sábado, 20 de diciembre de 2014

Belchite en la bruma - Laura


Octavio Paz - Decir, hacer

Decir, hacer 

 A Roman Jakobson 

 Entre lo que veo y digo,
 Entre lo que digo y callo,
 Entre lo que callo y sueño,
 Entre lo que sueño y olvido
 La poesía.
 Se desliza entre el sí y el no:
 dice
 lo que callo,
 calla
 lo que digo,
 sueña
 lo que olvido.
 No es un decir: 
es un hacer.
 Es un hacer
 que es un decir.
 La poesía
 se dice y se oye:
 es real.
 Y apenas digo
 es real,
 se disipa.
 ¿Así es más real?
 Idea palpable, 
palabra 
impalpable: 
la poesía
 va y viene
 entre lo que es
 y lo que no es. 
Teje reflejos 
y los desteje. 
La poesía
 siembra ojos en las páginas 
siembra palabras en los ojos. 
Los ojos hablan 
las palabras miran, 
las miradas piensan. 
Oír 
los pensamientos, 
ver 
lo que decimos
 tocar
 el cuerpo
 de la idea. 
Los ojos
 se cierran 
Las palabras se abren

jueves, 18 de diciembre de 2014

El caso del mayordomo asesinado - Marco Malvaldi

Epílogo

FLORENCIA, sábado I de julio de 1895

Finalmente, después de largas pruebas, he conseguido obtener el brazo de gitano salado que probé en el transcurso de mi tan extraña visita al castillo de Roccapendente. Tras varios fracasos, he entendido que es fundamental añadir los ingredientes en orden, uno a la vez, y dejar cocer cada uno el tiempo necesario, ya que cada componente de este pastel requiere su tiempo para adquirir la consistencia y el sabor correctos.
También resulta fundamental que los ingredientes sean de la máxima calidad, aunque esto lo sabe todo el que cocine: no existen los pimientos como categoría platónica e inmutable, cada pimiento es distinto. Sin embargo, si se encuentra un comerciante de confianza y se está con los ojos bien abiertos, sin tirar la pieza podrida, sino cortando con un cuchillito la parte fea, se puede gastar muy poco dinero.
Pero dejemos estos comentarios de viejo chocho. A continuación transcribo la receta, que he decidido realizar sólo para mi gusto y el de mis invitados y que no reproduciré en mi manual; me gusta narrar las anécdotas ligadas a cada plato, y en este caso son tantas las historias que tendría que contar que exigirían un libro aparte.

Brazo de gitano salado

Atún en aceite, 500gr; Pimientos amarillos, 2; Pan duro, 300gr; Aceitunas negras, 100gr; Huevos, 2; Leche, 2 dl, Aceite, 3 cucharadas; Mantequilla, 20 gr; Pan rallado, 40 gr; Nata, de la más fina, 0,5 dl; Tallos de apio de un palmo de longitud, 2; Perejil, unas hojitas.

Si se dispone de aceitunas ligures, el plato gana mucho.
Pasar los pimientos por el fuego para pelarlos con facilidad, frotándolos sobre papel absorbente; mondarlos, quitarles las semillas y cortarlos en trocitos. En una sartén grande, sofreír el apio en tiras finas y cuando coja color, añadir el pimiento y cocer por el tiempo de un saludo a una hermosa dama.
Entre tanto, ablandar el pan en la leche después de que hierva.
Agregar el atún, tras desmenuzarlo con un tenedor, y dejar que se reduzca. A continuación, sin parar de revolver, añadir las aceitunas deshuesadas, el pan ablandado y escurrido, perejil, sal y pimienta. Dejar enfriar.
Pasar la mezcla a un cuenco, incorporar los huevos y trabajar bien con las manos; ligar con la nata.
Engrasar una fuente de aluminio y espolvorear con la mitad del pan rallado; verter la mezcla, cubrir la superficie con el resto del pan rallado y cocerlo en el horno o en el horno de campaña.
Esta receta servirá para cuatro personas, e incluso más, si se conforman.

