Sintonizada la radio en M80, suena música de los setenta, ochenta y noventa. El tráfico aumenta,y los viajeros con paciencia avanzan en la serpiente gris de la brecha.
Día luminoso de invierno, en el coche, hasta se alcanzarán los treinta. Discurre el tiempo,que no el espacio, y el agobio aumenta.
Con asombro veo dos ponis, al borde mismo de la acera. Qué cosa más curiosa y más extraña, parece primavera.
-Mira niño, dos ponis!! Observa y no te los pierdas!!
Con los hocicos rozando, con los cuellos enlazados, estampa bucólica y ajena al enjambre de autos que les rodea.
Suena un inmenso estampido, la realidad contra el volante estalla, suena un tremendo alarido, de sorpresa y destemplanza.
Ojos desorbitados, aliento y temor en el pecho amarrados.
-¿Cómo estais hijos míos? ¿Os ha pasado algo?
-No te apures mami que bien estamos.
Atolondrada salgo y al coche alcanzado alcanzo.
-¿Mujer cómo te encuentras? ¿Y el niño, se ha lastimado?
-Sólo me duele el cuello pero nada extraordinario. El niño también está bien, un poquito amedrentado.
En su sillita me mira como a un auténtico extraño.
Aún veo dos coches más, que a la chapa he alcanzado, la policía lo llamará: Choque por contacto.
La ambulancia que allí nos ve, se interesa de inmediato. No hay heridos en apariencia sólo solloza mi auto. El líquido que, verde asoma de los bajos desgarrados, precede a mi amargo llanto.
- Tranquilícese señora, que no ha sido para tanto. El seguro ya lo arregla, para eso lo pagamos. Véngase conmigo ahora que la tensión le aflora y ese dolor en el pecho se mirará sin demora.
Ya sentada en la ambulancia, la respiración más pausada, veo mientras arranca a los ponis cara a cara.
La sirena apenas suena, la escena ya se aleja: polis, coches, niños, madres y unos ponis en pareja.
Febrero de 2007
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