viernes, 27 de febrero de 2009

Un hombre en la oscuridad - Paul Auster

Después del instituto, volvió al Norte y empezó a estudiar en la Universidad de Nueva York, pero como andaba corto de dinero, se vio obligado a trabajar aquí y allá a tiempo parcial para salir a flote. Una vez, rememorando lo difíciles que fueron aquellos tiempos, me contó que solía ir a Ratner's, la antigua cafetería judía del Lower East Side, donde tras sentarse a una mesa decía al camarero que esperaría a su novia, que no tardaría en llegar. Uno de los principales atractivos de aquel local eran sus famosos panecillos. En cuanto uno tomaba asiento, aparecía un camarero y ponía sobre la mesa una cesta de panecillos, acompañada de una amplia provisión de mantequilla. Uno a uno, bien untados de mantequilla, Gil se comía hasta el último panecillo de la cesta, echando miradas al reloj de cuando en cuando, haciendo somo si estuviera preocupado por la tardanza de su inexistente novia. Cuando la cesta se quedaba vacía, era automáticamente sustituida por otra llena, y luego la segunda por una tercera. Finalmente, la novia no aparecía, y Gil se marchaba de la cafetería con una expresión desengañada en las facciones. Al cabo de un tiempo, los camareros le pillaron el truco, pero no antes de que Gil alcanzara una marca personal de veintisiete panecillos gratis consumidos de una sola sentada. (pág. 100)

Jai Ho - Slumdog Millionaire Soundtrack

viernes, 13 de febrero de 2009

Margaret Atwood - Asesinato en la Oscuridad

El Pan
Imagina una pieza de pan. No hace falta que la imagines, está aquí mismo en la cocina, en la tabla del pan, en su bolsa de plástico al lado del cuchillo de cortar el pan. El cuchillo de cortar el pan es un viejo cuchillo que compraste en una subasta; tiene la palabra PAN grabada en el mango de madera.
Abres la bolsa, empujas hacia atrás el papel que la envuelve y cortas una rebanada. La untas con mantequilla de cacahuete y miel y la doblas. Parte de la miel te resbala por los dedos y tú la lames. Tardas aproximadamente un minuto en comerte una rebanada. Resulta que este pan es moreno, pero también hay pan blanco en el frigorífico y un resto de pan de centeno que compraste la semana pasada, entonces era redondo como un estómago lleno pero ahora está empezando a criar moho. A veces horneas pan. Crees que prepararlo con tus propias manos resulta relajante.
*
Imagínate una hambruna. Ahora imagínate una pieza de pan. Ambas cosas son reales, pero resulta que tú estñas en la misma habitación con una sola de ellas. Sitúate en otra habitación, para eso sirve la mente. Ahora te encuentras tumbada sobre un colchón muy delgado en una estancia calurosa. Las paredes son de adobe y tu hermana, que es más joven que tú, se halla en la habitación contigo. Se está muriendo de hambre, tiene el vientre hinchado y las moscas se posan sobre sus ojos; tú las apartas con la mano. Tienes también un trapo, sucio pero mojado, y lo acercas a sus labios y a su frente. La pieza de pan es el pan que por lo visto guardas desde hace días. Estás tan hambrienta como ella, pero no tan débil todavías. ¿Cuánto va a durar todo eso? ¿Cuándo se presentará alguien con más pan? Piensas en la pisibilidad de salir para ver si encuentras algo que comer, pero las calles están infestadas de gente que rebusca entre los escombros y el hedor de los cadáveres se percibe por todas partes.
¿Debes compartir el pan o darle toda la pieza a tu hermana? A ín de cuentass, tus posibilidades de vivir son mayores, eres más fuerte. ¿Cuánto se tarda en tomar una decisión?
*
Imagina una prisión. Sabes algo que áun no has dicho. Los que mandan en la prisión saben que sabes. También lo saben los que no mandan. Si lo dices, treinta o cuarenta o cien de tus amigos, de tus compañeros, serán atrapados y morirán. Si te niegas a decirlo, esta noche será como anoche. Siempre eligen la noche. Pero tú no piensas en la noche sino en la pieza de pan que te ofrecieron. La pieza de pan era morena y recien hecha y te recordaba la luz del sol que ilumina un suelo de madera. Te recordaba un cuenco, un cuenco amarillo que antaño había en tu casa. Contenía peras y manzanas; estaba en una sola mesa que también recuerdas. No es el hambre o el dolor lo que te mata, sino la ausencia del cuenco amarillo. Si pudieras sostenerlo en tus manos, aquí mismo, serías capaz de resistir cualquier cosa, te dices. El pan que te ofrecieron es subversivo, es traicionero, ni significa vida.
*
Érase una vez dos hermanas, una rica y sin hijos, la otra viuda, con cinco hijos y tan pobre que ya no le quedaba nada de comida. Acudió a su hermana y le pidió un trozo de pan.
_Mis hijos se están muriendo _le dijo.
_No tengo suficiente para mí _le contestó la hermana rica, y la alejó de su puerta.
Después el marido de la hermana rica regresó a casa y quiso cortarse un trozo de pan, pero en cuanto hundió el cuchillo, brotó sangre roja.
Todo el mundo comprendió lo que esto significaba.
Es un tradicional cuento de hadas alemán.
*
La barra de pan que he evocado para ti flota aproximadamente a unos treinta centímetros por encima de la mesa de tu cocina. La mesa es normal, no tiene ninguna trampilla. Una servilleta de té de color azul flota por debajo del pan y no hay ningún cordel que una el lienzo con el pan o el pan con el techo o la mesa con el lienzo, lo has comprobado pasando la mano por encima y por debajo. Pero no has tocado el pan. ¿Qué te lo ha impedido? No quieres saber si el pan es auténtico o si se trata de una simple alucinación que he conseguido hacerte ver. No cabe duda de que puedes ver el pan e incluso olerlo. Huele a levadura y parece muy sólido, tan sólido como tu brazo; pero ¿puedes fiarte de que sea real? ¿Puedes comerlo? No quieres saberlo, imagínate. (págs.69-72)