martes, 16 de diciembre de 2014

Wassily Kandinsky (1866-1944) - Pareja montando a caballo


(1906), Óleo sobre lienzo, Puntillismo-Fauvismo

El señor del carnaval - Craig Russell

11

[...]
Cuando se acercaba a la Jungfernstieg oyó música. Fabel vio a un grupo de unos doce hombres y mujeres cantando en un idioma que no hacía falta comprender para saber que su canción hablaba sobre el dolor y la tristeza. El coro permanecía en la ancha acera, a pocos metros del arco déco de entrada al Alsterhaus. Tres hombres de aspecto eslavo, cual pescadores en un río, trataban de atraer la atención de los transeúntes. Uno de ellos se acercó a Fabel.
—Estamos recogiendo firmas, señor. Me pregunto si puedo pedirle un poco de su tiempo.
—Me temo que...
—Lo siento, señor, no quiero retenerle, pero, ¿ha oído usted hablar del Holodomor?
El eslavo lo miraba con ojos serios e inquisitivos. Fabel se fijó en sus ojos, de un azul penetrante y frío, como el cielo de aquella mañana de invierno. Sintió una sacudida en el estómago al recordar a otro eslavo de ojos penetrantes que había conocido.
—¿Es usted ucraniano? — le preguntó Fabel.
—Sí, lo soy. — El eslavo sonrió—. El Holodomor fue el genocidio deliberado de mi pueblo, llevado a cabo por la Unión Soviética y Stalin. Murieron entre siete y diez millones de ucranianos, un cuarto de la población. Los soviéticos los dejaron morir de hambre entre 1932 y 1933. —Con un gesto abrió la carpeta que sostenía debajo de su sujetapapeles, llena de viejas fotos en blanco y negro, imágenes de la miseria humana: niños escuálidos, cuerpos tirados por las calles, enormes fosas comunes en las que echaban cuerpos cadavéricos. Las imágenes eran reminiscencias de las que Fabel había aprendido a asociar al Holocausto—. Hubo un momento en el que cada día morían 25.000 ucranianos. Fuera de Ucrania, prácticamente nadie sabe del Holodomor. Incluso allí, hasta después de la independencia no empezamos a hablar de ello abiertamente. Rusia todavía se niega a reconocer que el Holodomor fue un acto deliberado de genocidio, y lo atribuye a la colectivización incompetente de los comisarios de Stalin.
—¿Y ustedes lo cuestionan? — dijo Fabel. Miró el reloj para saber cuánto tiempo le quedaba antes de encontrarse con Suzanne en la planta superior del Alsterhaus.
—Es una falsedad absoluta — prosiguió el eslavo, impertérrito—. La gente se moría de hambre en toda la Unión Soviética por la absurda manía de Stalin de colectivizarlo todo, eso es cierto, pero en 1927 empezamos a «ucranizar» nuestro país. Convertimos el ucraniano, no el ruso, en nuestra lengua oficial. Stalin nos vio como una amenaza, de modo que trató de exterminarnos dejándonos morir de hambre, y eliminó a más del 25 por ciento de la población. Por favor, su firma nos ayudará a que este crimen sea reconocido por lo que fue: un genocidio. Necesitamos que el gobierno alemán, el inglés y otros hagan lo que España ya ha hecho y reconozcan formalmente el Holodomor como un crimen contra la humanidad.
—Lo lamento. No digo que no vaya a apoyar su postura, pero no puedo firmarle esto hasta que sepa más de lo que ocurrió. Necesito investigar más por mi cuenta.
—Lo comprendo — le dio un folleto a Fabel—. Aquí se indica dónde puede encontrar más información, no sólo de nuestra organización. Pero, por favor, señor, cuando haya leído todo esto, entre en nuestra página web y añada su nombre a nuestra lista.
Cuando Fabel levantó la vista del folleto el ucraniano ya estaba abordando a otro transeúnte de la marea que llenaba la acera.


