó.
_ Te estaba buscando, Tali, creí que no habías venido. ¿Con quién estás?
La besó. Llevaba un traje color manteca con frunces en las caderas y el pelo trenzado en la nuca. Tali nunca la había visto tan guapa.
_ Aquí estoy, yo sola. Bueno, he venido con mis hermanas.
_ ¿Quieres venir a que te enseñe los regalos?
_ Bueno.
Fueron a su cuarto. Estaban los regalos encima de la cama turca y de la mesa y de unos bancos que habían puesto. Dijo Gertru que todavía no tenía ni la mitad. Eran estuches de cosas de plata, manteles, cajitas de piel, zapatos, vestidos, cinturones.
_ Fíjate, este bolso es de Italia. Mira cómo está rematado por dentro.
Tali no decía nada, le iba pasando los ojos por encima a todas las cosas y algunas las tocaba un instante.
_ ¿La pulsera es preciosa, verdad?
_ Sí. La he visto antes. Has puesto luz de neón aquí.
_ Sí, ya hace mucho. ¿Qué miras?
_ Que has quitado la repisa con los libros. ¿Dónde tienes los libros?
_ En el cuarto trasero, tengo que hacer una selección de libros antes de casarme. Si te sirve alguno.
_ No. Sólo si tuvieras los apuntes de Religión del año pasado, para Alicia, que repite. Yo los míos los he perdido.
_ ¿Qué Alicia?
_ Alicia Sampelayo, ¿no te acuerdas de ella?
_ Ah, sí, una rubia. Ya te los buscaré. Mira esta radio, Tali, ¿has visto cosa más chiquitina? Funciona con pilas, ¿verdad que es un sol? Verás, vamos a buscar algo de música, verás qué bien se oye.
Se sentaron en el sofá amarillo, corriendo un poco las cosas que había encima. Allí juntas, oyeron la música de una emisora francesa -tan lejos, sabe Dios de dónde venía-, Natalia se tapó la cara contra el hombro de Gertru y se echó a llorar desconsoladamente.
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