lunes, 1 de diciembre de 2008

Stieg Larsson - La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina


Estaba amarrada con correas de cuero en una estrecha litera de estructura de acero. El correaje le oprimía el tórax. Se hallaba boca arriba. Tenía las manos esposadas a la altura de los muslos. Hacía mucho tiempo que había desistido de todo intento se soltarse. Se encontraba despierta pero con los ojos cerrados. Si los abriera, sólo vería oscuridad; la única luz existente era un tímido rayo que se filtraba por encima de la puerta. Tenía mal sabor de boca y ansiaba lavarse los dientes. Una parte de su conciencia aguardaba el sonido de unos pasos que anunciaran su llegada. Ignoraba qué hora de la noche sería, pero le parecía que empezaba a ser demasiado tarde para que él la visitara. Una repentina vibración le hizo abrir los ojos. Era como si una máquina se hubiese puesto en marcha en algún lugar del edificio. Unos segundos después ya no estaba segura de si se trataba de un ruido real o de si lo había imaginado. Tachó un día más en su mente. Era el día número cuarenta y tres de su cautiverio. Le picaba la nariz y giró la cabeza para poderse rascar contra la almohada. Sudaba. En la habitación hacía un calor sofocane. LLevaba un sencillo camisón que se le arrugaba en la espalda. Al mover la cadera pudo atrapar la prenda con los dedos índice y corazón para irla bajando, centímetro a centímetro, por uno de los lados. Repitió el procedimiento con la otra mano. Pero el camisón había hecho un pliegue en la parte baja de la espalda. El colchón estaba abullonado y era muy incómodo. Su total aislamiento provocó que todas las pequeñas impresiones, en las que no habría reparado en otras circunstancias, se intensificaran. Las correas estaban un poco flojas, de modo que podía cambiar de postura y ponerse de lado; pero entonces el brazo que le quedaba debajo del cuerpo se le dormía. No tenía miedo. Pero sí una rabia contenida cada vez mayor. Al mismo tiempo, la atormentaban sus propios pensamientos, que se transformaban constantemente en desagradables fantasías sobre lo que iba a ser de ella. Odiaba esa forzada indefensión. Por mucho que intentara concentrase en otra cosa para pasar el tiempo y olvidarse de su situación, la angustia siempre acababa por aflorar. Flotaba en el aire como una nube de gas que amenazaba con peneatrar por sus poros y envenenar su existencia. Había descubierto que la mejor manera de mantener alejada esa angustia era imaginándose algo que le transmitiera una sensación de fuerza. Cerró los ojos y evocó el olor a gasolina. (págs. 7-8)

4 comentarios:

  1. Hablan tan bien de la serie Millennium del difunto Larsson que ya veo que acabaré sucumbiendo. Empezaré con el anterior por ser el primero.

    ResponderEliminar
  2. Bueno este hombre tiene una habilidad increible para meterte en su historia desde la primera frase. No sé de nadie que no leyera la primera entrega de Millenium, y se quedara fascinado, ya no por la literatura que pueda contener si no por el entretenimiento que es capaz de dar al lector; manteniendo la intriga y el suspense, a mi modo de ver, magistralmente. De éste he leido apenas unas decenas de páginas pero transmiten la misma fuerza del volumen anterior.

    P.S.:Por aqui en el blog puse en su día un trocito del primero, por si quieres echar un ojo al estilo... :)

    ResponderEliminar
  3. Hola de nuevo. A mi madre le he regalado estas navidades el de "Los hombres que no amaban a las mujeres". Así que algún día (espero que pronto) será mío.

    Por cierto, hoy he terminado de leer "La princesa de hielo" de Camilla Läckberg. Una novela negra muy recomendable.

    ResponderEliminar
  4. Precisamente se lo presté a una amiga estas fiestas, y se lo leyó en tres días!!! Espero que tu madre no te haga sufrir mucho con la espera, je!!!
    Gracias por la recomendación, me gusta mucho la novela negra. Bss

    ResponderEliminar