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http://es.wikipedia.org/wiki/Holodomor

lunes, 1 de diciembre de 2014

Dolores Redondo: Ofrenda a la tormenta

13

[...]
   Amaia se quedó en silencio durante unos segundos, desvió la mirada de los inquisitivos ojos de Sarasola y miró a través de la ventana hacia el oscuro cielo de Pamplona. Los hombres permanecían en silencio, conscientes de que a pesar de la quietud aparente en la mente de la inspectora los engranajes giraban a toda velocidad. Cuando Amaia volvió a mirar al interior de la sala y a Sarasola, las dudas en su rostro habían sido sustituidas por la determinación.
   —Doctor Sarasola, ¿sabe qué es un Inguma? 
  —Mau mau o Inguma. No qué es, sino quién es. La demonología sumeria lo llama Lamashtu, un espíritu maligno tan antiguo como el mundo, uno de los demonios más horribles y despiadados, sólo superado por Pazuzu, que es el nombre que los sumerios dan a Lucifer, el primer y más importante demonio. Lamashtu arrancaba de los brazos de las madres a niños de pecho para comerse su carne y beberse la sangre, y también provocaba la muerte súbita de los bebés en la cuna. Esa muerte súbita durante el sueño provocada por algún ser maligno está presente en las culturas más antiguas. En Turquía recibe el nombre de «demonio aplastante»; en África, su nombre se traduce literalmente como «demonio que cabalga a tu espalda»; la etnia hmong lo llama «demonio torturador», y en Filipinas se conoce como bangungut, y el ser que lo provoca es una vieja que recibe el nombre de Batibat. En Japón, el síndrome de muerte súbita durante el sueño se conoce como pokkuri. El pintor Henry Fuseli lo retrató en su famoso cuadro La pesadilla; en él se ve a una joven dormida en un diván y a un demonio que se sienta sobre ella con gesto ruin mientras, ajena a su presencia, la mujer parece sufrir atrapada en un mal sueño. Recibe muchos nombres, pero su proceder es siempre el mismo: penetra por la noche en la estancia de los que duermen, se sienta sobre sus pechos y en ocasiones aprieta su cuello causándoles una terrible sensación de ahogo que puede ocurrir dentro de la propia pesadilla, de la que son conscientes, pero en la que no pueden despertarse ni moverse. Otras veces Inguma aplica su boca sobre la del durmiente robándole el aliento hasta que muere.

La pesadilla - Henry Füssli

(1781) Óleo sobre lienzo. Romanticismo

Jorge Martínez Reverte : Gálvez entre los leones

[...]
—Muy agudo, muy agudo. Bueno, has empezado muy bien. Se trata de que lleves la dirección de comunicación de una empresa de ese estilo en Asturias. La gran diferencia, y ahí está el valor añadido, es que los habitantes de la cueva estarán vivos. O sea, que los visitantes podrán compartir con ellos los paseos, las jornadas de caza, las comidas... Genial, ¿no? Una idea revolucionaria. Imagínate lo que puede ser para una familia de Madrid pasar un fin de semana, todos vestidos con pieles, durmiendo en una cueva llena de seres primitivos, haciendo fuego para calentarse, comiendo con las manos, montando a lomos de asturcones sin silla... Una experiencia inolvidable. No hay nada que se le parezca en todo el mundo. Lo hemos estudiado. El nuevo gobierno asturiano necesita ideas. Ya he hablado con los de arriba y nos van a dar las subvenciones que haga falta. En Asturias no funciona el turismo, porque el tiempo es siempre imposible de predecir, y si se predice es para anunciar que va a ser malo. Nosotros hemos encontrado la solución a ese problema. ¿Conoces tú algo más estable que una cueva? Siempre la misma temperatura, y no llueve. Lo mismo en invierno que en verano. O sea, que encima nos va a salir barato. Todas las ayudas públicas y poca inversión. Y ni hay que hablar con Hacienda, porque dependemos de una fundación que se ocupa de buscar adaptación a minorías étnicas. ¿Qué te parece?    —Asombroso.
   ¿Había algo más que decir?
    Después de semejante exposición me tomé la copa de anís. Y al cabo de media hora salí del bar con una generosa propuesta de trabajo que comprendía mil euros limpios al mes, alojamiento gratuito fuera de la cueva, ayuda para comida y un teléfono móvil de última generación. Si quería Internet para uso particular, me lo tendría que contratar yo. Pero, en las horas de trabajo, sería a cargo de Bigoret y los suyos, porque en la cueva, eso sí, habría wi-fi.
   —Una ucronía. —Me dejé llevar por la pedantería.
   —No, no, sin cables. Wi-fi quiere decir sin cables.
 Asombroso.
   Pero más asombroso aún fue que Bigoret me entregó dos mil euros para los primeros gastos.